En la tarde del 12 de agosto de 1959 el sacerdote Ricardo Velazco Ordóñez, enviado especial del sátrapa dominicano Rafael Leónidas Trujillo, llegó en un C47 de ese país al aeropuerto de Trinidad.
Lo recibió en la pista Filiberto Olivera, quien según ciertos rumores encabezaba una sublevación contrarrevolucionaria en esa ciudad. Un grupo de campesinos armados asistía al encuentro.
“Tengo tomada la carretera de Guao hasta Trinidad y por la de Trinidad a Sancti Spíritus llego a Banao para poder dividir la república en dos y avanzar sobre Santa Clara y La Habana”, informó Olivera, quien pidió ayuda en asesores y armas.
El cura sonrió complacido: “Bueno, me voy para Santo Domingo, después te daré respuesta”.
Antes de subir al avión, Velazco repartió entre los presentes rosarios y medallas. La tropa comenzó a aplaudir y dar vivas a Trujillo. Años después Olivera confesaría a un periodista: “Por un momento llegué a encabronarme porque aquello parecía tan real que pensé le estaban dando vivas de verdad”.
En realidad ni Olivera ni los supuestos campesinos armados eran traidores a la Revolución, sino personajes de una dramaturgia ideada por Fidel para neutralizar la conspiración trujillista, la primera gran conjura contrarrevolucionaria para derrocar al gobierno del pueblo y para el pueblo.
SE GESTA LA CONJURA
En el plan sedicioso, perfilado por la CIA y el tirano Trujillo,la operación principal se centraba en Trinidad, donde se sublevarían tropas rebeldes procedentes del Segundo Frente Nacional Escambray (SFNE), con el apoyo de un desembarco aéreo de mercenarios pagados por el sátrapa dominicano.
Simultáneamente exmilitares batistianos y contrarrevolucionarios infiltrados en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) atacarían y tomarían las principales estaciones de policía en La Habana, así como otras unidades en Pinar del Río, Villa Clara y Camagüey, la Base de Infantería de la Marina Granma y el Cuartel de San Ambrosio.
Otro grupo de complotados tomaría el Presidio Modelo, en Isla de Pinos, con la ayuda de un desembarco de mercenarios procedentes del exterior, y liberaría a los criminales de guerra que cumplían penas allí.
Figura clave en la conspiración era William Morgan,comandante del SFNE, a quien desde febrero de 1958, según investigaciones de los historiadores Pedro Etcheverry y Andrés Zaldívar, la CIA utilizaba para convertir a esa organización en una alternativa militar a Fidel y el Ejército Rebelde.
De acuerdo con estos historiadores, por distintas vías las autoridades cubanas conocieron los hilos de la conjura. Bajo la dirección de Fidel se puso en marcha una singular operación en el terreno militar, diplomático y de contrainteligencia. Morgan, ante la posibilidad de haber sido descubierto, decidió informar a la dirección de la Revolución sobre la situación en que se hallaba involucrado.
EL FIN DE LA CONJURA
Un titular del periódico Revolución, en su edición del 10 de agosto de 1959, reportaba el arresto en todo el país, desde tres días antes, de numerosos contrarrevolucionarios, entre los que se encontraban cerca de un millar de miembros de los antiguos ejército y policía batistianos.
Llamaba la atención que entre los conspiradores estaban varios latifundistas afectados por la ley de Reforma Agraria. A uno de ellos, el politiquero camagüeyano Arturo Hernández Tellaeheche, la CIA le había obsequiado el cargo de “presidente provisional” del futuro gobierno contrarrevolucionario. Entretanto, el tirano Trujillo, desinformado por la dramaturgia ideada por Fidel, envió el 13 de agosto a Trinidad otro avión de la fuerza aérea dominicana con once asesores y un gran cargamento de armas.
Lamentablemente se originó un tiroteo en el que perdieron la vida, además de dos trujillistas, tres revolucionarios: Eliope Paz, Frank Hidalgo Gato y Oscar Reytor. Cuentan que uno de los asesores del sátrapa, al ver en el teatro de operaciones a Fidel, Camilo, Almeida y Celia, se desmayó.
En la noche del 14 de agosto, Fidel explicó por televisión al pueblo todos los detalles de la conjura y alertó que no solo Trujillo estaba involucrado en ella, sino también grandes intereses económicos foráneos junto con los elementos batistianos desplazados del poder por la Revolución.
Incluso, subrayó que, extrañamente, la programada sublevación de los conspiradores coincidía con la reunión continental de cancilleres que entonces se celebraba en Chile, en cuyo marco la tiranía trujillista pretendía acusar a Cuba de promover insurrecciones y guerrillas en América Latina.
La dirección de la Revolución decidió que Fidel no viajara a ese evento en el país austral. Raúl viajó allí en representación de Cuba y mostró ante el cónclave y el mundo las pruebas documentales de la participación de tirano Trujillo en la conjura.
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