Durante días muchos no tuvimos palabras para escribir. Fue muy fuerte el impacto y aunque parecía lógica la posibilidad de la muerte, no por ello fue menos doloroso. Por eso cuando recibimos la noticia, la primera reacción fue, inevitablemente, llorar. Los ojos se exaltaban, aparecía el nudo en la garganta, las lágrimas corrían. Nada nos parecía bueno en ese instante. Chávez se había ido, y con él, un gran líder, un gran hombre, un compañero, un amigo de Cuba y del mundo, un hijo de la tierra americana.
Así estuvimos durante tardes, noches, días… casi sin poder dormir, pegados a las noticias, los comentarios, los deseos de estar todos equivocados. Después sentíamos una mezcla algo rara de impotencia, rabia y desvelo, aunque el cuerpo nos pesaba, las cabezas casi estallaban, los ojos ardían, el dolor se extendía por el mundo mientras pensábamos en los cientos de miles de venezolanos y también en los cubanos que estaban en esa tierra hermana, acompañándolos.
Fueron jornadas muy duras, imaginamos cuánto lo fueron realmente para la familia Chávez, los sentimos cercanos, y seguimos cada instante del homenaje al Comandante amigo.
Por momentos nos pareció estar allí, en Fuerte Tiuna, junto a su féretro, viviendo cada emoción. Abrazamos en la distancia a María Gabriela, le dimos un beso a la abuela, cargamos el ataúd junto a los hermanos, corrimos junto a los oficiales de la seguridad, aclamamos su paso junto al pueblo y llegamos a la Montaña para apretar la mano de Adán y quedar allí para siempre.
Con el paso del tiempo, aunque el dolor no ha disminuido, se vislumbran reflexiones muy optimistas, de futuro, de esperanza, de reafirmación, de un camino que los propios venezolanos han tomado, tal como lo han hecho con las calles por las que acompañaron hasta el final a su Hugo Chávez, o al nuestro, porque es de todos.
Nosotros siempre guardaremos los instantes en que tuvimos la suerte de estar cerca de él, lo mucho que lo escuchamos, lo tanto que aprendimos de su palabra y su espíritu. Se nos fue muy pronto, demasiado pronto, cuando todavía tenía mucho por hacer.
Este domingo, será otro día en el que los venezolanos tomarán las calles, las plazas, las urnas, y harán firme su derecho a decidir para hacerlo nuevamente nuestro, relampagueante, sonriente, fuerte y erguido como sus ideas y sus acciones.
Al votar por Maduro, lo harán también por hacer renacer a su Comandante, como lo hacen los grandes, los imprescindibles, desde las alturas, sin irse, porque regresan siempre. Una gran certeza los acompaña: apenas comienza este largo camino que él nos enseñó a construir, a seguir, a vivir con la sangre roja y el corazón en el lado izquierdo.
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