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martes, 5 de noviembre de 2024

La utilidad del deber de un hombre

José Martí redactó el Manifiesto de Montecristi, un programa para la Guerra Necesaria que llega hasta nuestros días…

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 25/03/2018
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José Martí en el parque de Cienfuegos
Hoy, cuando han transcurrido 123 años del Manifiesto de Montecristi, sus ideas emancipadoras y latinoamericanistas mantienen plena actualidad. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

El 25 de marzo de 1895 fue uno de los días más intensos en la vida de José Martí. Escribió tres de sus más memorables cartas: a la madre, a María Mantilla, y a su amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal.

Y, por si fuera poco, redactó, junto a Máximo Gómez, el famoso Manifiesto de Montecristi, convertido en la plataforma programática de la Revolución de 1895 y cuya trascendencia rebasó su época para llegar a la nuestra con plena vigencia.

A Doña Leonor, autora de sus días, le dice: “El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre”.

En tanto, le escribe a María Mantilla y Carmen Miyares: “Salgo de pronto a un largo viaje (…). Las abrazo muchas veces sobre mi corazón. Una carta he de recibir siempre de ustedes, y es la noticia, que me traerán el sol y las estrellas, de que no amarán en este mundo sino lo que merezca amor (…)”.

Mientras, a su amigo Henríquez y Carvajal le revela el destino de su vida, la razón fundamental que le ha permitido sobreponerse a tantas penurias y desventuras: “Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Para mí la patria no será nunca triunfo, sino agonía y deber. Ya arde la sangre. Ahora hay que dar respeto y sentido humano y amable, al sacrificio; hay que hacer viable, e inexpugnable, la guerra (…)”

De dónde sacó tiempo para tanto es difícil dilucidarlo a ciencia cierta. Se sabe que el Manifiesto lo escribió de un tirón y lo firmó junto a Máximo Gómez, para refrendar, con la rúbrica de ambos, la voluntad de los cubanos de hacer una guerra generosa y breve, de espíritu democrático, y continuidad de la iniciada por Carlos Manuel de Céspedes en Yara.

Realmente, asombra tanto talento reflejado en un documento programático. En el llamado del Partido Revolucionario Cubano a Cuba, conocido popularmente por el lugar de República Dominicana donde fuera escrito, quedaron reflejados años de luchas y meditaciones; de incomprensiones y fracasos, pero, sobre todo, quedaron refrendadas las aspiraciones de un pueblo deseoso de ser libre por sus propios esfuerzos y fundar una República basada en el trabajo honrado de todos sus hijos.

Allí, en esas cuartillas, con la letra menuda y nerviosa de José Martí, quedaron atrapados 15 años de lucha incesante en la emigración dedicados a unir lo diverso y lo disperso y a tejer las redes seguras de la conspiración en Cuba. Y también quedó asida la clarividencia de un genio político que se adelantó a su tiempo y escribió para el nuestro.

“La revolución de independencia, iniciada en Yara después de preparación gloriosa y cruenta, ha entrado en Cuba en un nuevo período de guerra, en virtud del orden y acuerdos del Partido Revolucionario en el extranjero y en la Isla, y de la ejemplar congregación en él de todos los elementos consagrados al saneamiento y emancipación del país, para bien de América y del mundo”.

Martí, la figura política más descollante de la segunda mitad del siglo XIX latinoamericano, empleó además su elegancia inconfundible en el lenguaje, con párrafos aleccionadores donde rechazaba, negando, todo lo que no quería para la Revolución que había convocado y que había estallado en Cuba un mes atrás, el 24 de febrero de 1895.

La guerra para Martí y Gómez, representante uno del PRC, en su condición de Delegado, y el otro, como General en Jefe, no era el insano triunfo de un partido cubano sobre otro; tampoco era la tentativa caprichosa de una independencia más temible que útil, ni mucho menos era contra el español, ni contra el negro; al contrario.

Para ambos líderes era una guerra que convocada por el PRC declaraba su fe en que la Revolución hallaría formas que le asegurasen en la unidad y vigor indispensables a una guerra culta, “el entusiasmo de los cubanos, la confianza de los españoles y la amistad del mundo”.  

Hoy, cuando han transcurrido 123 años del Manifiesto de Montecristi, sus ideas emancipadoras y latinoamericanistas mantienen plena actualidad, al ser valladar de aquellas otras hegemonistas que se intentan revivir con la doctrina Monroe y el Destino Manifiesto.

Martí vive en sus ideas, y el Manifiesto firmado en Montecristi cobró nuevos bríos en el Programa del Moncada y ahora, cuando nuevas amenazas nos acechan, estará presente en la Cumbre de las Américas y en el sueño bolivariano y martiano de la unidad integracionista latinoamericana.

“Desde sus raíces se ha de constituir la patria con formas viables, y de sí propia nacidas, de modo que un gobierno sin realidad ni sanción no la conduzca a las parcialidades o a la tiranía”.


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Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy


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