//

martes, 5 de noviembre de 2024

Cuando se dejó caer la espada

El Pacto del Zanjón firmado el 10 de febrero de 1878 fue una claudicación de las armas cubanas...

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 09/02/2018
2 comentarios
monumento a antonio maceo
La firma del Convenio del Zanjónno fue otra cosa que la claudicación de las armas cubanas y la aprobación de una paz sin independencia y sin la abolición de la esclavitud

La Historia no transcurre siempre de manera lineal y en no pocas ocasiones las circunstancias que envuelven a los hombres les hacen tomar decisiones que a la larga resultan erróneas y opuestas a los motivos que les indujeron a adoptarlas.

La firma del Convenio del Zanjón, el 10 de febrero de 1878, entre el llamado Comité Revolucionario del Centro y el Capitán General de la Isla Arsenio Martínez Campos se enmarca en ese tipo de acontecimientos, pues dicho pacto en esa localidad del Camagüey no fue otra cosa que la claudicación de las armas cubanas y la aprobación de una paz sin independencia y sin la abolición de la esclavitud, los dos objetivos supremos de la Revolución del 68 y por los que los cubanos llevaban luchando más de nueve años en la manigua.

¿Qué aceptaron realmente los cubanos en el Zanjón?

Las bases aprobadas eran tan ambiguas, y redactadas de manera tan astuta, por la parte española, que lo concedido a Cuba era nada, o tan poco, que casi fue una burla, más allá de lo funesto que sería para el ulterior curso de la lucha independentista.

A Cuba se le concedía el mismo estatus que a Puerto Rico, aunque después se supo que estas aparentes ventajas estaban referidas solo al sistema electoral y la administración del territorio e, incluso, para ese entonces habían sido derogadas, y se le convidaba a “olvidar el pasado” bajo la premisa de deponer las armas de manera incondicional y aceptar el dominio español sobre la Isla.

Solo obtendrían la libertad aquellos esclavos negros y colonos chinos que habían servido en las filas del Ejército Libertador, y se les daría a los cubanos la posibilidad de crear partidos políticos; en tanto, no fueran contrarios a la Metrópoli o pusieran sus intereses en peligro.

En fin, migajas. Nada de lo exigido por Carlos Manuel en el Manifiesto del 10 de Octubre, ni lo aprobado en la Constitución de Guáimaro, en abril de 1869, estaba contemplado en dicho Pacto. Fue, como si la sangre derramada de Céspedes, Agramonte, Miguel Gerónimo Gutiérrez y de otros tantos miles de combatientes anónimos hubiera sido en balde.

Al Zanjón se fue llegando de a poco, y razones de una u otra índole llevaron al desenlace no deseado y, en primerísimo lugar, estuvo la fractura de la unidad —esa indispensable condición para consolidar todo proceso revolucionario y asegurar su éxito—, sumado al regionalismo, el caudillismo, la falta de apoyo de la emigración cubana en el exterior y la política inteligente del Pacificador Martínez Campos, que se valió del desgaste de casi diez años de lucha, y se aprovechó del escepticismo de otros, para inducir la firma del vergonzoso convenio.

José Martí, quien profundizó como nadie en las causas que condujeron al triste desenlace, al valorar el Zanjón, escribió: “Descansó en el triste febrero la guerra de Cuba...”, para en otro de sus escritos explicitar las razón esencial derivada de la falta de unidad revolucionaria: “La pelea de cuartón por donde la guerra se fue desmigajando, y comenzó a morir...”.

Mientras Fidel, en su antológico discurso del 10 de octubre de 1968, cuando se cumplieron exactamente 100 años del inicio de nuestras luchas independentistas y en el mismo lugar en que Carlos Manuel de Céspedes diera el grito de Independencia o Muerte, al analizar las causas del Zanjón, afirmó:

“Y al cabo de diez años aquella lucha heroica fue vencida no por las armas españolas sino vencida por uno de los peores enemigos que tuvo siempre el proceso revolucionario cubano, vencida por las divisiones de los mismos cubanos, vencida por las discordias, vencida por el regionalismo, vencida por el caudillismo; es decir, ese enemigo —que también fue un elemento constante en el proceso revolucionario— dio al traste con aquella lucha”.

Para llegar al Zanjón los cubanos tuvieron incluso que abolir el Decreto Spotorno, de 1875, que condenaba a la pena de muerte cualquier intento de negociación con España que no tuviera como base la independencia de Cuba y hasta tuvieron que disolver el Gobierno que por entonces presidía el general Vicente García y crear el referido Comité Revolucionario del Centro, que se encargaría luego de las negociaciones.

Todo eso se hizo y, hasta el propio Máximo Gómez, sin aceptarlo nunca, se vio envuelto en todas esas intrigas previas a aquel “triste febrero” de 1878, hace ahora 140 años. Mas el propio dominicano, en carta al mejor de sus discípulos, a Antonio Maceo, fechada el 18 de febrero de 1878, fija su posición no zanjonera cuando escribe:

“... estaba dispuesto a salir del país pero no quería hacerlo sin primero verlo a él para que supiera la verdad de las cosas (se refiere Gómez a la entrevista que sostuvo con Martínez Campos) (...) que a mí no me sorprendía la situación del momento. Había gastado mi prestigio en tratar de evitarla pero en todas partes había encontrado oposición y ya era tarde para yo poder hacer nada a favor de la Revolución. Que cuanto podía hacer era salir cuanto antes del país, porque jamás viviría bajo el dominio de España”.

Un mes y cinco días después, el 15 de marzo de 1878, el Zanjón encontraría en la Protesta de Baraguá la mejor de sus respuestas. Si en el Zanjón se había dejado caer la espada, tal y como enjuiciara Martí, en Baraguá se salvaría la honra mancillada y se reafirmaría el ideal cubano de seguir luchando por la independencia de la Isla y la abolición de la esclavitud. El protagonista sería Antonio Maceo.


Compartir

Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy

Se han publicado 2 comentarios


guadarramas
 9/2/18 11:41

No siempre se realizan análisis tan específicos e importantes, referente a pasaje tan nefasto para la independencia de Cuba, un acto de traición a espaldas de quienes tenían fe en la victoria, pero no habían podido resolver los problemas de división, intereses mezquinos y quizás la desidia de otros que influyentes fueron socavando las bases independentistas. Hoy tenemos que estar alertas porque la unidad es la premisa fundamental del sostenimiento de esta Revolución que no es más que la continuadora de la de 1868, por ahí andan algunos zanjoneros, anexionistas y hasta reformistas de nueva laya. Esa siempre fue la premisa de Fidel, el sostenimiento de la unidad, la existencia de un solo partido como lo hizo Marti para llevar a cabo la Revolución, hoy hemos logrado eso con el esfuerzo y sacrificio de nuestros padres y por qué no, hasta nuestros hijos. Es bueno recordar esta triste fecha, para refrescar memoria.

Narciso
 11/2/18 21:46

Estoy de acuerdo con usted. De los errores se aprende mucho más y, sobre todo, para evitar volver a incurrir en ellos. El Zanjón fue una claudicación derivada, esencialmente, de la falta de unidad, y como bien dices Guadarramas hoy hay bastantes zanjoneros y gente que quieren destruir esa unidad para retrotraer a Cuba al pasado capitalista. Hay que estar alertas, como pedía Julio Fucik en su Reportaje al pie de la horca. Gracias por sus atinadas reflexiones.

86

Deja tu comentario

Condición de protección de datos