Emilio Roig de Leuchsering fue un hombre tempestuoso y volcánico. Consciente de su papel y de lo que él podía significar para la historia de Cuba, pero no desde el punto de vista personal, sino como puente para la historia de nuestro país, así valora la investigadora Grisel Terrón al primer director de la Oficina del Historiador de La Habana (OHC).
Nació unos meses después de inaugurada la Torre Eiffel en Francia, quizás por eso desde muy temprano colocó una miniatura de este símbolo de la modernidad en su escritorio. Para el Dr. Eusebio Leal Spengler “la réplica del monumento fue como su temprana consagración a las luces del humanismo”. Esas que comenzaron a irradiar con 16 años cuando publicó su primer artículo en El Diario la Marina, uno de los periódicos de mayor repercusión en aquella sociedad. A partir de entonces, aunque abogado de profesión e historiador por vocación, sería una de las plumas más leídas en la prensa nacional por la presencia constante en diversas publicaciones como director, redactor y colaborador.
Firmaba sus trabajos de maneras tan curiosas como U. noquelosabe, U. noquelovió, El Curioso Parlanchín o Cristóbal de La Habana… algunos de ellos han sido recopilados en libros o se pueden leer en las páginas de la Revista Opus Habana. Si revisamos sus artículos de costumbres nos percatamos de que Roig fue uno de los más amenos y mejor informados críticos que ha tenido nuestras letras; pero en sus textos también abrió una ventana a nuestro folklore, aseguraba en 1922 el erudito José María Chacón en una misiva “El costumbrismo sin una fase folklórica no pasa nunca de ser un capricho humorístico. Los buenos costumbristas cubanos fueron siempre ingenios populares, que sabían llegar a la íntima poesía del pueblo, aunque fuese por las vías de la erudición. De la mesa de un erudito y un artista cayeron las primeras migajas de nuestro folklore…”.
Sus ideas estuvieron accesibles a todo tipo de públicos por la puesta en práctica de un entramado simbólico de códigos y lenguajes, sin exclusión, elitismo o marginación social. Además aprovechó conscientemente los medios de comunicación (prensa escrita y radio) para llegar a todos. De ahí que 50 años después la OHC cuenta con un sistema de propio sistema de medios de comunicación .
Afirma Magda Resik, directora de Habana Radio, que de alguna manera la OHC emergió de los medios decomunicación. Porque cuando Roig logró que aprobaran la existencia de la Oficina como institución y que la Alcaldía le concediera su papel como Historiador de la Ciudad y que la Oficina fuera un ente ya, él había ganado el prestigio suficiente como historiador, como hombre del patrimonio, pero también como comunicador. Y había logrado que todos los medios de comunicación de la época, incluso escribiendo hasta con pseudónimos, de alguna manera se pusieran a sus pies en la obra de promover la historia, el patrimonio, los mejores valores de la nación cubana.
Pero la erudición y la capacidad de promover el patrimonio en los medios que tenía Emilito -como le decían sus amigos- marchaba a la par con su sencillez y bondad. El Dr. Leal asegura que era capaz de escuchar y de recibir a las personas en su oficina con la honradez y dignidad que merecen. Cuenta que lo recuerda siempre levantándose, con sus dos manos apoyadas sobre la mesa, para saludar, extender su mano y dar la bienvenida. Esa fue una de las tantas enseñanzas que Roig le dejó a Leal.
En numerosas ocasiones hemos escuchado al actual Historiador de La Habana expresar que el objetivo de la OHC no es formar élites, sino vanguardia. Un pensamiento que también bebe de Roig, porque los museos que sirven como aulas, las bibliotecas públicas, la editorial Boloña, los programas de atención a niños, adolescentes y adultos mayores, las Rutas y Andares y otros tantos proyectos que se ejecutan en la zona más vetusta de la capital no habrían sido posibles sin la inspiración intelectual de Roig.
Cuando en este 2014 se cumplen 125 años de la publicación de La Edad de Oro, no podemos olvidar que fue iniciativa suya que se publicara en 1932 la primera edición cubana precedida de su estudio “Martí y los niños”. Tampoco podemos olvidar su idea de publicar a partir de 1935 los Cuadernos de Historia Habanera, obras claras, sencillas y de distribución gratuita sobre temas históricos diversos que apareció ininterrumpidamente hasta 1962 en volúmenes de 80 a 200 páginas cada uno y tiradas de mil ejemplares. Asimismo, fundó la Biblioteca Histórica Cubana y Americana, donde brindó a los lectores todos sus libros y los de sus amigos, de esta forma los intelectuales por primera vez en la historia, ponían sus bibliotecas privadas al servicio público.
Épicas son sus batallas para que se restituyeran los nombres antiguos a las calles habaneras, algo que aún no se logra del todo, pero que en el imaginario popular, muchas de las grandes avenidas se siguen conociendo con sus anteriores denominaciones.
Asimismo, hay que resaltar los Congresos Nacionales de Historia que se realizaron en vida de Roig desde 1942 hasta 1960. En estos encuentros -comenta el historiador Félix Julio Alfonso-, participaban los libertadores que todavía vivían, testimoniantes, profesores de historia de todos los niveles… todo aquel que tuviera un granito de arena que aportar, sobre todo a la defensa de aquellos valores más importantes de la patria cubana, a salvaguardar la memoria de lo que habían sido las luchas por la independencia de la nación. Porque precisamente, el objetico era revalorizar la historia de Cuba, buscar todos aquellos datos desconocidos, rectificar fechas, traer a la luz personalidades que estaban olvidadas, dar a conocer otras que no se conocían, y sobre todo los grandes procesos históricos de la nación cubana.
“Si hubiera una frase con la cual tuviéramos que resumir esos trece Congresos sería esta: Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos, título de un trabajo suyo presentado al noveno Congreso Nacional de Historia. Una tesis muy bien argumentada donde Roig demuestra cómo desde sus propios orígenes el estado norteamericano había sido enemigo de la independencia de Cuba. Cómo cada vez que habían querido intervenir en nuestros asuntos internos, lo habían hecho de una manera dolorosa, de una manera falsa, presentándose como supuestos amigos de la independencia, cuando realmente eran todo lo contrario”, indica el historiador y subdirector del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.
Medio siglo ha pasado desde que falleciera el defensor del patrimonio, el historiador y maestro de historiadores, el activista y creador, el periodista y el soñador empedernido. Un hombre, que al decir del director del Centro Pablo de La Torriente, Víctor Casaus, engarzó con su vida y su obra –contra viento y marea- los sueños del nacimiento de la conciencia revolucionaria moderna en Cuba.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.