Es todo un movimiento a escala de los poderosos. Los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Japón y Corea del Sur ya aparecen públicamente en las listas de economías de primer orden que pretenden colocar sus reservas estratégicas de petróleo en el mercado mundial para reducir el disparado costo de la factura energética.
Se trata de desbordar mucho más los inventarios mundiales de petróleo, que según algunas entidades especializadas, no han dejado de crecer a pesar de las noticias echadas a rodar por los especuladores sobre posibles cortes de suministros.
De hecho, en los últimos tiempos, es el fantasma del desabastecimiento el que se agita entre los tahúres de las bolsas, asidos como justificantes a las controvertidas sanciones occidentales contra Irán por su programa nuclear, la parálisis temporal de alguna torre de extracción en el Mar del Norte, o conflictos internos en Sudán del Sur, entre otros pretextos de similar talante.
Sin embargo, entre las mismas fuentes muy poco se dice de que Arabia Saudita, por ejemplo, elevó sensiblemente sus exportaciones desde la agresión a Libia, y mantiene esos niveles ahora para “evitar desbalances” a partir de un posible corte de la afluencia del crudo iraní a los mercados.
En sustancia, el tema parece ser que falta “iniciativa” para hablar claro y poner sobre la mesa la verdad de que, como ya sucedió años atrás, los actuales precios del petróleo tienen mucho de inflado a cuenta de los grandes intereses energéticos que controlan el mercado y las cuentas globales en la materia.
Los mismos que por similares caminos ya llevaron una vez al crudo a casi 150 dólares el barril, y cuando el globo no tuvo más capacidad y los bolsillos mundiales se hicieron magros, tuvieron que halarse los pelos y asistir a un descenso del precio a mucho menos de la mitad de esa cifra récord en apenas unas semanas.
De todas formas, el mal ya estaba hecho para los que deben vivir de la compra permanente del hidrocarburo, y cuyos dineros reposaban en las arcas de los grandes monopolios atizadores de cuentos, historietas y malabares de toda clase.
Y el guión de aquellos tiempos azarosos, decía recientemente un colega “bien podría repetirse en nuestros días, a apenas unos años de tan controvertido episodio, porque, esencialmente, los mismos que entonces provocaron semejante descalabro siguen contando con todos los recursos y prerrogativas para reeditarlo”.
Son justamente los “pilares del sistema” que en medio de la crisis económica que hicieron estallar en 2008 en los Estados Unidos y hoy resulta en pandemia internacional, fueron socorridos de inmediato por sus anuentes gobiernos con el traspaso masivo de los fondos de las arcas públicas.
No obstante, tal vez ahora el asunto sea más grave, y pese a no desearlo y ocultar nombres y actitudes a toda costa y a todo costo, las economías imperiales no puedan paliar el embate de permanentes tarifas petroleras superiores con creces a los cien dólares el barril.
Con deudas millonarias, déficit brutal en todos los sentidos, recortes internos con inmediato reflejo en el descontento masivo popular, recesión productiva, altas tasas de desempleo y un verdadero caos monetario, entre otros males, no es sostenible bajo ningún concepto el actual precio del crudo por mucho que se desee favorecer a los grandes monopolios energéticos.
Lo afirman y consideran incluso experimentados usureros de la talla del Fondo Monetario Internacional y la propia Reserva Federal de los Estados Unidos, para los cuales seguir pagando los actuales costos del crudo equivale a un suicidio para economías en bancarrota.
Y mientras los ricos hablan de vender reservas y de frenar los costos del petróleo, la “fiesta” de los irresponsables sigue en el gran casino del mercado energético capitalista.
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