Hoy no recordaríamos que el 16 de agosto de 1952 se celebró una misa en memoria de Eduardo Chibas, el dirigente del Partido del Pueblo Cubano (PPC) Ortodoxo fallecido exactamente un año antes, en la Catedral de La Habana de no ser por un hecho relevante sucedido allí.
Unos miembros de la Sección Juvenil de ese partido comenzaron a repartir entre la multitud dos hojas mimeografiadas de tamaño 8½ por 13 y dobladas a la mitad, impresas por las dos caras como si fuera un tabloide.
Era la publicación El Acusador donde su editorialista, quien firmaba Alejandro, fustigaba tanto al tirano Fulgencio Batista como a los dirigentes de la Ortodoxia, estos últimos extraviados en bizantinas querellas que habían resquebrajado la unidad de esa organización política.
Luego, en la peregrinación al cementerio Colón se volvieron a impartir ejemplares de la publicación clandestina. Pero debido a una delación ya la policía batistiana andaba detrás de sus realizadores. Esa misma tarde los esbirros confiscaron la imprenta y una parte considerable de la edición en una casa del Vedado.
Varios jóvenes ortodoxos fueron detenidos por el aparato represivo del régimen, entre ellos, Abel Santamaría, Jesús Montané y Rául Gómez García. A Melba Hernández y otra compañera las dejaron en libertad tras unas horas de retención.
Solo dos de los editores de El Acusador se libraron de ser aprehendidos por los sicarios de la tiranía: Haydée Santamaría y Alejandro, que era el seudónimo que comenzaba a usar Fidel Castro.
HISTORIA DE EL ACUSADOR
El primer número de esta publicación salió a la calle el 1º de junio de 1952. bajo su logotipo usaba un lema: Libertad o Muerte, el mismo que los mambises enarbolaban durantes las guerras de independencia en el siglo XIX.
En la portada del número inicial se especificaba la línea editorial, acusar “a los ladrones del tesoro, a los asesinos del pueblo, […] a los que traicionan y manchan la república” y denunciar a los esbirros de la tiranía, “a los que venden como cerdos al oro corruptor, a los que le aplauden sus medidas de fuerza” a Batista.
En ese número hay una vibrante denuncia del asesinato del joven Sergio Reinó y de “la ola de terror” en marcha, pues la tiranía “se arranca la máscara y deja ver su rostro de sangre y de muerte”.
El segundo número salió a la calle en julio pero, hasta donde sabemos, no se conserva ejemplar alguno. El tercero, repartido el 16 de agosto de 1952, tuvo una edición de 10 mil ejemplares, varios de los cuales se conservan en nuestra red de bibliotecas y en centros de investigación histórica.
DOS ARTÍCULOS DE FIDEL
En este tercer número, apareció el artículo suscrito por Alejandro e intitulado “Yo acuso”. En él se definía el carácter reaccionario y criminal del régimen batistiano y se profetizaba el baño de sangre al país que este iba a llevar a cabo en los años siguientes.
Llama la atención de que Fidel en este trabajo caracterice al tirano de la siguiente forma: “Hablas de progreso y te sitúas al lado de los grandes intereses cubanos y extranjeros. Hablas, en fin, de patria y eres un perro fiel del imperialismo, criado adulón de todos sus embajadores”.
Otro artículo de impactante actualidad para el momento de su publicación fue “Recuento crítico del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), donde analizaba los errores y debilidades de la organización política, la irresponsabilidad y mediocritud de su dirigencia ante los tiempos en que se vivía.
Por ello, razona, “le ha tocado el turno a la gran masa […] esa masa inmensa del PPC está puesta de pie, más decidida que nunca”.
Afirma párrafos después: “Para los que tengan fe en las masas, para los que crean en la fuerza irreductible de las grandes ideas, no será motivo de aflojamiento y desaliento la indecisión de los líderes, porque esos vacíos serán ocupados bien pronto por los hombres enteros que salen de las filas”.
A quienes todavía creían en fórmulas electorales o se desgastaban en manifiestos baldíos que el régimen batistiano ignoraba, señaló a la lucha armada como única vía para derrocar a la tiranía: “El momento es revolucionario y no político”.
Ya el propio Fidel había agotado, meses antes, todos los recursos legales, cuando llevó al Tribunal Supremo una acusación contra el gobierno por inconstitucional, ya que había tomado el poder mediante un golpe de estado.
Los jueces, plegados al régimen ilegal, desestimaron por unanimidad la acusación alegando subterfugios jurídicos.
Ante la incapacidad de la dirigencia ortodoxa, Fidel concluía: “La Revolución abre paso al mérito verdadero., a los que tienen valor e ideal sincero, a los que exponen el pecho descubierto y toman en la mano el estandarte. A un Partido Revolucionario debe corresponder una dirigencia revolucionaria, joven y de origen popular, que salve a Cuba”.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.