José Antonio Echeverría Bianchi vino al mundo en la ciudad de Cárdenas, el 16 de julio de 1932, en plena lucha antimachadista. Nació en la urbe donde por vez primera fuera izada la bandera cubana y desde niño bebió de las enseñanzas patrióticas de su querido terruño natal, las que asimiló de manera brillante, puestas de manifiesto en una trayectoria revolucionaria excepcional.
Fue el primer hijo del matrimonio de Antonio Echeverría González y Concepción Bianchi Tristá. Su primera enseñanza la cursó en el colegio de los Hermanos Maristas y los estudios secundarios en el Instituto de Segunda Enseñanza de su ciudad natal.
Fue José Antonio un enamorado de los deportes: participó en los equipos de baloncesto del Instituto y también en natación y remos en la cercana playa de Varadero. También mostró dotes para la pintura, una habilidad que condicionará su vocación por los estudios de Arquitectura.
Poseía un carisma que atraía. Esa cualidad innata, unida a sus buenos resultados docentes, hace que sea designado para pronunciar el discurso de graduación. Con 18 años se matricula en la escuela de Arquitectura en la Universidad de La Habana. Corre el curso académico 1950-1951.
A partir de entonces, el Gordo, como le conocen sus allegados, por su complexión física tendente a la obesidad, o Manzanita, por el color de su cara, que enrojecía cuando se exaltaba, comienza a escribir una página indeleble dentro de la historia de la Federación Estudiantil Universitaria.
José Antonio estuvo entre los primeros que se opusieron al golpe de Estado de Fulgencio Batista, y desde la ciudad Cárdenas, donde pasaba el fin de semana con sus padres, marchó de inmediato a la Universidad en busca de armas para enfrentar al cuartelazo. Luego participaría en la famosa Jura de la Constitución de 1940 y también en la manifestación estudiantil del 15 de enero de 1953, en la que fuera mortalmente herido el estudiante Rubén Batista Rubio, primer mártir contra la tiranía.
Echeverría recibió con beneplácito las acciones del 26 de julio de 1953, declarándose desde entonces un ferviente admirador de Fidel Castro. Años más tarde, el 30 de agosto de 1956, firmaría con el fundador del M-26-7 la famosa Carta de México. Por entonces era ya el líder indiscutido de la FEU.
Al ser elegido al frente de los estudiantes universitarios cubanos, la lucha contra la dictadura batistiana adquirió nuevas dimensiones: “El movimiento universitario entra así en la etapa más importante de la lucha. Sus acciones han de pasar a la historia de nuestra Revolución. La memoria de Mella y de Guiteras será rescatada por el estudiantado revolucionario, que bajo la dirección de José Antonio se lanzará al combate frontal contra la tiranía”, afirma Julio García Olivera en su libro José Antonio Echeverría: la lucha estudiantil contra Batista.
Sería la FEU de José Antonio quien organizaría en el marco del I Festival Universitario del Arte la presentación del Ballet de Alicia Alonso, quien el 4 de agosto de 1954 interpretó El lago de los cisnes en el estadio universitario.
Y sería ese mismo estudiantado, con Echeverría al frente, el que se lanzaría al estadio de pelota del Cerro, hoy Latinoamericano, portando una enorme pancarta en protesta a los asesinatos del régimen. Suceso televisado para todo el país, el 4 de diciembre de 1955, y que llevó una vez más a José Antonio a la cárcel y a ser golpeado de manera salvaje.
El 24 de febrero de 1956 funda el Directorio Revolucionario, y como líder de esa organización se compromete a apoyar el desembarco de Fidel y sus hombres en Cuba. De igual forma, organiza, prepara y dirige la acción heroica del 13 de marzo de 1957, día en que se intentó ajusticiar al dictador, y en la que muriera, apenas minutos después de haber leído en Radio Reloj su histórica alocución al pueblo de Cuba, en la que anunciaba la muerte del tirano en su propia madriguera del Palacio Presidencial.
Pero las luchas de José Antonio Echeverría traspasaron los estrechos marcos universitarios. No era solo atacar al tirano desde las filas estudiantiles. Por sobre todo se necesitaba hacer una profunda Revolución con el apoyo de los obreros y de los campesinos; del pueblo en general; de ahí su participación activa en la Huelga Azucarera de diciembre de 1955.
La labor unitaria del presidente de la FEU resultó esencial en aquellos años duros, así como su comprensión de la necesidad de la insurrección armada. De igual manera, supo José Antonio aquilatar las cualidades de Fidel Castro y asumir la urgencia de unir a ambas fuerzas revolucionarias. Lo que materializó en la Carta de México.
Su concepción acerca de la Revolución quedó expuesta en el Manifiesto al Pueblo de Cuba, publicado en la edición clandestina de la revista Alma Mater, en marzo de 1956: “La Revolución es el cambio integral del sistema político, económico, social y jurídico del país y la aparición de una nueva actitud psicológica colectiva que consolide y estimule la obra revolucionaria”.
Recién acaba de finalizar el 9.o Congreso de la FEU, y de nuevo la palabra vibrante de José Antonio se volvió a escuchar entre los jóvenes universitarios de hoy. Esta vez, a través de su legado, de su ejemplo, de su sacrificio patrio. Su muerte, como la de los buenos, no fue en vano.
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