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domingo, 24 de noviembre de 2024

La Jura de la Constitución del 40: reivindicación necesaria

El Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 rompió el ritmo constitucional de la República y echó por tierra los anhelos democráticos de un pueblo reflejados en la Constitución de 1940...

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 07/04/2022
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Constitución del 40
Entre los que participaron en el entierro y jura de la Constitución de 1940 estuvieron jóvenes revolucionarios que tendrían luego una actuación relevante en las luchas contra el batistato (Foto: Vrerde Olivo).

Cercano estaba el mes de junio de 1952 para las nuevas elecciones presidenciales y aunque el líder ortodoxo Eduardo Chibás ya no vivía, el pueblo cubano depositaba sus esperanzas en el Partido por él fundado y en su sucesor, el abogado Roberto Agramonte, quien, si bien no tenía su carisma ni proyecciones políticas, era la figura política con más opciones de ganar la presidencia de la República.

Sin embargo, la madrugada del 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista, el hombre que de sargento había pasado a coronel y de 1940-1944 había sido presidente constitucional, dio un artero Golpe de Estado y de nuevo las botas se adueñaron de Colombia y de la República; todo ello, con el apoyo de la embajada yanqui en La Habana y del gobierno norteamericano del presidente Eisenhower.

Rápidamente los partidos políticos de oposición se plegaron al golpe, incluido el Ortodoxo de Roberto Agramonte. Sin embargo, los jóvenes universitarios  de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) no lo aceptaron y desde el primer día se opusieron a la dictadura batistiana.

Uno de los primero actos del régimen fue abolir la Constitución de 1940 y en su lugar aprobar unos espurios Estatutos Provisionales, quienes legitimaban el Golpe de Estado y aseguraban a Batista en el poder.

Por ello, la respuesta de los estudiantes universitarios no se hizo esperar y protagonizaron uno de los primeros actos de repudio al cuartelazo, conocido en nuestra historiografía como la Jura y Entierro de la Constitución de 1940; la Ley de Leyes aprobada de manera democrática por nuestro pueblo y cuyos artículos la hacían considerar entre las más avanzadas del continente americano.

Si al aprobarse, los estudiantes universitarios la habían aclamado e incorporando en su carné de la FEU, la estampa: «Le Juro lealtad a la Constitución de la República de Cuba, de 1940», ahora le prepararon un entierro simbólico en alusión a su muerte como Carta Magna decretada por la dictadura.

Los hechos comenzaron a gestarse en los primeros días de abril de 1952 –hace ahora 70 años-, por ello, la mañana del 2 de abril no fue como otra cualquiera, pues marcó el inicio del velorio simbólico de la Constitución de 1940.

Ese día, en el centro de la escalinata estaba el ataúd, donde yacía un ejemplar de la Carta Magna, acompañado de coronas de flores, cual mudos testigos de la condolencia pública, junto a una guardia de estudiantes que escoltaban el féretro.

Tras la exhibición durante días del cadáver constitucional, pues realmente era letra muerta, el domingo 6 de abril los estudiantes universitarios salieron en peregrinación por la calle San Lázaro hasta el Rincón Martiano, hoy Fragua Martiana, con el fin de darle allí simbólica "sepultura" e intentar revivirla ante el busto de José Martí.

Entre los que participaron en el entierro y jura de la Constitución de 1940 estuvieron jóvenes revolucionarios que tendrían luego una actuación relevante en las luchas contra el batistato.

Portando la bandera cubana, estuvo el joven Raúl Castro Ruz, de lo cual existe una foto que lo eterniza en el recuerdo de ese simbólico acto de protesta. También escoltando el féretro, y participando en la inhumación del cadáver constitucional, estuvieron José Antonio Echeverría, Álvaro Barba y Juan Pedro Carbó Serviá.

No puede faltar en esta relación, el nombre de Armando Hart Dávalos, por entonces estudiante del 5to año de la carrera de Derecho, quien partió de la escalinata universitaria, junto a los otros revolucionarios, con el texto de la Constitución en su pecho.

El hecho histórico en su simbolismo resultó un acto de protesta pacífico contra la dictadura y evidenció una oposición estudiantil que brotó desde el propio 10 de marzo de 1952 y que de manera progresiva iría adquiriendo mayores dimensiones hasta desencadenar en una lucha abierta y de carácter violento, que costaría no pocas vidas, incluidas las de algunos de los participantes en dicha jura y entierro de la Constitución del 40.Con los meses, la lucha se radicalizaría y llegado el año 1953, del Centenario del Apóstol, tendrían lugar la Marcha de las Antorchas y los sucesos gloriosos del domingo 26 de julio, el motor pequeño que echaría andar el grande de la Revolución.


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Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy


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