¿Es un ideólogo o un oportunista? Es una pregunta válida que podríamos hacernos sobre Marco Rubio. O dicho de otro modo, ¿su hostilidad hacia Cuba está motivada únicamente por razones ideológicas, o será que eligió ese camino como una vía expedita para ascender en la política?
Las elecciones de medio término en el año 2010 lo hicieron saltar a la vida pública nacional, cuando se convirtió en Senador por el estado de Florida. ¿Cuáles son sus orígenes? Nació en 1971 en Estados Unidos, y sus padres eran inmigrantes cubanos que se marcharon del país antes del triunfo de la Revolución en 1959.
Su carrera, de ascenso meteórico, ha estado vinculada al ala más conservadora de lo que se conoce como extrema derecha cubanoamericana. Mientras estudiaba Derecho trabajó para la ex congresista Ileana Ros-Lehtinen. También colaboró en 1996 con la campaña de Bob Dole, candidato presidencial republicano que perdió ante William Clinton.
A nivel local, Rubio fue comisionado de la ciudad de West Miami entre 1998 y el 2000, miembro de la Cámara de Representantes de Florida entre el 2000 y el 2008, y líder de la mayoría entre 2003 y 2006.
Su formación y estrechos vínculos con el Partido Republicano en Florida, junto a las transformaciones en el panorama político estadounidense en el 2010, ayudaron a que se vinculara al Tea Party, movimiento conservador que ganó fuerza a partir del 2009, y que en las elecciones legislativas del año siguiente logró colocar en el Congreso a algunos de sus seguidores. Marco Rubio ganó el calificativo de “príncipe de la corona” de ese grupo, aunque con los años intentó desmarcarse.
Desde 2011 forma parte del Senado, donde ha integrado, entre otros, los comités de Asignaciones, de Relaciones Exteriores, y de Inteligencia. Pero sus aspiraciones tampoco se han detenido ahí, pues en 2016 fue uno de los aspirantes a la nominación republicana para las elecciones presidenciales.
Ese año recaudó para su campaña más de 52 millones de dólares, y entre sus donantes principales destacaron nombres de instituciones bancarias como Goldman Sachs, Morgan Stanley y Bank of America.
Como parte de la narrativa de su vida, insistía en ser el hijo de “exiliados cubanos que habían huido de la dictadura de Castro”. Difundió esa historia hasta que documentos publicados por el diario The Washington Post en 2011 demostraron que sus padres habían emigrado en 1956 para buscar trabajo en Estados Unidos.
Los registros de sus votaciones en el Congreso lo ubican en el ala más conservadora del espectro político. Por ejemplo, se opone al aborto, al aumento de impuestos para los más ricos, a la ley de salud conocida como “Obamacare”, al matrimonio igualitario, y al control de armas.
Sobre eso último, recibió fuertes críticas después de la masacre en una secundaria en Parkland, Florida, donde murieron 17 personas y unas 15 resultaron heridas en febrero de 2018. En ese contexto, Rubio fue cuestionado por sus votantes, por negarse a apoyar la prohibición de armas de asalto en el estado que representa, y por decir que tenía la intención de seguir aceptando dinero de la Asociación Nacional del Rifle, el poderoso lobby que defiende el derecho a portar armas sin ningún tipo de regulación.
En cuanto a la inmigración, apoya el fortalecimiento de las fronteras, aunque ha propuesto ofrecer un camino a la ciudadanía para algunas personas que hayan llegado ilegalmente a Estados Unidos. Formó parte del conocido como grupo de los ocho, integrado por cuatro senadores demócratas y cuatro republicanos, que durante la presidencia de Barack Obama elaboraron un proyecto de reforma migratoria, que luego no fue aprobado por el Congreso. Además, ha cuestionado la separación de los niños y sus padres en la frontera aplicada por la administración de Donald Trump.
No obstante, son muchos los aspectos en los cuales ha coincidido con el presidente, por lo que ha sido también objeto de polémica. Hace algunos días, el diario The Miami Herald publicó un editorial donde criticó a Marco Rubio por su “patética respuesta” a las “últimas ofensas racistas” de Trump.
El mandatario dijo a cuatro mujeres congresistas demócratas que debían “volver” a sus países. Se trató de Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Rashida Tlaib y Ayanna Pressley, todas ciudadanas estadounidenses aunque de origen inmigrante y representantes de minorías étnicas. Muchos legisladores republicanos evitaron arremeter contra el presidente o acusarlo de racista.
Rubio se sumó a ese coro, y para la junta editorial del Miami Herald es imposible pensar ahora que el Senador pueda seguir manteniendo su imagen de “salvador” del Partido Republicano. “Rubio, lejos del salvador de los republicanos, parece ser otro político astuto con su dedo al viento, empujando al partido más profundamente en el pantano de Trump”, apuntó el periódico.
Algunos han dicho que las medidas agresivas de Trump contra Cuba están motivadas por el deseo de “complacer” a Marco Rubio, en una especie de intercambio de favores. Pero esa explicación parece incompleta, pues la proyección exterior de Estados Unidos no la decide una sola persona. Depende, en todos los casos, de intereses de élites de poder, y de la interrelación entre distintos actores e instituciones dentro del sistema.
Sin embargo, es innegable que el Senador cubanoamericano está teniendo un papel protagónico en la formulación de esa política. Preside el Subcomité para los Asuntos del Hemisferio Occidental, dentro del Comité de Relaciones Exteriores. Eso significa que cualquier proyecto de legislación relacionado con América Latina y el Caribe debe pasar por su escritorio. Desde ese puesto, ha impulsado medidas para recrudecer sanciones contra Cuba y Venezuela.
Por ejemplo, ha sido vocero de los supuestos “incidentes acústicos”, promovió la activación del Título III de la Helms Burton, se alegró por la cancelación del acuerdo de Cuba con la MLB. Todo eso, según él, porque quiere “apoyar la democracia”.
Así lo ha dejado saber en varias ocasiones, y así lo declara en un video que encabeza una cuenta en Twitter que creó específicamente para explicar su política hacia Cuba, y, según sus propias palabras, “comunicarse directamente” con los cubanos.
Quien visite @MarcoRubioCuba podrá ver no solamente declaraciones del Senador, sino también las múltiples críticas que ha recibido por parte de cubanos a ambos lados del estrecho de la Florida, por incitar y respaldar una política que está provocando, entre otras cosas, la separación de las familias.
Volviendo a las preguntas iniciales: ¿Es un ideólogo o un oportunista? ¿A qué “juega” Marco Rubio? A lo que resulte más conveniente para lograr sus propósitos.
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