“A Eduardo muchos le decían el “político”, otros “el Profe”, por la manera en que explicaba a sus compañeros los escritos de Martí, pues leía muchos de sus libros, y el futuro que prometía Fidel para todo el pueblo cubano”.
Así rememora el camagüeyano Filiberto Bueno Pimentel, quien compartió los últimos minutos de la vida de aquel joven cienfueguero de 25 años de edad que, mal herido, con su sangre escribió Fidel en una puerta, al parecer impactada por una bala calibre 50 de las ametralladoras de avión enemigo.
Aquella madrugada del 15 de abril de 1961 era al parecer apacible —a pesar de la tensión por el reciente sabotaje a la tienda por departamentos “El Encanto”— en el aeropuerto de Ciudad Libertad, en La Habana. En las baterías de artillería antiaérea, las conocidas “cuatro bocas”, que estaban de guardia, algunos jóvenes de las dotaciones estiraban los músculos tras una noche de fresca temperatura.
Filiberto recuerda que había sido trasladado para el hospitalito de la base y en la madrugada, como su estado de salud era bueno, pidió permiso al médico para procurar algo de comida, antes del horario de desayuno.
Él y otros compañeros de las baterías AA, sienten a la 5 y 45 de la mañana el ruido de los motores de un avión y luego el sonido de la sirena que era un alerta para despejar la pista.
“Eso ocurría habitualmente, solo que en aquellos momentos muchos comentaban ¡cómo se han adelantado!, pues el arribo de las aviones era común alrededor de las siete de la mañana. Era un B-26, con la identificación de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionaria). Llegó incluso a sacar el tren de aterrizaje y a baja altura, sorpresivamente, lanza un cohete contra una de las rastras que estaban parqueadas con un cargamento de municiones”.
Esa fue una de las explosiones que cambió el entorno de la mañana de un día que pasó a la historia como el preludio de la invasión mercenaria por Playa Girón. Los muchachos de la artillería antiaérea, desplegados en defensa circular de la pista, dan inmediata respuesta al ataque en que participaron otros aviones bombarderos.
En ese momento, Filiberto corrió hasta el puesto de mando a recibir órdenes. Allí le dijeron que ayudara a sacar a toda la gente del edificio principal.
“En el tercer piso me encuentro con Eduardo García Delgado y le transmito la orden de abandonar el edificio bajo ataque de los aviones. Él hacía fuego con una subametralladora a uno de los bombarderos enemigo”, señala el entrevistado.
Filiberto continuó transmitiendo el mensaje por los distintos locales y cuando regresó al lugar donde había alertado al combatiente, lo encontró herido.
“Él trataba de contener una grave herida en el abdomen. Fui a buscar una sábana o cualquier otra cosa y ayuda para trasladar el herido. Al regresar lo ven cerca del arma y parte de sus libros destruidos por el fuego… En una puerta del cuarto, junto a la perforación de una bala enemiga, había escrito la palabra Fidel, como un sello de su lealtad por la Revolución”, describe Filiberto.
El 16 de abril, en la ceremonia de despedida de duelo a los siete combatientes cubanos caídos en el pérfido ataque, el líder de la Revolución Fidel Castro declaró el carácter socialista de la Revolución, y con la consigna de ¡Patria o Muerte! comenzó a fraguarse la derrota de los mercenarios antes de que desembarcaran en las arenas de Playa Girón y Playa Larga.
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