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viernes, 1 de noviembre de 2024

Honda martiana frente a Goliat (+Carta)

Antiimperialismo, solidaridad latinoamericana y sentido revolucionario caracterizan la carta inconclusa del Héroe Nacional cubano a su amigo Manuel Mercado, un documento que mantiene plena vigencia...

Igor Guilarte Fong en Exclusivo 19/05/2019
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José Martí
Sin suponer que morirá al día siguiente, Martí en la carta confiesa ideas personales y propósitos al amigo mexicano que considera muy cercano.

El 18 de mayo de 1895, entre la quietud del campamento de Dos Ríos, el pensamiento anda al galope sobre un papel. José Martí aprovecha esa parada, en medio de las contingencias de la guerra, para dedicar unas letras a su “hermano queridísimo” Manuel Mercado, con quien mantiene una estrecha amistad de 20 años. En todo ese tiempo le escribió más de 130 cartas, pero esta, remitida desde la manigua insurrecta, no llegó a su destinatario, resultó ser la última y, sobre todo, la más trascendental por la hondura de sus revelaciones y alcance de sus alegorías.

Sin suponer que morirá al día siguiente, en la misiva Martí confiesa ideas personales y propósitos al amigo mexicano que considera muy cercano; y entre varias opiniones le expresa su disposición a cumplir con el deber supremo en el campo de batalla: ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.

Más adelante precisa: Por acá yo hago mi deber; es decir, la guerra necesaria que encabeza, además de buscar la soberanía de la Isla, deviene instrumento para frenar las ansias expansionistas de los Estados Unidos, que solo procura la anexión de los pueblos de nuestra América, y los desprecia. Advierte que es un problema inminente. Por eso el proyecto emancipador de su patria se convierte en eje de su estrategia continental. Es parte de su incesante persecución por lograr el “equilibrio del mundo”. Esto es muerte o vida, y no cabe errar, le dice a Mercado.

El prócer cubano se otorga la misión de David frente al gigante Goliat, y funda un método táctico y radical para oponerse a la naturaleza depredadora del Norte revuelto y brutal. Lo asume como una lucha sin cuartel. Llevada en silencio durante varios años de análisis del régimen capitalista, toda esa desconfianza por la voracidad emergente del país norteamericano no era infundada. Martí ha examinado esa sociedad en todos sus aspectos, desde el sistema político hasta la vida cotidiana, y ha comprendido las verdaderas intenciones del imperialismo yanqui desde su mismo nacimiento. Lo sentencia todo en una frase: Viví en el monstruo y le conozco las entrañas.

Asimismo, convencido de su papel no solo como organizador de la gesta libertadora y anticolonialista, sino también como guía en los basamentos y destinos de la futura República con todos y para el bien de todos, llega a afirmar: Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento. Pareciera vislumbrar su destino. La historia le daría la absoluta razón.

Escrita con pulso de carga al machete, con ímpetu de torrente desbordado y claridad de verbo encendido, la carta inconclusa de nuestro Héroe Nacional a Manuel Mercado irradia vigencia a pesar del siglo transcurrido, es letra viva, palpable en hechos reales. Al cabo de 124 años el texto sigue siendo caudal de luz, de apremiantes definiciones al servicio de la Revolución, de importantes reflexiones vinculadas a conceptos geopolíticos; aún se escucha como una voz de alerta sobre los peligros que acechan a la humanidad y, particularmente, denuncia la intervención constante de los Estados Unidos en los asuntos latinoamericanos.

Así lo evidencia el actual panorama regional, donde han cobrado auge los gobernantes títeres y serviles; donde se ha incentivado el odio, la discriminación y el desdén por los derechos humanos; donde se han agravado las medidas del gobierno estadounidense de turno con el objetivo de asfixiar —mediante bloqueos económicos, leyes extraterritoriales y planes de golpes de Estados— a los pueblos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.

El monstruo, cuyas entrañas palpó el Apóstol, se erige hoy como la superpotencia hegemónica internacional. Con tales ínfulas “cree que el mundo entero es su aldea” y busca tener bajo el dominio de sus tentáculos a naciones de todos los continentes.

Ante esa actitud manifiesta del poderoso vecino es juicioso tener conciencia del momento histórico, enarbolar como bandera el pensamiento antimperialista, humanista y de unidad contenido en aquella epístola del 18 de mayo de 1895, un documento monumental, sin dudas, escrito para todos los tiempos, y que no en vano se ha inculcado en la memoria como el testamento político de José Martí.

CARTA INCONCLUSA DE MARTÍ A SU AMIGO MANUEL MERCADO

Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895 Señor Manuel Mercado

Mi hermano queridísimo: ya puedo escribir: ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía y orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber- puesto que lo entiendo y tengo fuerzas con qué realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin. Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos- como ese de Ud. y mío,- más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión a los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de Nuestra América, al norte revuelto y brutal que los desprecia,- les abrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos. Viví en el monstruo y le conozco las entrañas,- y mi onda es la de David. Ahora mismo, pues días hace, al pie de la victoria con que los cubanos saludaron nuestra salida libre de las sierras en que anduvimos los seis hombres de la expedición catorce días, el corresponsal del Herald, que me sacó de la hamaca en mi rancho, me habla de la actividad anexionista, menos temible por la poca realidad de los aspirantes, de la especie curial, sin cintura ni creación, que por disfraz cómodo de su complacencia o sumisión a España, le pide sin fe la autonomía de Cuba, contenta solo de que haya un amo, yankee o español, que les mantenga, o les cree, en premio de oficios de celestinos, la posición de


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Igor Guilarte Fong

"Un periodista que piensa, luego escribe"


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