A Mijaín López deben haberle hecho un seremil de entrevistas en los últimos días, y en todas ha dicho lo mismo, o casi lo mismo. Quizás por eso no pudo evitar un gesto de fastidio y mirada de “¿y ahora qué?” cuando lo intercepté en el aeropuerto, acabado de despachar su equipaje, para preguntarle algo más… Y yo no pude evitar tampoco tragar en seco, porque Mijaín no es el tipo de personas que uno quisiera incomodar.
Olvidemos los cuatro títulos mundiales y la corona olímpica que lo acreditan como el mejor luchador super-pesado del estilo grecorromano en la actualidad: Mijaín es un negrón de 1,95 metros de estatura y 120 kilogramos de peso que asusta de solo verlo, si no fuera porque su risa de niño grande ilumina, contagia, tranquiliza e invita a la franqueza…
Y como Mijaín no se cree un divo y sabe que nuestro trabajo consiste en preguntarle cosas a gente como él, accedió a decirle algo a Cubahora, que no sabiendo qué de nuevo preguntarle, le preguntó si le temía a los aviones...
“¿Qué clase de pregunta es esa?” indagaron extrañados los ojos de este gigante entrenado para voltear a los gladiadores más corpulentos del orbe y responder a las eternas interrogantes sobre estado físico, aspiraciones y posibles dedicatorias, pero no para esta curiosidad…
Pero se sobrepuso y respondió que está familiarizado con los vuelos largos, y explicó que no le preocupan tanto porque al final —y ahí recuperó terreno- “es muy lindo ser parte de estos colectivos, entregarlo todo y ganar una medalla para mi pueblo”. Magistral recurva…
Al preguntarle sobre los ambientes en las villas olímpicas, reconoció que los disfruta mucho, pues convive con la crema del deporte mundial, algunos con estatus de super estrellas, de esas que uno admira y sigue con cierta fascinación, aunque él mismo lo sea… Al respecto, confesó que le gustaría toparse en Londres con el jamaicano Usain Bolt, el hombre más veloz del mundo.
“(Bolt) es uno de los grandes protagonista del deporte mundial, me gustaría verlo y conversar con él, aunque los del atletismo son difíciles de ver”, aseguró el luchador de 29 años, y no le faltaba razón: el equipo de velocistas jamaicanos se entrena a puertas cerradas en el campus de la Universidad de Birmingham, que parece protegido por el mismísimo James Bond.
Sobre su condición de abanderado de la delegación, Mijaín fue escueto: “Es un honor que Cuba deposite nuevamente su confianza en mí, y ahora lucharé por ganar mi segundo oro olímpico y dar ese alegrón que le hace tanta falta a mi pueblo”.
Y vaya si hace falta: si un oro dan los cubanos por seguro es el suyo. Desde los Juegos Panamericanos de 2003, Mijaín es referente mundial de su categoría. Si bien en Atenas-2004 cayó en cuartos de final ante el ruso Khasan Baroev, a la postre campeón, el cubano tomó desquite ganando cuatro coronas mundiales desde entonces.
Sin embargo, en el Mundial de Estambul-2011 perdió la final ante el turco Riza Kayaalp, de 22 años de edad, que ahora se presenta como el gran obstáculo para las actuales aspiraciones olímpicas del cubano. Pero como declaró recientemente, esa derrota lo obligó a sacrificarse un poco más y ahora llega con la mente mejor preparada que hace cuatro años.
Y ahí volví a tragar en seco… Si hace cuatro años llegó a Beijing “menos” mentalizado y ganó inobjetablemente… ¿qué demonios le espera a sus rivales en Londres? Apagué la grabadora y solo atiné a susurrarle: “Buen viaje, campeón”.
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