El ambiente estuvo bien cargado aquí los días previos al inicio de la batalla por la liberación de esta ciudad, acosada por las fuerzas de la tiranía que sabían que un cerco mortal se les venía encima.
La población conocía, en parte, de la exitosa ofensiva del Ejército Rebelde y de la columna que, bajo el mando del inolvidable Comandante Ernesto Che Guevara, aproximadamente, en 12 días tomaron más de 40 posiciones situadas en 17 poblados, entre cuarteles y puestos de la Guardia Rural, Policía y la Marina.
Tras la liberación de Placetas se intuía que estaba cerca el ataque a Santa Clara, y la soldadesca temerosa estaba presta a reprimir, sin miramientos, a la población civil. Andaba en zafarrancho de combate, por aquí y por allá, alardeando de lo que no tenía: valor.
Se fue rápido
El día 26 de diciembre, el dictador Batista envió al general José Eleuterio Pedraza para apreciar la situación en el terreno e intentar levantar la moral del ejército. Solo que ya era demasiado tarde.
En el Regimiento Leoncio Vidal, Pedraza se dirige a la soldadesca y le pide restablecer la ley, el orden y, de paso, alardea de su bravura.
Después del discurso recorrió algunas calles de Santa Clara y se mostró en lugares públicos, obviamente, para infundir valor a la tropa y provocar un estado de opinión favorable.
Pero bicho al fin y al cabo, en cuanto pudo se marchó para La Habana, e instaló su puesto de mando en la torre de control del aeropuerto de Columbia. Bien lejos del fuego y las balas, como era de esperar.
Inminente ataque
El 27 de diciembre ya los esbirros se habían refugiado en sus madrigueras. Si antes lo habían vislumbrado, en ese momento sabían que les había llegado la hora.
En la fría madrugada del 28, el Comandante Ernesto Guevara, utilizando una vereda, llegó desde Placetas hasta la Universidad Central de Las Villas. Al fin estaba a las puertas de la urbe.
La batalla de Santa Clara mostró cómo el Guerrillero Heroico aprovechó hasta el mínimo fallo de un ejército desmoralizado, corrupto, huidizo para el combate y presto siempre a masacrar a los indefensos.
Los rebeldes avanzaron hacia el interior de la ciudad para rodear a las fuerzas enemigas en los cuarteles y otras posiciones en las cuales se habían refugiado.
Según un estudio que hizo una reconstrucción histórico-militar de la Batalla de Santa Clara, el Che llevó el asalto al nivel de insurrección popular y empleó la propaganda como arma fundamental para desmoralizar a las fuerzas que iba a atacar. Lo hacía mediante volantes y altoparlantes.
Vale recordar que durante los cuatro días de la batalla, muchísimas personas les abrieron sus casas a los combatientes rebeldes. Además les dieron alimentos y medicinas, y les permitieron romper paredes para facilitarles el avance hacia algunos lugares estratégicos.
En la ciudad se levantaron barricadas con la utilización de equipos pesados para restringir el empleo de los blindados, que fueron atacados con cocteles molotov.
La audaz y perspicaz decisión de ordenar a las tropas de modo que se pegaran lo más posible a las posiciones enemigas, permitió contrarrestar la efectividad de la aviación de la dictadura.
La estrategia desarrollada por el Comandante Ernesto Guevara, junto a la bravura del Ejército Rebelde y el apoyo de la población, facilitaron el triunfo a pesar de la superioridad en hombres y armamentos del enemigo que, como afirmamos hace años desde de estas mismas páginas, no se rindió, fue vencido.
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