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jueves, 31 de octubre de 2024

La Gran Guerra Patria (VI)

La Historia casi siempre es contada desde una sola parte. A veces cada parte cuenta su propia historia y a veces alguna de las partes distorsiona la historia...

Manuel Segovia en Agencia Latinoamericana de Información 24/04/2014
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Hoy existen corrientes revisionistas que intentan restar importancia a la heroica e inmensa hazaña del pueblo y ejército soviéticos en los años de la Segunda Guerra Mundial. No es solamente por el precio en vidas humanas que aportó la Unión Soviética en la contienda, el más alto, que se valora más a la Gran Guerra Patria. Es, además, invaluable su hazaña de liberar a otros pueblos de Europa, barrer el fascismo y, sobre todo, lograr la supervivencia del primer Estado socialista sobre la Tierra.

Hasta 1944 el frente germano-soviético de la guerra fue el más crudo y violento. El ejército nazi había invadido rápida y fácilmente los países europeos. Algunos gobiernos se plegaron a las exigencias de Hitler. El francés instaló en la ciudad de Vichy su gabinete pro fascista, aunque esto no quita que existiera una resistencia interna organizada. España estaba del lado de Hitler, igual que Italia. Países como Bélgica y Holanda fueron ocupados rápidamente e Inglaterra soportaba los bombardeos diarios, mientras que las naciones balcánicas y las del eximperio austro-húngaro se debatían entre sumisión y movimientos guerrilleros.

Para Berlín no constituía un gran esfuerzo ni significaba sufrir grandes pérdidas mantener al continente a raya, incluso la parte europea soviética. Sólo después del viraje que comenzó con la rendición del 6to ejército del Mariscal Paulus en Stalingrado y la ofensiva en el Arco de Kursk vio Hitler que la situación había cambiado radicalmente. Pero no solo el führer se percató de esto. Los aliados también se dieron cuenta del asunto y una reiterada y dilatada prometida ayuda a los soviéticos, que consistía en la apertura de un segundo frente de guerra, por fin llegó a materializarse.

El famoso “Día D” del comienzo de la operación aliada fue programado para un desembarco sin precedentes en la costa francesa de Normandía. Tropas norteamericanas, ingleses y de otros países comenzaban así sus operaciones en territorio ocupado por el ejército nazi.

El 6 de junio de 1944 más de 5 mil naves y 1 200 aviones transportaron a 160 mil soldados, apoyados en el desembarco por otros miles de paracaidistas que habían sido lanzados el día anterior en la retaguardia enemiga. Los aliados contaban con carros anfibios y de desembarco y armamento especialmente diseñados para la ocasión. Para poder tener éxito en la operación la contrainteligencia británica desarrolló un plan mediante el cual desinformó a la inteligencia alemana. Creó bases aéreas ficticias con maquetas de aviones de madera y cartón que hicieron pensar a los espías nazis que se estaba produciendo una concentración de medios para atacar Francia por su costa noroccidental.

Once meses antes, los aliados habían invadido Sicilia y avanzado hacia el norte de Italia gracias también a otra operación de engaño llamada Mincemeat (“carne picada”). El servicio de inteligencia inglés preparó el cadáver de un mendigo vistiéndolo de oficial con cierto rango elevado. Lo proveyeron de falsos documento personales, incluidas fotos de una supuesta novia, entradas para el teatro y alguna que otra factura por pagar. También incluyeron dos cartas personales de altos jefes del Estado Mayor del ejército británico dirigidas a otros tantos generales que se encontraban en el norte de África. En estas misivas se mencionaba que se planificaba un ataque a Grecia y a las islas de Córcega y Cerdeña. Y una de las genialidades de la operación consistió en colocar en el maletín unido al cadáver por una fina cadena, una tercera carta donde se mencionaba que prepararían un engaño simulando un ataque a la isla de Sicilia, cuando en realidad esto sería lo que sucedería. La inteligencia nazi cayó en la trampa. El cadáver rescatado del agua luego de un simulado accidente de aviación salvó miles de vidas.

Retomando el día D, el 25 de agosto por fin, después de varios meses de intensos combates, las tropas aliadas desfilaron por París liberado. El 25 de julio, mientras tanto, el Ejército Rojo ya había rescatado Varsovia y seguía avanzando hacia el oeste. Era hora de detenerlo, pensaron los líderes de Estados Unidos e Inglaterra.

La estrategia de los aliados de dejar que el ejército soviético se desangrara en el enfrentamiento bilateral con el ejército alemán de pronto debió cambiar, y a toda prisa. Poderosos intereses políticos y económicos estaban en juego si Moscú lograba llegar hasta el río Sena, en Francia. Se apresuraron pues a impedir que la ideología marxista se expandiera por Europa y para ello pusieron todo su empeño. Lograron pasar la frontera alemana a tiempo para llegar a las orillas del Rin justo cuando los generales Konstantín Rokossovsk y Gueorgui Zhúkov planificaban la última batalla. El general norteamericano Dwight “Ike” Eisenhower (Presidente de 1953 a 1961) planeó cortar Alemania en dos y para ello dirigió sus tropas hacia la ciudad de Dresde, mientras que el general británico Bernard Montgomery debía cortar el paso del Ejército Rojo a Dinamarca y dirigir una fuerza más pequeña hacia Austria.

Evidentemente se combatía contra el fascismo, pero a la vez no se quería dar posibilidad a que las ideas marxistas se expandieran por Europa. En realidad, lo que estaba ocurriendo era que nuevas tensiones estaban comenzando a fragmentar la otrora fuerte alianza de compañeros de guerra. De todas maneras, el ejército soviético entró en Berlín y fue la bandera roja la que se izó en la cúpula del Reichstag, edificio del Parlamento. Luego la capital alemana fue fragmentada en cuatro porciones en el período post guerra, para dar paso a Berlín oriental y Berlín occidental.

La apertura del Segundo Frente ayudó a terminar con una guerra que prácticamente estaba ya ganada por el Ejército Rojo, aunque pudiera haberse extendido un poco más de tiempo. El temor al socialismo hizo que Estados Unidos y Reino Unido, que hasta cierto momento miraban el duelo desde las gradas, se lanzaran al ruedo. Costó casi un millón de vidas a estas naciones, entre civiles y militares. Un precio alto, sin lugar a dudas, que se suma a los más de 22 millones de seres humanos que pagó la Unión Soviética. Pero como ya he explicado, lo más importante fue la eliminación del fascismo, una ideología racista, antisemita, colonialista, militarista y totalitaria.

Hoy asoman, sobre todo en Europa, nuevas formas de esta nefasta ideología. Por ello, minimizar el protagonismo soviético en la Segunda Guerra Mundial, las enseñanzas de la Gran Guerra Patria, e intentar cambiar la Historia, no se debe permitir. La apertura del Segundo Frente por parte de los ejércitos aliados ayudó significativamente a salvar millones de vidas y a acortar la guerra, pero no decidió su desenlace.


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Manuel Segovia


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