En la amplia agenda del presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez a Nueva York no podía faltar su visita a la mítica iglesia Riverside, situada en el barrio de Harlem.
Una iglesia incluida entre las más famosas de Estados Unidos, no solo por su gran torre, la más alta del país con sus 21 pisos, sino, además, por haber acogido a líderes mundiales emblemáticos como Martín Luther King, defensor de los derechos civiles de los negros norteamericanos; al primer presidente negro de Suráfrica y Premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela, Madiba; al exsecretario general de la ONU, Koffi Annan, y a nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro.
Situada, como su nombre lo indica, al lado del río Hudson, la iglesia Riverside –construida a inicios del siglo XX- es famosa por la belleza constructiva de estilo neogótico y también destaca porque tiene como manifiesto religioso las tres “i”: inter-denominacional, interracial e internacional; o sea, una iglesia abierta, sin distinción de ningún tipo de práctica religiosa.
Pero, por sobre todo, sobresale porque allí han pronunciado célebres discursos hombres de trascendencia universal. Martin Luther King el 4 de abril de 1967 dijo allí una de sus piezas oratorias más brillantes: el sermón titulado “Un momento para romper el silencio”, en el que se declaró rotundamente enemigo de la guerra de Vietnam, en una época en la que todavía muchos estadounidenses la apoyaban.
El reverendo y Premio Nobel de la Paz, Martin Luther King, se dirige a los miles de seguidores. (Foto: EFE).
Luther King afirmó: “(…) una nación que año tras año continúa gastando más dinero en defensa militar que en programas de mejoramiento social se aproxima a su muerte espiritual”, y resumió su creencia sobre que el racismo, la explotación económica y la guerra estaban conectados como "demonios triples".
Exactamente un año después de este famoso discurso, considerado el más político de todos, Martín Luther King sería asesinado en la ciudad de Memphis, Tennessee.
La majestuosa iglesia Riverside. (Foto: The New York Times).
En esa iglesia bautista también estuvo Nelson Mandela, Madiba, a quien le fuera dedicada la sesión de la ONU del pasado lunes 24, en el año del centenario de su nacimiento, y al que el propio Díaz-Canel en esa Cumbre por la Paz, calificó de “(…) rebelde que se vio obligado a luchar contra la injusticia cuando le cerraron los caminos pacíficos; al preso político, al defensor de los derechos humanos y de los derechos de su pueblo, y al político que cambió la historia”.
Mandela, en su primera visita a los Estados Unidos en 1990, recién liberado, acudió a la Iglesia Cristiana Inter-denominacional Riverside Church para agradecer el apoyo que los religiosos les habían dado a los sudafricanos en los años de lucha.
Además, han honrado dicho lugar dirigentes como el Dalai Lama, líder espiritual del budismo tibetano; el nigeriano Koffi Annan, quien fuera secretario general de las Naciones Unidas, fallecido en fecha aún reciente; y nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, quien pronunció un aplaudido discurso, en ocasión de su cuarta y última visita a la ONU.
Fidel fue aclamado en Harlem. (Foto: Estudios Revolución).
Sucedió el 8 de septiembre del 2000, durante un acto de solidaridad con Cuba, y Fidel hizo un recuento de sus visitas anteriores: “En la primera ocasión me expulsaron del hotel en las inmediaciones de las Naciones Unidas. (…) Y yo decidí de inmediato: ´Me voy a Harlem, porque allí están mis mejores amigos´. Cuando volví una segunda vez, (…) en 1979, hablé allí en nombre de todos los países pobres del mundo; la tercera vez volví a Harlem, y no solo a Harlem, sino también al Bronx. Esta vez recibí el honor de que me invitaran a esta zona que creo se llama Riverside”.
Resultó un acto de amor hacia Cuba y su Revolución. Fidel denunció al injusto bloqueo y las agresiones sufridas a lo largo de más de 40 años, así como agradeció al pueblo norteamericano por su defensa del niño Elián González: “Cuando el pueblo norteamericano conoció la verdad, apoyó al niño y a su familia, en cifras que se elevaron a más del 80% y que en la población afro norteamericana alcanzó, en un momento cúspide y decisivo, el 92%. Eso no lo puede olvidar nuestro pueblo jamás”.
Con la visita del actual mandatario cubano a la Iglesia Riverside esos lazos de solidaridad saldrán fortalecidos. Díaz-Canel, al ponderar las virtudes de Nelson Mandela, resaltó su legado a un mundo de paz, que hoy resulta inalcanzable, pues, como afirmó, “No puede haber desarrollo sin paz y estabilidad, ni paz y estabilidad sin desarrollo (…)”.
También el presidente insular fustigó al bloqueo y al incremento de la carrera armamentista, y significó que “alarman los recientes anuncios del aumento del gasto militar, que lanzará al mundo a una nueva carrera armamentista, en detrimento de los ingentes recursos que se necesitan para construir un mundo de paz”. Todos esos ideales han tenido abrigo en Harlem y en Riverside Church.
El encuentro entre el presidente cubano y amigos de Cuba allí, constituye otro éxito rotundo de la diplomacia cubana y un momento de extraordinaria emoción y evocación a Fidel, quien, en espíritu, también estará presente a través de sus palabras.
El Presidente Miguel Díaz Canel compartió con más de dos mil norteamericanos reunidos en la Iglesia Riverside (Foto: Dominio Cuba).
Fragmentos de las palabras del presidente cubano en la Iglesia Riverside (Versión no oficial)
Estamos por fin aquí, donde más de una vez abrazaron cálidamente a Fidel y con él a Cuba en nombre de lo mejor del pueblo norteamericano. Por esos momentos y por éste, lo primero que quiero decir es: GRACIAS.
Para llegar hasta aquí atravesamos Harlem, el barrio del legendario hotel Theresa, que se abrió a nuestra primera delegación revolucionaria en ONU y cobijó encuentros de grandes del siglo XX, donde Fidel recibió a Malcolm X, a Gamal Abdel Nasser, a Jawaharlal Nehru y a Nikita Krushohv.
La bellísima Iglesia Riverside, con su torre de estilo gótico, que hasta hoy sólo conocíamos por fotografías y crónicas de aquella intensa noche del año 2000, en la cual los hospitalarios amigos de Harlem opacaron con una multitudinaria bienvenida de más de 3 000 personas, a nuestro líder y sus acompañantes.
Justamente aquí, esa noche, recordó Fidel que en su primera visita a la ONU, en 1960, él personalmente le había dicho a sus compañeros: “Me voy a Harlem, porque allí están mis mejores amigos”.
Al repetir el gesto en el 2000, en esta Iglesia, cuentan que se sintió tan a gusto con la multitud reunida para saludarle, que su discurso terminó con un “buenos días”. Había comenzado a las 10 de la noche y terminó pasadas las 2 de la madrugada.
Claro, que no sería yo capaz de repetir tal proeza, ni creo que los asistentes resistirían tanto. Pero si a un lugar no podía dejar de venir nuestra delegación que asiste a la Asamblea General de ONU, es a éste; doblemente sagrado: por su misión y por su historia.
En Riverside Church puede decirse que nació el programa de formación de jóvenes norteamericanos de los distritos más humildes de esta gran nación en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, nuestra querida ELAM, donde hasta el pasado año se habían graduado cerca de 200 estudiantes provenientes de Estados Unidos.
Esta Iglesia nos recuerda la entrañable amistad entre Fidel y el reverendo Lucius Walker, emisario de la solidaridad en los años más oscuros de la profunda crisis económica que en nuestro país provocó la exacerbación del bloqueo, tras la caída del socialismo europeo.
Cuba no es un país grande ni poderoso, ni rico en recursos naturales o financieros. Pero esas limitaciones no nos han impedido practicar la solidaridad, sobre la base de compartir, no lo que nos sobra, sino lo que tenemos, pero ante todo, compartir nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio. Se trata de un sacrifico solidario, practicado con humildad y que ha tenido un impacto, al cabo de varias décadas, en la vida de millones de personas de varios continentes.
Hoy, la expresión más visible de esa solidaridad es la cooperación que prestan más de 42 mil profesionales cubanos, sobre todo personal médico, en unos 75 países. Representan a los más de un millón de profesionales cubanos que desde el triunfo de la Revolución laboraron en África, Asia y América Latina y el Caribe, prestando servicios médicos y servicios de salud, trabajando en obras de ingeniería, con asesoría en agronomía, deportes y otras áreas importantes del desarrollo.
También representan el esfuerzo de centros educacionales y universitarios cubanos, y del personal de estas instituciones, que a lo largo de estas décadas formaron a decenas de miles de técnicos y profesionales de países del Tercer Mundo.
El empeño más significativo de esa solidaridad internacionalista de la Revolución cubana, fue el apoyo a los movimientos de liberación en África.
El esfuerzo allí realizado contribuyó a salvaguardar la integridad soberana de Angola, a alcanzar la independencia de Namibia y a asestar un golpe demoledor y desmoralizante a la maquinaria de guerra del régimen del apartheid en Sudáfrica.
Por eso, cuando Cuba viene a la Asamblea General de las Naciones Unidas y promueve la cooperación y la solidaridad, frente a la amenaza, la competencia, el racismo y el egoísmo, lo hace con la autoridad de un pueblo que demostró que tales propósitos son posibles, y que convirtió las declaraciones en acciones concretas.
Especialmente este año, centenario del nacimiento de Nelson Mandela, a cuya memoria se ha dedicado una Cumbre por la Paz, Cuba no puede dejar de expresar el sentimiento que nos embarga cuando los nombres de grandes líderes de la lucha por la justicia social y la igualdad entre todos los hombres, se levantan como bandera, por representantes de naciones enriquecidas a costa del saqueo a los pueblos oprimidos y vilipendiados del Tercer Mundo, al que aquellos líderes consagraron sus vidas.
Quienes mantienen en vilo la paz, fortaleciendo sus arsenales con armamentos cada vez más sofisticados y amenazadores, quienes fomentan conflictos y amenazan con invasiones, quienes hace apenas una década consideraban a Mandela terrorista y entregaron armas nucleares al régimen racista de entonces, deberían pedir perdón a los pueblos que sufren el costo de las guerras, cuando podrían disfrutar los beneficios del desarme.
Hace 58 años, en su memorable primer discurso en la ONU, Fidel advertía que: “Con la quinta parte de lo que el mundo se gasta en armamentos se podía promover un desarrollo de todos los países subdesarrollados, con una tasa de crecimiento del 10% anual.”
No hace falta calcular qué parte de la inversión en armamento bastaría hoy para financiar el desarrollo de los países más atrasados económicamente, pero, por los descomunales precios que todo tiene en nuestra época, especialmente las armas, me atrevo a repetir que con un quinto de ese gasto, muchos pobres dejarían de serlo.
Bajo las premisas de que un mundo de paz y cooperación es indispensable para el desarrollo, la política exterior de la Revolución cubana mantiene invariable su posición a favor del desarme total y de la solidaridad internacional.
Es nuestro compromiso con los que han padecido y aun padecen la injusticia y la exclusión, con los que han sufrido y aún sufren como consecuencia del colonialismo, el neocolonialismo, el imperialismo y el racismo. Es una política exterior que hace causa común con los desposeídos, los marginados y los explotados.
Nuestro Comandante invicto Fidel Castro Ruz nos enseñó, y cito: “Cooperar con otros pueblos explotados y pobres fue siempre para los revolucionarios cubanos un principio político y un deber con la humanidad”.
Cuba también le debe mucho a la solidaridad internacional y a la solidaridad de miles de amigos y de activistas aquí en los Estados Unidos, entre los que se encuentran muchos cubanos aquí residentes. La demostración más reciente fue el movimiento masivo e internacional a favor de la liberación de los cinco luchadores antiterroristas cubanos injustamente encarcelados. Y antes, por el regreso del niño Elián González a su hogar en Cuba.
Como todos conocen, nuestra relación bilateral con los Estados Unidos sigue caracterizada, ante todo, por el bloqueo económico que constituye un obstáculo fundamental al desarrollo y al bienestar de los cubanos, que provoca privaciones a las familias cubanas.
Los vínculos entre ambos países continúan influidos por las pretensiones de grupos minoritarios pero políticamente poderosos dentro de este país que promueven la tensión y la hostilidad. Son grupos que aspiran a hacer regresar a Cuba a un pasado de subordinación y exclusión superado hace muchos años.
Utilizan para ello el engaño y la difamación. Cuentan con poderosos recursos financieros y el respaldo manipulador de influyentes medios de difusión. Han logrado promover nuevas medidas políticas dirigidas a estrangular la economía cubana. Son medidas que entorpecen aún más los intercambios bilaterales entre nuestros pueblos y que dificultan las relaciones de la Nación y la emigración.
Como en el pasado, tropezarán con la unidad patriótica de los cubanos y con el ideario de independencia y rebeldía en que se forjó nuestra Nación. Tropezarán también con el rechazo y el activismo de los amigos de Cuba en muchas partes del mundo, incluidos nuestras hermanas y hermanos aquí en los Estados Unidos.
Lo que en estos momentos moviliza a la Nación cubana y la tarea que concentra la atención del pueblo, es el proceso de discusión masiva y popular del proyecto de Constitución que nos proponemos adoptar a inicios del próximo año, como expresión del país que deseamos, como compromiso de continuar edificando el socialismo, con lealtad a los ideales que han acompañado la lucha por la independencia y la justicia social en nuestro país a lo largo de su historia.
Dentro de pocos días, el próximo 10 de octubre, se cumplirán 150 años de nuestro grito de independencia, cuando un grupo de patriotas cubanos, bajo la guía de Carlos Manuel de Céspedes, proclamó el inicio de la lucha armada por la independencia y por la abolición de la esclavitud.
En honor a esa fecha, en recordación de los mártires y héroes de nuestra patria, en gratitud hacia los ciudadanos de otros países que, en gesto de solidaridad, sacrificaron sus vidas en las luchas por la independencia de Cuba, entre los que se incluyeron prominentes luchadores estadounidenses, y en reconocimiento fraterno al esfuerzo extraordinario de los incansables amigos que durante todos estos años han luchado en contra del bloqueo económico, y en demanda de una política de respeto hacia Cuba, ratifico el compromiso solidario e inquebrantable de la Revolución cubana con la causa de la justicia y del derecho de los pueblos a soñar y alcanzar un mundo mejor, que es posible.
Este es nuestro saludo, porque esto es lo que hacen los mejores amigos cuando se encuentran después de mucho tiempo. O, cuando, como es nuestro caso, traen la entrañable memoria de sus padres y de los amigos de sus padres.
Hoy con ustedes sentimos que aquí están presentes Fidel y Chávez.
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