Haití, la nación más pobre de América Latina, sufre un estancamiento casi endémico. Poco se mueve en ese país caribeño donde los pobladores huyen del hambre que mata y la violencia de las bandas mafiosas. Los políticos haitianos discrepan para destrabar la madeja de impunidad, corrupción, y pobreza existente en el pequeño territorio, a la que le tocó la parte menos favorecida de la isla La Española.
La génesis del empeoramiento que en todos los órdenes vive ese país de 11 000 000 de habitantes (casi una tercera parte en la emigración) desde hace más de un año está en la actitud del fallecido presidente Jovenal Moïse, cuyo mandato terminaba el 7 de febrero del 2021. Argumentó entonces que entre elecciones confusas, y su proclamación, el tiempo corrió y a partir de su asunción entregaría el gobierno un año después, o sea en 2022.
La muerte derrumbó sus planes. El 7 de julio del pasado año Moïse fue asesinado en su hogar de Puerto Príncipe, la capital, en horas de la noche, en una operación rápida, combinada, cuya investigación está paralizada.
La policía haitiana, que responde a distintos poderes, entre ellos el del crimen organizado, actuó entonces con una sorprendente rapidez. En pocas horas rastreó y detuvo a mas de 20 personas, entre ellos 18 mercenarios colombianos quienes, declararon, ejecutaron el crimen.
Pero tan veloz como el cuerpo policial se movió el excanciller Joseph Lambert, quien de inmediato se autoproclamó presidente para, dijo, mantener el control del país, desconociendo al político Ariel Henry, a quien Moïse designó como su primer ministro dos días antes de ser acribillado a balazos.
Los mercenarios entraron y salieron del hogar de los Moïse sin que ningún miembro de su seguridad personal ripostara los disparos. Llegaron, asesinaron, se fueron y luego, en horas, los sacaron de sus escondites. A los jefes no. Los mandantes del magnicidio, aunque se barajan nombres, siguen en libertad.
HISTORIA REPETIDA
Investigaciones, búsqueda de razones para matar al presidente, autor o autores intelectuales del magnicidio, vinculaciones de Estados Unidos y Colombia con los mercenarios, empresas contratistas de llamados justicieros, policía corrupta, Ejército en silencio. Muchas interrogantes sin respuesta mientras el pueblo en las calles exigía justicia porque aunque no todos simpatizaban con el millonario empresario devenido primer magistrado, la crueldad de su muerte, el irrespeto al cargo, y la impunidad merecían castigo.
Aunque la violencia siempre ha existido en Haití, en los últimos meses, y ante la indiferencia oficial y de sus cuerpos armados, proliferan las bandas de delincuentes, casi todos unidos a la mafia de la droga, que secuestran y matan tanto a locales como a extranjeros. Incluso manejan sectores del gobierno.
La pobreza en esas tierras es matadora. Todavía millares de personas viven al aire libre o en carpas semidestruídas luego del paso de huracanes y terremotos que azotan ese territorio.
En 2010 Haití fue víctima de un feroz sismo, de 10 grados que dejó cerca de 200 000 muertos y más de 300 000 heridos y del cual todavía no logró recuperarse. En agosto del pasado año un sismo de magnitud 7.2 azotó la parte sur del país, y dejó cerca de 2 000 fallecidos y 10 000 heridos, con graves daños a la infraestructura habitacional ya deteriorada.
En enero último la tierra haitiana sufrió otra sacudida de 5,6 grados a unos 100 kilómetros al oeste de Puerto Príncipe, con dos fallecidos y grandes daños materiales.
Por su posición geográfica, también sufre los embates de los huracanes que circulan por El Caribe. Además de los dos sismos, tales fenómenos también llegan con su carga de desastres. Matthew en 2016 y Laura en 2020 estremecieron a los desvalidos pobladores.
La situación se torna insufrible, pues incluso cuando luego de estos fenómenos llega ayuda internacional para paliar el hambre y las heridas, muy pocas veces son entregadas a sus destinatarios.
La emigración de Haití es continua, pero insegura. Los haitianos, en su mayoría analfabetos, no son bien recibidos ni siquiera en la vecina Dominicana. Emigrar es la única posibilidad de sobrevivir para quien carece de vivienda, comida y medicinas. El 60% de la población es muy pobre, según el Banco Mundial. Además de los altos índices de desempleo (70%), en Haití hay una grave escasez de alimentos y combustible.
Según Naciones Unidas, 4 440 millones de haitianos sufría inseguridad alimentaria antes del último terremoto, es decir, no hay respaldo para una dieta saludable. Además, la mayoría carece de acceso a agua potable y saneamiento, elementos indispensables para luchar contra la transmisión de enfermedades y epidemias como el cólera (que causó graves estragos en 2010) o la propia covid-19. Haití es uno de los últimos países en recibir vacunas contra la pandemia.
En esa tierra inhóspita, dos quintas partes de la población depende de la agricultura de subsistencia, la cual depende, en gran medida, del comportamiento de la Naturaleza.
¿QUÉ PASARÁ CON HENRY?
El primer ministro de facto Henry es el mayor obstáculo para el diálogo nacional, en opinión del tercer presidente del Senado, Lambert, el sustituto inmediato de Moïse, y quien exigió un cambio de gobierno el pasado día 7 –cuando Moïse cesaría en sus funciones, una fecha que marca el 36 aniversario de la caída del dictatorial clan Duvalier.
Lambert criticó la incapacidad de mando del premier –contra quien han atentado en dos ocasiones- para enfrentar el complejo panorama político.
En su opinión, compartida por un pequeño grupo de legisladores, ¨Solo queda abierto el camino de la consulta y el consenso¨. Para el senador, cualquier iniciativa sectaria está condenada al fracaso.
Sectores políticos que también desean la salida de Henry invitaron a distintos polos políticos a un gran encuentro nacional para iniciar lo que denominaron un proceso de ruptura con el pasado y construcción de consensos.
Mientras Henry, que no desea entregar el mando, afirmó en una entrevista al diario estadounidense Miami Herald que desea organizar las elecciones, pero en el momento que considere adecuado.
Con argumentos que calificó de irrefutables, afirmó que nadie ocupará el Palacio Nacional si no es elegido en las urnas, con lo que cerró la posibilidad de entenderse con otros medios políticos propuestos por el Senado, de donde, se supone, surgiría por consenso el próximo presidente.
Para medios políticos, la situación nacional es compleja en extremo, pues el Henry gobierna sin ser electo, pero no entregará el mando mediante un oscuro trámite debido, según esas fuentes, a la gravedad de los sucesos que atentan contra la seguridad ciudadana.
“La situación del país es muy difícil para que perdamos el tiempo practicando un juego de sillas musicales a la cabeza del Estado”, declaró Henry, quien defiende la perspectiva de comicios generales pero aún sin fecha..
Aunque reiteró su llamado al diálogo nacional, amenazó con reprimir con mano dura ¨a quienes se atrevan a utilizar la violencia para intentar acceder al país, según advirtió en un comunicado poco después de que el ex canciller expusiera al Senado como garantía de una transición pacífica, en la que el Premier perdía sus derechos políticos.
Lambert, a quien medios políticos consideran un político ambicioso, organizó la reunión del tercio de senadores aun con mandato, sin respetar la autoridad de Henry, y seguro de que sería proclamado un nuevo Ejecutivo.
Hace una semana, un nutrido grupo de organizaciones de la sociedad civil y partidos de oposición, unidos en un movimiento denominado Acuerdo de Montana, procedió a la elección en segundo grado de un presidente y un primer ministro para encabezar una eventual transición, que hasta ahora carece de frutos.
En medio de esta trifulca, en la que muchos piensan puede intervenir Estados Unidos y sus tropas de ocupación, como hizo en otras ocasiones en Haití, una gran parte de la población permanece en sus hogares, lo que paraliza de manera casi absoluta las actividades económicas y sociales, mientras los grupos de delincuentes se han apoderado de barrios y localidades.
El Acuerdo de Montana organizó un gobierno de transición encabezado por el economista Fritz Alphonse Jean, exgobernador del Banco de la República de Haití, como presidente, y el exsenador (2011-2017) Steven Irvenson Benoît (también exdiputado de 2006 a 2010), primer ministro.
Estas dos figuras, hasta ahora representativas, fueron escogidos el pasado día 30 por las mas de 1 000 organizaciones signatarias del Acuerdo. Pero Henry desconoce tales nombramientos y aseguró que planea convocar una Convención Constituyente y luego comicios generales, a fines de este año.
Mientras, los haitianos de a pie, los pobres y hambrientos que son secuestrados, violados y asesinados por grupos irregulares, observan la destrucción de su país. Ya no es Francia su metrópoli. Ahora es Estados Unidos y los poderes internos que piensan en todo menos en el sufrimiento de su pueblo. Cualquier acontecimiento podría ocurrir en los próximos días.
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