Desde hace poco más de medio siglo, los pueblos del Sur de nuestro hemisferio no han dejado pasar por alto estos días de abril, en que se arriba a cada nuevo aniversario de la victoria militar de los cubanos en las arenas de Playa Girón contra tropas mercenarias armadas y entrenadas por los Estados Unidos.
Y no se trata de un asunto meramente episódico, emotivo o simbólico.
El hecho es que aquel triunfo de un joven estado independiente y de una aún en pañales revolución popular en pleno epicentro del huracán imperialista derrumbó más de un mito remachado por el enemigo en las mentes de la gente para frenar toda esperanza de cambio.
De manera que los episodios de Girón, junto con el desastre bélico que supuso para el aparato agresivo y subversivo imperialista, impulsó también otra visión entre nuestros pueblos en torno al alcance y vigor de sus propias fuerzas. Y es que no ya no se podría hablar a la ligera de un enemigo imbatible, por poderoso que fuese.
Lo cierto es que la lucha del pueblo cubano en su más reciente etapa de liberación nacional había resultado un golpe contundente contra otro tótem clásico de la propaganda imperial, aquel que proclamaba la imposibilidad de enfrentar y vencer a un ejército profesional con el padrinazgo y el apoyo a manos llenas procedente de los Estados Unidos.
Así, las batallas en los frentes guerrilleros y la clandestinidad hasta enero de 1959 lanzaron por tierra semejante dogma.
Apenas dos años después, la guerra regular contra un ejército creado en los cuarteles gringos y su aplastamiento en apenas setenta y dos horas en las arenas de Playa Larga y Playa Girón por las tropas populares ponía en jaque otro de los altares propagandísticos de la dominación foránea: “no hay proceso progresista que avance contra la voluntad de Washington.”
Así que derrotar a considerables fuerzas militares opuestas y echar mitos imperiales al suelo son dos méritos clave de la más reciente etapa de lucha de los cubanos por su independencia en el contexto hemisférico.
Desde aquellos días de abril de 1961, por tanto, no les falta la razón a los que aducen que “los pueblos latinoamericanos fueron un poco más libres”.
No puede olvidarse que, apenas siete años antes de los episodios de Playa Girón, una invasión militar mercenaria con apoyo norteamericano había derrocado por la fuerza al gobierno progresista de Jacobo Arbenz, en Guatemala, para arrancar de raíz aquel experimento político, considerado enemigo de los intereses de la Casa Blanca.
Y tocaría a Cuba entonces, armas en mano, saltar el muro y abrir los horizontes nuevamente.
Se trata pues, de los grandes aportes políticos y solidarios que puede exhibir la Isla, y que permanecen como avanzada de los cambios que hoy se desarrollan a escala regional.
Transformaciones que, aunque debidamente ajustadas a su tiempo, a su momento histórico y a la realidad concreta de cada nación, tienen en su sustrato la confirmación histórica de un propósito revolucionario común.
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