Cincuenta y cinco años nos separan de un sabotaje que conmovió a la capital y a todos los cubanos, y sembró el dolor en los corazones. El 4 de marzo de 1960, en las primeras horas de la tarde, mientras se desarrollaban las labores de descarga del buque francés La Coubre, en los muelles de la Pan American, del puerto de La Habana, se produjo la primera explosión a bordo. Y cuando obreros, soldados, bomberos y policías acudían a prestar socorro a las víctimas, un segundo estallido provocó un número aún mayor de muertos y heridos y destruyó completamente las bodegas donde se realizaban los trabajos.
La nave francesa había partido del puerto de Amberes, en Bélgica, y transportaba armas y municiones adquiridas por Cuba para su defensa. Un total de 75 muertos y más de 200 heridos, entre ellos numerosos mutilados, fue el saldo de aquel hecho.
Las pruebas realizadas después por nuestras autoridades, que incluyeron el lanzamiento desde aviones de algunas cajas de granadas para fusiles FAL, las mismas que estaban siendo descargadas cuando se produjo el desastre, demostraron que era imposible un accidente fortuito.
Se trataba de un monstruoso acto de sabotaje, realizado en el lugar del embarque, de forma tal que al ser movidas las cajas detonaran esas explosiones.
Al día siguiente tuvo lugar el sepelio de las víctimas. Un cortejo interminable marchó a todo lo largo de la calle 23, rumbo al cementerio de Colón. Allí, a las puertas de la principal necrópolis habanera, Fidel se dirigió al pueblo, proponiéndoles a los cubanos la nueva consigna de ¡Patria o Muerte!
A las milicias obreras, las brigadas universitarias, los soldados del Ejército Rebelde, los miembros de la Marina y de la Policía y una columna de campesinos, todos con sus fusiles al hombro, el Comandante en Jefe les diría, con la misma emoción del pueblo que lo escuchaba:
“¿Quién iba a soñar siquiera que un día militares, obreros, estudiantes, campesinos y pueblo no serían enemigos…? Hoy he visto más gloriosa y más heroica a nuestra Patria, más admirable a nuestro pueblo… Cuba no se acobardará; no retrocederá; la Revolución seguirá adelante victoriosamente y continuará inquebrantablemente su marcha… Se quiere que estemos indefensos, para doblegarnos”.
Y agregaría entonces: “Sabremos resistir y vencer cualquier agresión… y nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir Patria. Y la disyuntiva nuestra sería: ¡Patria o Muerte!”.
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