//

viernes, 1 de noviembre de 2024

Mariana Grajales: “Como de la raíz del alma”

El pesar de José Martí por el fallecimiento de la insigne patriota, la recuperación de sus restos y los honores tributados en tierra cubana a la gran mujer, madre y patriota...

Argentina Matilde Jiménez Rodríguez en Exclusivo 30/03/2015
0 comentarios

Profundo tocaron las fibras más íntimas de Antonio Maceo las líneas de condolencia enviadas a él por José Martí, con fecha 15 de diciembre de 1893, cuando supo del fallecimiento de Mariana, a quien tanto admiró: “En Patria digo lo que me sacó del corazón la noticia de su muerte: lo escribí en el ferrocarril, viniendo de agenciar el modo de que le demos algún día libre sepultura, ya que no pudo morir en su tierra libre: ese, ese oficio continuo por la idea que ella amó, es el mejor homenaje a su memoria. Vi a la anciana dos veces, y me acarició y miró como a hijo, y la recordaré con amor toda mi vida”.

Otro artículo en Patria está dedicado a la madre de los Maceo, el 12 de diciembre de 1893. En este expresa: “Con su pañuelo de anciana a la cabeza, con los ojos de madre amorosa para el cubano desconocido, con fuego inextinguible, en la mirada y en el rostro todo, cuando se hablaba de las glorias de ayer, y de las esperanzas de hoy, vio Patria, hace poco tiempo, a la mujer de ochenta y cinco años que su pueblo entero,  de ricos y de pobres, de arrogantes y de humildes, de hijos de amo y de hijos de siervo, ha seguido a la tumba, a la tumba en tierra extraña (…).  “Los cubanos todos, dice una carta a Patria, acudieron al entierro, porque no hay corazón de Cuba que deje de sentir todo lo que esa viejita querida, a esa viejita que le acariciaba a usted las manos con tanta ternura. (…)  Recuerdo que cuando se hablaba de la guerra en los tiempos en que parecía que no la volveríamos a hacer, se levantaba bruscamente, y se iba a pensar sola: ¡y ella, tan buena, nos miraba como con rencor! muchas veces, si me hubiera olvidado de mi deber de hombre, habría vuelto a él con el ejemplo de aquella mujer. (…)Patria, en la corona que deja en la tumba de Mariana Maceo, pone una palabra: ¡Madre!”.

Mas, tanto lo conmovió su partida definitiva que volvió a deslizar su pluma y publicó el 6 de enero de 1894 otro artículo en la misma publicación, que en su primer párrafo dice: “¿Qué, sino la unidad del alma cubana, hecha en la guerra, explica la ternura unánime y respetuosa, y los acentos de indudable emoción y gratitud, con que cuantos tienen pluma y corazón han dado cuenta de la muerte de Mariana Grajales, la madre de nuestros Maceo? (…) ¿Qué había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa humilde mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre, qué decoro y grandeza hubo en su sencilla vida, que cuando se escribe de ella es como de la raíz del alma, con suavidad de hijo, y como de entrañable afecto?”.

Y la menciona de nuevo en una carta respuesta a Maceo desde Nueva York, el 20 de abril de 1894, para aclararle dudas respecto a lo que le han dicho sobre su participación en la Guerra del 95. Le puntualiza que él es imprescindible a Cuba, en cuyos campos espera que pueda llamarlo hermano, y termina la misiva con las siguientes palabras: “¿No me acarició su madre como a hijo? ¿No me ha llamado públicamente su hijo?”.

REPATRIACIÓN DE LOS RESTOS

Pasarían tres décadas antes de cumplirse el sueño de Mariana de volver a su patria y de Antonio Maceo y Martí de darle “libre sepultura”. Intentos se realizaron en la isla para trasladar sus restos hacia su suelo querido. Algunos consideraban sería infructuoso buscarlos después de 30 años, además de innecesario y costoso. Triunfó la petición de un grupo de patriotas que persistieron en el empeño.  El 14 de marzo de 1923, la Cámara Municipal de Santiago de Cuba aprobó una moción, mediante la cual accedía a lo solicitado y crearon una comisión con personalidades de esa ciudad para llevar a cabo dicho propósito.

Entre sus integrantes estaba la única sobreviviente de los descendientes de Mariana, Dominga, cinco de sus nietos y Antonio Regüeiferos, el hijo mayor de Fructuoso en primeras nupcias. El 18 de abril del mismo año zarpaba rumbo a Kingston el guardacostas Baire, en busca de sus huesos sagrados.

¿Recordaría Dominga la travesía con su madre hacia el destierro cuarenta y cinco años antes? Es probable. Verla tan triste y con el alma adolorida por tanto sufrimiento y sangre derramada, son vivencias inolvidables.

HONORES MERECIDOS

Llega la comisión a Jamaica y, tras varias gestiones, el consulado cubano en la capital del país vecino consiguió el permiso de exhumación y obtuvo el certificado de defunción. La contribución de un humilde hombre, el sepulturero del cementerio Saint Andrew´s, Cecil Phillip, fue decisiva en la localización de la tumba de la venerable anciana.

Él indicó el lugar exacto donde la enterraron y expuso que en muchas ocasiones vio a su hijo Marcos Maceo visitar el sepulcro, el cual, a pesar del tiempo transcurrido, conservaba una cruz de madera y otro madero como señal.

Testimonios e informaciones periodísticas de la época dan cuenta que desde el inicio de la exhumación, el 22 de abril, los presentes permanecieron con la cabeza descubierta. Muchas personas acudieron al lugar, entre ellas casi todos los emigrados de la isla residentes en Kingston. No faltaron flores y banderas cubanas.

Por ciertas señales que tenía, Dominga reconoció en la osamenta la dentadura completa de su mamá.

Finalizada la ceremonia, en marcha silenciosa, los presentes acompañaron los restos de Mariana colocados en una urna de mármol llevada desde Santiago de Cuba hasta el Consulado de la isla, donde una fila interminable le rindió guardia de honor mientras estuvieron expuestos.

Nutrida fue igualmente la manifestación de personas que marcharon por calles de Kingston tras el vehículo con la urna hasta ser depositada en la popa del guardacostas Baire, cubierta con la enseña nacional. La guardia de honor allí se mantuvo todas las horas que permaneció en ese sitio, antes de zarpar hacia su destino.

Lo hicieron del mismo modo sus acompañantes durante la travesía. Regresaba a su amado terruño Mariana, hecha símbolo, por las aguas del mar Caribe que una vez la vieron partir, impelida por las circunstancias. Tantas muestras de respeto y admiración, tres décadas después de su deceso, corroboran la gran mujer, madre, patriota que fue.

Lo expresa también el hecho de que el alcalde de Kingston viajara a Cuba en el mismo vapor, en representación de su pueblo y en homenaje a los Maceo y a la autora de sus días.

EN CUBA

Al llegar al muelle de Santiago de Cuba el 23 de abril, descendieron la urna del guardacostas bajo los acordes del Himno Nacional. Al recibimiento concurrieron altas personalidades del gobierno y las principales autoridades de la ciudad y de las entidades radicadas allí. En primeras filas, los veteranos del Ejército Libertador, quienes la condujeron, solemnemente, hasta la carroza fúnebre.

A la llegada al Ayuntamiento, y antes de ser trasladados los restos hasta el cementerio Santa Ifigenia, hubo discursos. Hasta casi las 5:00 de la tarde del día 24 estuvieron rodeados de coronas y flores, sin faltarle un minuto la guardia de honor, mientras una fila interminable de personas desfilaba por la capilla ardiente.

Nunca se vio un sepelio más grandioso que el suyo en aquellos tiempos. A lo largo del recorrido hasta el cementerio, a ambos lados de las calles por donde pasó el cortejo fúnebre, se aglomeraba el público. Las casas lucían banderas con crespones negros en señal de luto. Las notas del Himno se escucharon mientras bajaban la urna a la fosa. Sobre la losa quedaba un sinnúmero de coronas y flores.

Significaba el reconocimiento a quien había entregado todo para ver a su país libre de la dominación española y de la esclavitud. En el exilio conoció que el gobierno colonial español decretó su abolición en 1886.

“Cuba puede sentirse afortunada en muchas cosas”, dijo el líder de la Revolución cubana Fidel Castro, el 13 de agosto de 1960, “pero entre ellas, la primera de todas, por el magnífico pueblo que posee. Aquí no solo luchan los hombres; aquí, como los hombres, luchan las mujeres. (…) Y no es nuevo, ya la historia nos hablaba de grandes mujeres en nuestras luchas por la independencia, y una de ellas las simboliza a todas: Mariana Grajales”.


Compartir

Argentina Matilde Jiménez Rodríguez


Deja tu comentario

Condición de protección de datos