La decisión del presidente Trump de subir a toda costa los aranceles al acero y al aluminio proveniente de la Unión Europea y mostrarse inflexible a los reclamos del bloque comunitario, ha iniciado una contundente respuesta de los 28 que amenaza con hacer estallar una guerra comercial de imprevisibles consecuencias para la economía mundial.
La tensa situación creada por Donald Trump con el anuncio de la subida de los aranceles a las importaciones del acero y el aluminio provenientes de la Unión Europea y su terca dedición de mantenerlo, ha desatado un verdadero conflicto con los que son sus amigos y aliados de siempre. No en balde ante tanta ira el propio Claude Juncker máximo dirigente de la UE ha dicho que con “amigos como esos no necesitamos enemigos”.
Y la recién finalizada Cumbre del G7 la pasada semana en Canadá fue un marco propicio para el magnate inmobiliario reafirmar sin rodeos que “hará lo que sea necesario para que las relaciones comerciales que su país tenga sean justas con otros países”. Así de tajante ha sido “no tienen otra opción. Si no cambian, no vamos a comerciar con ellos”.
La previsible guerra comercial que se vaticinó tras la medida de Trump ya ha alcanzado el nivel de una crisis diplomática que involucra a sus aliados de la Europa Comunitaria, los que han expresado sin ambages el rechazo a su política incendiaria.
A esta crisis comercial se suma en las relaciones con sus aliados la ruptura del pacto nuclear con Irán y el adiós al acuerdo del cambio climático de París; son como golpes directos al corazón de esas antiguas relaciones, Francia, Alemania, el Reino Unido, como los más dolidos. Pero si fuera poco, el inquilino de la Casa Blanca no se inmuta y sin reparos insulta a esos líderes aliados ante cualquier público de robar a los Estados Unidos. Me detengo en el más reciente evento que fue la Cumbre de los 7 grandes, para remarcar la visibilidad de la erosión causada por EE. UU. en la cita canadiense, donde el cara a cara de los líderes mundiales con el presidente outsider hizo que estallara la polémica.
No obstante, el conjunto de países más poderosos del planeta, en particular la UE intentaron hacer concesiones para lograr una rebaja de los aranceles y pactar una propuesta para reformar la Organización Mundial de Comercio (OMC) una de las exigencias de EE. UU. Nada hizo ceder a Donald Trump.
La batalla que el presidente estadounidense ha puesto en marcha para reducir su déficit comercial, que atenta contra sus antiguos aliados europeos, encierra un lenguaje bélico y amenazante que no distingue países, da lo mismo que sea hacia China, Alemania o Francia.
A esta Europa Comunitaria, en la que sus integrantes han mostrado una incondicionalidad histórica con EE. UU., les ofende ahora de manera muy especial que la Casa Blanca haya manejado como argumento para la subida de las tarifas arancelarias razones de seguridad nacional, sobre todo porque son aliados leales y con los cuales los servicios especiales estadounidenses comparten información de inteligencia de manera rutinaria.
El bloque comunitario ha meditado a profundidad las respuestas y ha preparado la primera represalia con una demanda ante la OMC. El pliego es un procedimiento de solución de disputas que determinará si la decisión de EE. UU. de subir los aranceles está en línea con sus normas. También se ha planteado poner en marcha las llamadas “medidas de reequilibrio” para imponer como respuesta una subida de aranceles a un conjunto de productos estadounidenses que llegan a los países de la Unión con los mismos niveles de altas tarifas con los que EE. UU. restringe las importaciones de los 27 países. Bajo el catálogo de procedimientos de la OMC, la UE impondrá medidas por un monto aproximado de 2,800 millones de euros, a partir de este 20 de junio.
El hecho cierto es que sus “aliados incondicionales” están molestos por las medidas del presidente Trump, que por demás ha hecho caso omiso de los reclamos de la canciller alemana Angela Merkell, de Emmanuel Macron o de Theresa May, por citar tres de los países que han acudido a su casa para intentar persuadirlo, lo que no lograron.
La geopolítica en la era Trump pende del voluntarismo, la improvisación y la retórica amenazante, de esa rabia, de esa pulsión que los estadounidenses se acostumbraron a ver en un programa de telerrealidad. Estados Unidos, se ha convertido en un grave riesgo con Donald Trump, empeñado en destruir el sistema multilateral y desestabilizar la Unión Europea. Cuando los intereses económicos se ven afectados, las respuestas del bloque integrador también se conciben contundentes y los actores políticos muestran recelos “con el antiguo protector”.
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