El pragmatismo puede circular en dos direcciones al mismo tiempo. Esa, se estima, es la bisagra que aceita los empalmes entre Rusia y Cuba en estos tiempos. Un viejo cliché definiría el concepto como intercambios mutuamente beneficiosos. Pero ¿es posible entre un país pequeño y otro enorme, con sistemas diferentes? Parece que sí.
Dejando atrás antiguas conexiones entre La Habana y Moscú durante la era soviética, las actuales poseen atractivos y novedades dignas de mención. El tablón se ha elevado para las dos partes. La época lo exige. Cuba, aún con las acentuadas dificultades del bloqueo, avanzó en terrenos de primer mundo. Tal su desarrollo en biotecnología y producción de fármacos, algunos con registro único.
También los adelantos cubanos en el tratamiento y la prevención de enfermedades urológicas y reproductivas se encuentran entre las materias a compartir con la parte rusa. No faltan los clásicos bienes en tabaco y licores, o la mina de níquel-cobalto, una opción siempre atractiva.
“Rusia juega un papel muy importante en los planes de desarrollo socioeconómicos de Cuba”, afirmó a finales de mayo Ricardo Cabrisas. El ministro de economía sostuvo diálogos con las autoridades correspondientes y participó en el Foro Económico de San Petersburgo. Le acompañaron otros altos funcionarios cubanos de ramas tan diversas como ingeniería y minas, agricultura, transporte, o tecnología, ciencia y medio ambiente; dando idea sobre la multiplicidad de esferas negociadas, susceptibles a intercambios ventajosos.
Como fundamento para suponerlo están, ante todo, la condonación en el 2014 del 90 % de la deuda contraída con la URSS y los sucesivos tratados que permitieron totalizar 270 millones de dólares en intercambios bilaterales durante el 2017, presumiendo que en el actual habrá registros superiores. Algunos estimados ubican el crecimiento de la compraventa para este año entre los 350 y 400 millones de dólares.
Los contratos suscritos en las últimas etapas se están materializando. Entre los recientes está el suministro de automóviles y microbuses o distintos dispositivos para la modernización ferroviaria de la isla, sea transporte de carga o de pasajeros. Solo ese acápite compromete una inversión de 2 000 millones de dólares y contiene posibilidades exóticas como sería, de concretarse, un tren-bala entre la capital cubana y Varadero. La estatal Russian Railways ya hizo entrega de las primeras 75 locomotoras y de otros equipos para la restauración de vías férreas y distintas particularidades del sistema.
El asentamiento de Autocentro Zed SA, la primera inversión rusa en la Zona Especial de Desarrollo (ZED) de Mariel, desde donde se hace cargo del mantenimiento y reparación de equipos Kamaz, descubre, asimismo, otra línea propicia de las relaciones: Cuba como puente hacia el resto del continente. El gigante automotriz se comprometió desde el 2016 a la entrega de 2400 camiones y otros servicios a la Mayor de las Antillas, mientras apresta una planta de producción de ese tipo de vehículos que proyecta mercadear en Latinoamérica.
El representante comercial de Rusia en Cuba, Aleksandr Bogatyr, opinó sobre ese particular, en declaraciones a IPS, que “La presencia de nuestros productos acá es como una vitrina para promoción avanzada”. Aludía a ventajas de la presencia rusa en la ZED.
Aparte de las empresas (Rosneft y Zarubezhneft) que hacen prospección petrolera, incluyendo áreas de alta mar en el prometedor perímetro de la Zona Económica Exclusiva de Cuba (ZEE), en el Golfo de México, Rusia está suministrando crudo a la isla y se interesó en contribuir con las reparaciones de la refinería de Cienfuegos y en la construcción de las nuevas termoeléctricas que están en los proyectos de desarrollo cubano, parte de sus estrategias económicas hacia el 2030.
Un aspecto sugestivo surge del sustento financiero que están dando varios bancos rusos con el aporte de garantías para las transacciones en curso o futuras. Según varias fuentes, ese apoyo a las exportaciones hacia Cuba consiste en préstamos y seguros, con una cifra superior a los 500 millones de dólares.
Las industrias textil y la metalúrgica cubanas, con antecedentes tecnológicos de la era soviética, son otras posibles esferas para la concurrencia en procura de una necesaria renovación, luego de haber sufrido un importante desplome en décadas recientes.
Si bien estos acercamientos y compromisos venían ocurriendo, recibieron un indirecto brío tras las restricciones ordenadas por Donald Trump hace un año, que paralizaron el proceso de normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, con una casi inexistente presencia diplomática, a partir de pretextos sin fundamento, así como medidas que reducen los viajes y compromisos comerciales con la isla, pese al interés de muchos empresarios estadounidenses en acometerlos.
“Cuba intenta diversificar sus relaciones”, indica Richard Feinberg, especialista en América Latina de la Institución Brookings, quien según la agencia Reuter, considera: “Dado que no parece muy probable poder estrechar las relaciones económicas con Washington en los próximos años, se busca aliados alternativos; sobre todo países fuertes, como Rusia y China, capaces de ofrecer condiciones de pago convenientes”.
Cuba viene diversificando sus relaciones comerciales (siempre fueron buenas con Canadá, crecieron con la Unión Europea, se amplían con Asia). En ese marco se instalan los vínculos con Rusia, aunque sea imposible hacer tabla e ignorar los muchos y variados entronques que unen a sus pueblos. Hay vínculos extraeconómicos en temas políticos o culturales debido a la elevada cantidad de cubanos que estudiaron en alguna de las antiguas repúblicas soviéticas o crearon familia a partir de esas experiencias. Es el motivo para que, tras los inmigrantes españoles, sean los rusos la más nutrida comunidad de extranjeros radicados en la isla. Sus descendientes pasan de los 3000.
Tal como dos gotas de agua no son iguales, tampoco dos momentos o situaciones son idénticas, aunque uno a la otra se influyan sin darse la espalda.
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