//

martes, 5 de noviembre de 2024

Camilo, el hombre leyenda

El 6 de febrero de 1932 nació Camilo Cienfuegos Gorriarán, quien en su renuevo constante e inmortal es la imagen del pueblo...

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 06/02/2018
0 comentarios
Homenaje a Camilo
Solo vivió 27 años, pero está en cada niño que tira las flores al mar o en cada joven que decide estudiar en las escuelas militares que llevan su nombre. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

Las leyendas se tejen de diversas maneras. Camilo tejió la suya como guerrillero insuperable, que le hizo ganar el bien ganado sobrenombre de Señor de la Vanguardia. Pero también se hizo inmortal en el imaginario popular por ser el hombre de las mil anécdotas: el cubano dicharachero y jodedor que a flor de labios, además de la sonrisa, tenía siempre una broma, una jarana.

Hijo de españoles, el niño nacido en la barriada de Lawton, en La Habana, transpiró cubanía desde que abrió los ojos al mundo el 6 de febrero de 1932 y por cada uno de sus poros se le fue metiendo el amor por su Patria y el odio a las injusticias, junto a un fanatismo por la pelota, deporte del que fuera un apasionado toda la vida.

Tenía dotes de artista, y lo fue, pero del arte de la guerra, pues sus sueños de ser escultor en la escuela San Alejandro se vieron truncos por las penurias económicas. También aprendió el oficio de sastre del viejo Ramón Cienfuegos y trabajó como dependiente en la tienda El Arte para ayudar al sustento familiar. De carácter franco y noble enseguida se ganaba la simpatía de quienes lo conocían y gustaba de las fiestas y el baile.

Vivió y trabajó en los Estados Unidos, y allí sufrió en carne propia la discriminación racial del que son objeto los latinos. Desde el mismo momento del Golpe de Estado de Batista odió al tirano y se propuso combatirlo de todos los modos y maneras posibles, hasta con la burla; de ahí que le pusiese Fulgencio, nombre del dictador, a un perro.

Fue Camilo de los jóvenes que apostaron desde un inicio por la lucha revolucionaria de masas, y en una manifestación de protesta contra el régimen de oprobio del tirano, ocurrida el 7 de diciembre de 1955, fue herido en una pierna.

Sin recomendación alguna le pidió a Fidel incorporarse a la expedición que se preparaba para venir a Cuba desde México, y ante su insistencia fue el último de los expedicionarios que vinieron en el Granma; el número 82 en la lista.

Sobrevivió al desastre de Alegría de Pío y compartiendo una única lata de leche condensada inició una amistad con el Che que solo la desaparición temprana del guerrillero cubano pudo interrumpir. Era el único que se daba el lujo de hacerle bromas al argentino, de un proverbial carácter enérgico, tendente a lo ácido: las famosas “camiladas” que el Che aceptaba entre risas, como aquella en la que le tiró encima la yegua a la hamaca donde dormía y lo tiró al piso, con frazada y todo.

En los llanos de Oriente, en la zona del Cauto, ganó fama de jefe guerrillero combativo, sagaz e inteligente, ganándose el respeto de sus superiores y la lealtad absoluta de sus hombres, quienes lo preferían por su valor temerario en el combate y carácter franco y alegre.

Fidel lo designa Comandante jefe de la Columna Invasora 2 “Antonio Maceo” y le ordena llevar la Revolución hacia el extremo más occidental de la Isla, como años atrás había hecho el Titán de Bronce en la Guerra de 1895.

En respuesta a su ascenso, Camilo le confiesa en carta a su jefe, al Gigante, como llamaba en broma a Fidel, que más fácil le sería dejar de respirar que traicionar su confianza. Con sus hombres realizó la invasión hasta el centro de la Isla, imponiéndose a las vicisitudes del clima, a lo inhóspito del terreno pantanoso del Camagüey, la sed, los mosquitos y el hambre; llegada esta última al extremo que hubo que comerse una yegua medio cruda y con gusanos.

Fue en Yaguajay, al norte de Las Villas, donde libró su combate más famoso. Duró unos diez días, pero al final logró la rendición del capitán batistiano Abon Lee. Allí ganó para la posteridad el sobrenombre de Héroe de Yaguajay.

Por órdenes de Fidel avanzó con sus hombres hacia Columbia, y con su jefe, al que fue a recibirlo en el Cotorro, llegó al campamento militar con la Caravana de la Libertad. El ¿Voy bien Camilo? de Fidel y su Vas bien, Fidel, son de las frases antológicas de la Revolución Cubana.

Como también aquella dicha de que Contra Fidel, ni en la pelota, cuando se especuló que estaría en el equipo contrario al del Comandante en Jefe; lo que Camilo desmintió actuando de receptor y Fidel de pitcher.

Recorrió Cuba en defensa de la Ley de Reforma Agraria, y en Zulueta, pueblo que ayudó a liberar, fue declarado Hijo Adoptivo. El 26 de octubre pronunció lo que está considerado su último discurso público, en el que declamó las famosas estrofas del poeta Bonifacio Byrne Mi Bandera.

Por órdenes expresas de Fidel marchó a Camagüey a enfrentar la conjura del traidor Hubert Matos, una difícil encomienda que cumplió con la ejemplaridad que le era característica.

El 28 de octubre de 1959 partió en avioneta hacia La Habana, sin saber que marchaba hacia la inmortalidad. Sus restos nunca fueron hallados, al caer al mar. Su búsqueda duró más de una semana hasta que finalmente la triste realidad se impuso. Cuba perdía al hombre, para ganar al héroe.

Solo vivió 27 años, pero está en cada niño que tira las flores al mar o en cada joven que decide estudiar en las escuelas militares que llevan su nombre y se convierten en Camilitos. Será siempre joven. Será siempre paloma y león. Será el comandante de la eterna sonrisa y el sombrero alón.


Compartir

Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy


Deja tu comentario

Condición de protección de datos