El perfeccionamiento constante en la esfera educativa como indicador del desarrollo socioeconómico, por las funciones sociales que desempeña, constituye un reto y desafío para la comunidad mundial. Es una respuesta necesaria a las demandas de la vertiginosa revolución científico-tecnológica y las imposiciones culturales de la globalización neoliberal, lo cual tiene como consecuencia la agudización de problemáticas educativas que hoy exige un análisis, más allá del marco pedagógico y psicológico, por lo que debe ser parte de un profundo debate social.
Las experiencias educativas indican la necesidad imperante de continuar trabajando para lograr un desarrollo educativo que responda a las necesidades de la sociedad actual. Actividad que a nivel global no ha logrado alcanzar el equilibrio necesario entre las necesidades sociales y los estudios que demandan esas carencias. Por tanto, la sociedad necesita de un adecuado proceso de orientación profesional.
Las interrogantes anteriores convidan a aplicar la perspectiva sociológica, que hace referencia al concepto de convenciones sociales, aportada por el más universal de los cubanos, José Martí, así como, su concepción del cambio y el método de la disgregación progresiva, con el objetivo de explicar los factores sociales de naturaleza sociocultural incorporado en actores sociales y las prácticas asumidas por estos en torno al proceso de orientación profesional en la enseñanza media superior.
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En 1895 sale a la luz la obra del padre institucionalizador de la sociología Emile Durkheim, Las reglas del método sociológico, esta obra enmarca definitivamente a la sociología como una ciencia diferente a la filosofía y la psicología. Coincidentemente este sería el mismo año en que Cuba lloraría al más ilustre de sus hijos, a quien se le hizo imposible conocer la obra de Durkheim antes citada, porque aún el 19 de mayo de 1895 día de la caída del Apóstol no había sido divulgada. (Martí y la polémica que dio origen a la Sociología. Omar Guzmán y Tamara Caballero, 2010)
Lo anterior no impidió que Martí estuviera a tono con la discusión en torno a la conformación de una nueva ciencia que estudiara específicamente a la sociedad. Para referirse al nuevo campo de estudio, el Maestro utilizaría el término “vida”. Su estudio siempre estaría permeado por un contenido social que mantendría una relación dialéctica con su pensamiento filosófico y político.
Según Omar Guzmán en el libro La Sociología de José Martí, una Concepción del Cambio, publicado en 2017, Martí nombra a la sociología como la ciencia de la vida, y denomina a las leyes sociales, leyes espirituales. Tal percepción no establece dicotomías, todo lo contrario, está dotando a la vida de vida, donde las formas o estructuras (materiales u objetivas) tienen su esencia en las ideas o subjetividades. Desde su perspectiva, cuando un pueblo pierde su espiritualidad, pierde su independencia y no tiene objetividad que le pertenezca, sencillamente es dominado.
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Estas formas de ver la realidad como un todo único convierten a Martí en un científico suigéneris. Pero este pensamiento se iría conformando y perfeccionando a partir de las diferentes raíces sociales, que traerían consigo a ese Martí realista con una relación impresionante entre su filosofía de relación, su sociología del cambio y su política real en contra de las apariencias. Es impresionante que, en el contexto en que vive, cuando realiza una interpretación social de la vida ya destaca el papel de los agentes de socialización y la correlación dominante de las estructuras sociales a las que denomina convenciones, las que serían conformadas por los hombres. (Omar Guzmán, La Sociología de José Martí, una Concepción del Cambio, 2017)
El concepto convenciones humanas abordado desde el pensamiento sociológico de Martí refiere que estas son instituciones o estructuras sociales y culturales. Al respecto señala en el prólogo al “Poema Niágara”:
No bien nace, ya están en pie junto a su cuna con grandes y fuertes vendas preparadas en las manos, las filosofías, las religiones, las pasiones de los padres, los sistemas políticos. Y lo atan; y lo enfajan; y el hombre es ya, por toda su vida en la tierra, un caballo embridado. Así es la tierra ahora una vasta morada de enmascarados. Se viene a la vida como cera, y el azar nos vacía en moldes prehechos. Las convenciones creadas deforman la existencia verdadera, y la verdadera vida viene a ser como corriente silenciosa que se desliza invisible bajo la vida aparente, no sentida a las veces por el mismo en quien hace su obra cauta. (OC, t. 15, 1975. p. 397)
Esta concepción martiana revela que las convenciones sociales son acuerdos comunes compartidos interiorizados por los actores sociales, que ejercen una influencia determinante sobre quienes las aceptan, o por quienes las asumen al imponérseles por los agentes de poder. En ambos casos, los actores sociales que intervienen en el proceso de socialización construyen esa estructura de manera objetiva.
Aplicada al estudio, las convenciones humanas se muestran en diferentes prácticas asumidas por los actores sociales en torno al proceso de orientación profesional. Así es posible advertir la gran utilidad del pensamiento martiano para valorar la magnitud del proceso de orientación profesional y proyectar acciones para encauzar el papel de la familia, la escuela y las instituciones laborales en este sentido.
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Estas prácticas sociales, son necesariamente elementos constitutivos del sistema social, tienen relación con los hábitos, normas, costumbres y significados que se construyen desde las familias, ejercen una gran influencia sobre su descendencia, independientemente de la manera en que esta la manifieste consciente o inconscientemente, es la familia uno de los principales laboratorios de orientación profesional. Al respecto Martí señala en el artículo “Libro nuevo y curioso”:
Quedan en el espíritu del hombre las huellas del carácter de sus padres; pero, ¿quedan porque las traiga del germen paterno o las entrañas maternales, desde antes de salir a la vida, o porque los adquiera en el íntimo roce con sus padres después de haber nacido? ¿Y las muestras constantes de carácter enteramente original y ruda y hurañamente desligado de toda virtud paterna? ¿Y las muestras sublimes de poderosísimo amor y bríos heroicos, nacidas de antegenitores notoriamente groseros de uno y otro lado, y padres egoístas? ¿Y todos esos ejemplos, más numerosos que las angustias de un hombre virtuoso en la vida diaria, de criaturas dotadas de cualidades excelsas opuestas a las ruines de sus padres, como si fueran indignaciones vivas de la naturaleza y enseñanzas de que las criaturas no engendran sus semejantes, sino sus opuestos? Las cualidades de los padres quedan en el espíritu de los hijos, como quedan los dedos de los niños en las alas de la fugitiva mariposa. (OC, t. 15, 1975. p 397)
La educación en el ideario martiano destaca, como elemento primordial, el logro de esa orientación profesional, desde lo que él llamara vías lentas y humanas, y no desde métodos violentos como los que se manifiestan en determinados momentos con la imposición del estudio de una carrera profesional determinada por parte de la familia y los grupos sociales que inciden sobre el estudiante. Asimismo, por la desacreditación de determinadas profesiones por parte de profesores y la poca vinculación de las instituciones laborales de la comunidad al proceso.
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Para el Apóstol es vital la creatividad y la originalidad de los procesos que se llevan a cabo en una nación y es imprescindible que estos respondan a intereses propios de esta, por lo que se debe tener presente la subjetividad de los actores sociales y su capacidad de pensar, cambiar, crear, no dejarse determinar por las influencias externas y circunstanciales. Esto permitirá realizar el proceso de orientación profesional de una forma educativa original y con el objetivo de aliviar las problemáticas sociales que se han visto agravadas con el desarrollo de una inadecuada orientación profesional. Además, la estrecha relación entre lo objetivo y lo subjetivo, en el pensamiento martiano, permite desentrañar los factores que laceran el proceso en los momentos actuales y su respuesta coherente a las necesidades tanto individuales como colectivas de la nación cubana.
Para materializar esta tarea se debe contextualizar todo el proceso, de manera que sea significativo y desarrollador para el estudiante, brindándole las llaves del conocimiento para que sea capaz de decidir, bajo una orientación y no una imposición, su futuro profesional. Al respecto, Martí advierte la necesidad de poner al hombre a tono con el momento histórico concreto que está viviendo, para lograr que este se sienta identificado con los procesos sociales que se desarrollan y, además, se sienta involucrado, útil y responsable de estos. Pero para ello el individuo debe de tener criterio propio, plena conciencia de ser regente y libre albedrío. Lo anterior permitirá al estudiante ingresar en una carrera profesional que será de beneficio tanto para él como para la sociedad, bajo el principio martiano expuesto en carta dirigida a su madre Doña Leonor Pérez el 25 de marzo de 1895 cuando expresó: “El deber de un hombre es allí donde es más útil (...).” (OCEC t. 20, 2016. p.129)
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