La vía electoral que propició el ascenso al poder de varios gobiernos de izquierda en América Latina desde 1998 con Hugo Chávez en Venezuela se ha convertido también en algunos casos en la manera en que otros gobiernos de derecha los han sustituido. Para ello han aplicado, cuando ha sido necesario, un boicot económico; la judicialización de la política; mecanismos de penetración a través de la supuesta lucha contra la producción de drogas, la corrupción, o en favor de la conservación del medio ambiente, la protección de los derechos humanos y la democracia. Han estimulado los conflictos regionales hacia el interior de cada país o en su relación con las naciones vecinas, además de aplicar uno de los más importantes ingredientes de este coctel: el uso de los medios de comunicación masivos y más recientemente de las redes sociales.
Todos estos factores conforman un proceso, llamado por algunos “restauración conservadora”, generalmente por “vías pacíficas”; aunque no se excluye el uso de la fuerza, como en el caso de Honduras con la separación del poder de Manuel Zelaya en el 2009, o la judicialización de la política —que poco tiene de pacífico— con Fernando Lugo en Paraguay, Jorge Glas en Ecuador, y Dilma Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil.
Al primero que le escuché emplear ese término fue al expresidente de Ecuador Rafael Correa. Era el mes de septiembre de 2014 y el Movimiento Alianza País convocaba en Quito a numerosos partidos y organizaciones políticas de izquierda de la región para reflexionar en torno a estos temas. Desde ese momento, les he preguntado a algunos de mis entrevistados sobre sus puntos de vista acerca de este vital desafío para América Latina. El más reciente fue el escritor, sociólogo y experto en comunicación Ignacio Ramonet, con quien conversé durante su asistencia a la Feria del Libro de La Habana, el pasado mes de febrero:
“Efectivamente hay lo que muchos analistas ven como una especie de fin de ciclo progresista y un nuevo ciclo conservador. No está tan claro, por ejemplo, si este año en el que hay muchas elecciones en América Latina: Costa Rica, Colombia, Paraguay, México, Brasil, Venezuela y Cuba, imagínese que en México ganase López Obrador, e imagínese que en Brasil pudiese presentarse Lula y gana Lula. ¿Seguiríamos hablando de ciclo conservador? Probablemente no, porque los dos gigantes de América Latina ya estarían ahora dirigidos, piloteados, por gobiernos progresistas, y es muy probable que eso ocurra, por ejemplo en México, en todo caso”.
Por su parte, el politólogo argentino Atilio Borón considera que:
Después de aquel evento en Quito, organizado por el Movimiento Alianza País, tuve la oportunidad de entrevistar a Correa en La Habana a escasas horas de terminar su mandato como presidente del Ecuador, en mayo de 2017:
“…y ese 2014, a inicios de ese año, habían sido las elecciones locales que ganamos, pero perdimos plazas importantes como Quito, y allí nos dimos cuenta de que enfrentábamos otra clase de oposición, otra clase de derecha. Ya no era esa derecha desarticulada, sin visión clara. Tenían una estrategia muy bien establecida, tenían coordinación nacional, coordinación internacional, expertos extranjeros ¡para una alcaldía! Era una coalición nunca antes vista en la política ecuatoriana, ni siquiera a escala presidencial, y era para una alcaldía. Y entonces, ahí nos dimos cuenta de que se venían tiempos duros, que la derecha había superado el aturdimiento en que la habían dejado, derrota tras derrota, los gobiernos progresistas, empezando por la derrota que le propinó Hugo Chávez en Venezuela a finales del siglo pasado, y que ya tenía una estrategia, una coordinación, discursos… medios, como sus medios de comunicación, para tratar de destrozar la labor de los gobiernos progresistas, acusarnos de corruptos. La misma estrategia contra Dilma, contra Cristina; la misma estrategia contra Maduro, contra Evo, contra Correa. Es una estrategia regional. Entonces, le pusimos a ese intento de revertir los avances progresistas y retornar al pasado: la restauración conservadora”.
Sin embargo, el intelectual venezolano Luis Brito, en un reciente artículo desestima el uso del término restauración conservadora, porque “suena a restablecimiento, a recuperación, a sanación”, y apunta a una dimensión bien profunda: “Para derrotar al adversario debemos vencerlo dentro de nosotros mismos”. Esas ideas se conectan con el pensamiento de Fidel Castro, sin dudas la personalidad política que más tuvo que resistir el embate de la derecha imperial y no por ello dejó de ubicar a nuestros propios errores, y no a los embates del otro, como la única causa posible de destrucción de la Revolución Cubana.
Detrás de cada acto electoral que ha sacado del poder a gobiernos de izquierda en América Latina hay otros muchos procesos que el propio Luis Brito define: “No se puede cambiar el juego jugando con las reglas del juego. Pero es lo que los progresistas intentan una y otra vez dentro de sistemas que consagran la propiedad privada de los medios de producción como inconmovible fundamento; que veneran como artículos de fe sentencias dictadas por camarillas de jueces designados por los propietarios y aplican normas en las cuales toda mejora del nivel de vida de la población es tipificada como delito. Lo que derrota a las izquierdas no es su audacia, sino su falta de acometividad. Cada instante que pasa un movimiento progresista protegiendo los intereses de sus enemigos de clase ahonda la sepultura que estos le cavan”.
Los gobiernos de izquierda en América Latina no se han enfrentado solo a procesos electorales, muchas veces ese ha sido el epílogo de una batalla con múltiples dimensiones: política, económica, judicial, comunicacional. La derecha en América Latina, en su capacidad de adaptar su comunicación con la sociedad a los tiempos que corren, ha intentado adueñarse incluso del discurso ambiental, y desde él ha atacado a gobiernos que han tenido en la exportación de materias primas la principal fuente de ingresos y, por lo tanto, la palanca con la que cambiar la pobreza heredada de siglos de desigualdad, sin que por ello no sea imprescindible la necesidad de cambiar la matriz productiva de la región hacia una economía basada en el conocimiento y en el uso sostenible de los recursos naturales.
Sobre este tema, el intelectual argentino Atilio Borón reconoce que Estados Unidos propicia en América Latina la desindustrialización y que a él “le pone de muy mal humor, le fastidia mucho escuchar a muchos críticos —por ejemplo del gobierno de Evo Morales, o de Chávez y ahora de Maduro—: ‘no cambiaron la matriz productiva’; pero el cambio de la matriz productiva es un proceso que lleva 40 ó 50 años, no hay un solo caso en donde la matriz productiva de un país se ha cambiado en un período de ocho, diez, doce años. No existe un solo ejemplo a nivel mundial, no existe. El único caso es el de Corea del Sur que demandó casi 50 años, 30 años de los cuales bajo una férrea dictadura sostenida por Estados Unidos”.
Nos acercamos también a alguien que desde la palabra convertida en poesía, en canto, ha sido un referente para las luchas sociales en la región en las últimas décadas, el cantautor cubano Silvio Rodríguez. Conversamos con él sobre dos figuras de la izquierda latinoamericana: Rafael Correa y Evo Morales:
“Rafael Correa es un dirigente excepcional porque, además, gran parte de los problemas que tiene el mundo hoy en día son problemas económicos y él es economista, y es un economista brillante, o sea que él entiende los problemas desde adentro, y no hay quien lo engañe en los problemas económicos, y en este mundo de rejuego económico, de las trasnacionales, de los bancos, de las influencias, todo eso es un mundo muy habilidoso que él conoce los entresijos de todo ese fenómeno y no se le ha podido engañar. Pero, bueno, ya se está viendo que las revoluciones hay que cuidarlas, desde cerca. El ojo del amo…, como se decía antiguamente, así que se tiene que poner las pilas también Correa.
”Evo es un gran latinoamericano, es un gran patriota y es un gran hombre universal. Es un hombre que se ha levantado de las minorías étnicas, que antes eran mayoría, ahora son minorías porque los hemos aplastado con nuestra civilización y nuestra forma de ser; pero, bueno, eso que ahora son minorías y que fueron las mayorías antes, Evo las ha dignificado. Entonces, el papel de Evo es muy grande, además ha conseguido con mucha inteligencia, con mucha habilidad, con la ayuda de Álvaro —que es un pensador y un revolucionario considerable— sostener este gobierno, que es un gobierno popular, que es un gobierno comprometido con las masas, de verdad, y sobre todo con los ancestros, con una visión de justicia de la historia, eso es muy difícil y él lo ha mantenido”.
La mención a Álvaro Linera por parte de Silvio Rodríguez nos hace reflexionar sobre la importancia de la figura del vicepresidente para mantener la continuidad de los gobiernos de izquierda en la región. También nos conecta con la opinión de Atilio Borón sobre la dupla presidencial compuesta por Evo Morales y Álvaro García Linera: “Yo te diría con absoluta y total responsabilidad, no tiene igual en América Latina, porque hemos tenido grandes presidentes: Rafael Correa, pero no tuvo un vice de la altura de Álvaro; y Chávez no tuvo un vice de la altura de Álvaro, tampoco lo tiene Maduro; Lula no lo tuvo en Brasil. Entonces, no es que las personalidades hacen la historia; pero cuando se conjuntan procesos de base, de fondo, de verdad, en la vida social, en la dinámica de los procesos sociales, con la creciente conciencia de sectores de la población que de repente ven una luz al final del túnel —gente que ha estado oprimida durante 500 años y ve que hay una salida— y esa dinámica social se pone en marcha, y además coincide con la aparición de estas personalidades extraordinarias, para empezar Evo, sin ninguna duda, y el acompañamiento de Álvaro, es una situación inmejorable y explica en buena parte todo lo que ha venido ocurriendo en Bolivia y que por el bien de Bolivia y de América Latina espero siga”.
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