La llegada de las tropas soviéticas a los suburbios orientales de Berlín, en los últimos días de abril de 1945, provocó el pánico en la cúpula nazi. Entre los hasta entonces incondicionales de Adolf Hitler imperó la desesperada consigna de Sálvese el que pueda.
Años atrás (septiembre de 1939) los fascistas habían iniciado la contienda con la artera invasión a Polonia. Luego sucumbirían bajo sus botas Dinamarca, Holanda, Bélgica, Noruega, Francia, Grecia, Yugoslavia, el norte de África.
La contienda, al inicio imperialista, se transformó en una guerra de liberación nacional con la resistencia ante la invasión nazi de los pueblos de los países ocupados. Sobresalieron en esa lucha los maquís franceses y los guerrilleros yugoslavos de Tito.
El 22 de junio de 1941, Hitler y sus aliados atacaron la URSS. Contra ella se emplearon más de 4 millones de soldados y oficiales, 3 300 tanques y carros de combate, unas 46 mil piezas de artillería y casi 4 400 aviones.
Por primera vez un gobierno entregó armas a su pueblo para la defensa de la nación. Los soviéticos detuvieron el avance nazi a 70 kilómetros de Moscú durante casi dos años resistieron las embestidas contra Leningrado.
Con sus victorias en Stalingrado y el Arco de Kursk (1943), el Ejército Rojo tomó la iniciativa y expulsó a los invasores de su territorio. Liberaron a Polonia y a Bohemia (hoy república checa), llegaron a finales de abril de 1945 a la periferia de la capital del nazismo.
En su bunker berlinés. Hitler había perdido el sentido de la realidad, alucinaba con contraataques imaginarios para detener el avance soviético, contando con tropas y armamentos que no existían.
Todos advertían el temblor de sus manos, al punto de que la izquierda tenía que ocultarla en su espalda al carecer de control sobre ella. Cada vez estaba más irascible. No escuchaba a sus generales y cuando lo contradecían, los degradaba y ordenaba su detención.
En su demencia, ordenó abrir las esclusas del río Spree para inundar el metro berlinés e impedir que lo usaran en su avance los soviéticos. Esto provoca la muerte de los civiles alemanes que, huyendo del cañoneo, se habían refugiado en los túneles.
Ya se hacía visible el resquebrajamiento de la unidad y disciplina entre la cúpula fascista. Martin Bormann delataba las gestiones de Himmler con los aliados y a un ayudante de este, el general de las SS Hermann Fegelein, lo fusilaron por complicidad con su jefe.
El 29 de abril la cancillería ya estaba bajo el fuego de la artillería roja. Hitler contrajo nupcias con su amante de años, Eva Braun, y nombró como su sucesor en el gobierno nazi a Karl Doenitz. Al día siguiente, el fuhrer se suicida junto con su esposa.
Entretanto, en el sur de Alemania, tropas estadounidenses y soviéticas confraternizaban al encontrarse ambas. Los yugoslavos ocupaban Trieste; los estadounidenses, Munich. Muchas de las personas que aún se encontraban en el búnker de Hitler emprendieron en varios grupos la huida.
Joseph Goebbels se quita la vida junto con su esposa, Magda. Antes ella asesina a sus seis hijos. En la tarde las tropas de la URSS lanzaron un ataque contra el edificio del Reichstag (parlamento).
Tras horas de salvajes combates, soldados soviéticos conquistaron piso a piso el lugar, símbolo del poderío nazi durante años, y se abrieron paso hacia el tejado.,donde hicieron ondear la bandera de la hoz y el martillo. Las tropas nazis de Berlín se rindieron el 2 de mayo.
Siete días después, en el edificio de la antigua Academia de Ingenieros de la localidad de Karlshorst, distrito berlinés de Lichtenberg, Keitel, con autoridad y poder expresos de Doenitz, firma el
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