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lunes, 25 de noviembre de 2024

Entre el sol y el mármol

Pensar en Martí es comprenderlo como un escalón de avance en la lucha de la humanidad por labrarse un futuro mejor en donde la ética y el sentido de la utilidad alcanzan nuevas dimensiones...

José Manuel Lapeira Casas en Exclusivo 11/02/2020
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Parada Martiana-Plaza de la Revolución
El Apóstol de la independencia debería ser para todo cubano orgulloso de su Patria. (Abel Lescaille Rabell / Cubahora)

Su mirada me aguarda desde la aparente calma de la prisión de piedra enmohecida por el paso implacable de los años. Plantada la pupila desorbitada en el mismo sitio donde una década atrás comprendí el poder fulminante de esa expresión impasible aunque las personas a mí alrededor no se fijaban en ese detalle. Para algunos no es más que una roca deformada por el capricho del hombre. Se equivocan. Ninguna cantera del mundo puede producir un pedazo de mármol que una vez esculpido contenga la estatura moral de aquel hombre y solo puede aspirar a ser una buena recreación de su legado.

La clarividencia de su voz retumba todavía en la cadencia del verso que escribió o del discurso apasionado donde invitaba a todo un pueblo a luchar por el derecho de nacer como una nación libre del yugo español. La impronta del más universal de los cubanos representa un reto constante a la inmortalidad y al ideal de república que soñó de la cual somos herederos. El Apóstol de la independencia debería ser para todo cubano orgulloso de su Patria y de la sangre que se derramó por ella una meta moral a la que aspirar o una guía a la que encomendar la fe en el mejoramiento humano y la utilidad de la virtud.

¿Qué mejor monumento al hombre inmenso que el recuerdo y la admiración diaria? Martí es precisamente ese universo infinito que sorprende a propios y a extraños cuando se descubre de soslayo la colosal onda expansiva que viene de todas partes y hacia todas partes va. Dotado del aura que desprenden las mentes virtuosas, hasta el punto que parece pertenecer a otro mundo, en el ideario martiano se encuentran los elementos de un pensador adelantado a su tiempo, que intuía el sentido de la vida en el servir a otros y en el sacrificio por hacer un bien.

No se trata de un genio enfrascado en debates filosóficos intrascendentes o de un escritor ensimismado a su mundo interno y sus conflictos, sino del humanista lúcido que entendió su existencia como el instrumento idóneo para cumplir con el deber contraído con los pobres de la tierra. Así entendió su camino para convertirse en hombre y regresó de la muerte rodeado de un halo de luz que irradia a más de un siglo de distancia.

Cualquier ultraje a esa vigencia parte de un rotundo desconocimiento de todo cuanto implica dentro del patrimonio inmaterial y los idearios de la nación. Por tanto, el acto de afrenta contra una imagen fundacional de su talante no es más que un acto envilecido por la ignorancia, el grito desesperado de los que odian y destruyen al renegar de su propia cubanía para convertirse en parte de una casta indefinida de mercenarios despojados de todo ideal y razón. Sucesos de este tipo siempre encontrará entre los hombres de decoro el mayor de los rechazos y entre los patriotas dignos una razón más para reafirmar los principios que se defienden.

Pensar en Martí es comprenderlo como un escalón de avance en la lucha de la humanidad por labrarse un futuro mejor en donde la ética y el sentido de la utilidad alcanzan nuevas dimensiones. No en balde representa la cúspide de un ideal inacabado que nos recuerda que la única solución viable a los problemas de la actualidad reside en la construcción de un mundo más humano para todos a costa de desprenderse de las barreras que dividen a los hombres. Raza hay una sola y todos sus escritos están atravesados por esta gran verdad que supo anteponer a la realidad de la época y convertirla en puntal de las máximas aspiraciones de justicia social e integración cultural de nuestro pueblo.

Veo su pupila con la dulzura e incontenible admiración que despiertan los héroes de palabra y acción. No percibo la frialdad desalmada de una piedra pulida por mero capricho. En la soledad de mis pensamientos aparecen multitud de palabras como en un ejercicio mental de asociaciones: amor, entrega, dignidad, patria, humanidad. A lo lejos se oculta el sol detrás del busto. El espectáculo de la naturaleza anuncia el final del día pero también su próximo renacimiento. El mármol se engrandece de los colores del nuevo día y por unos segundos robados a la eternidad parece recobrar la vida.


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José Manuel Lapeira Casas

Estudiante de periodismo


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