Hablar del bloqueo que los Estados Unidos mantienen sobre Cuba desde hace 60 años, es un tema recurrente y de referencia obligada en la vida cotidiana de los cubanos. Cualquier carencia material visible en todos los sectores de la sociedad, es consecuencia de ese cerco económico y financiero, que se ha convertido en el acoso a país alguno, más largo de la historia. No hay dudas, es el gran culpable, y no es un cuento de ciencia ficción.
Pero si esos estragos se hacen palpables cuando un ciudadano necesita de un medicamento de última generación, o un paciente ingresado en un hospital requiere de una intervención con componentes que no existen en sus almacenes y los insumos no son los necesarios, el golpe al corazón es mucho más fuerte. La desesperación de la persona, y la ansiedad del sistema de salud por salvar una vida, o prestar un servicio para el que no tienen los medios, se vuelven tensiones muy agudas.
Ningún sector económico, cultural o social, ni su población escapan a los daños y a los impactos que sobre ellos alcanza la crueldad de tan pérfida política que estremece el sentimiento, el alma de una nación y su normal desarrollo.
Si buscamos referencias cuantificables debo remitirme al último informe anual “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos de América a Cuba”, que sitúa a los daños acumulados durante 60 años alcanzan la cifra de tres mil 074 millones 033 mil 738 dólares solo en el sector sanitario.
Más recientemente en el período de abril del 2019 a marzo del 2020, las pérdidas al sistema de la salud cubana están en el orden de los 160 millones 260 mil 880 dólares.
Pero, más allá de estas cifras que pudieran parecer meras y frías estadísticas ¿Qué significa el bloqueo para el sistema de salud cubano?
La salud pública en Cuba ha sufrido severas afectaciones por los impedimentos para adquirir sus más elementales insumos, medicamentos, reactivos, instrumentales, piezas de repuesto para equipos médicos para su normal y eficiente funcionamiento. Ello supone utilizar intermediarios con un costo adicional y el traslado desde mercados de largas distancias.
No hay acceso alguno a tecnologías de marca Made in USA o con un componente del 10% producidos en ese país. La explicación pudiera no entenderse por quien no ha padecido sus efectos, pero se trata de una cruda realidad, las empresas productoras de equipos y reactivos para diagnósticos son, en el 70% de los casos, de propiedad norteamericana.
El inventario resultaría muy extenso, y los ejemplos abrumarían al lector. Pero si en 60 años los obstáculos y los daños han sido brutales, desde que comenzó la pandemia de la COVID-19 la hostilidad se incrementó; y por si fuera poco, más de 240 nuevas regulaciones para intentar estrangular a la nación dejó Donald Trump antes de irse de la Oficina Oval.
La pandemia de la COVID-19 ha tenido carácter universal, pero si bien ha azotado a todos, enfrentarla con un bloqueo que ahoga, ha sido un verdadero y colosal reto para un gobierno que pone a su pueblo y a sus vidas como prioridad absoluta. Durante estos 15 meses la hostilidad se ha recrudecido hacia niveles sin precedentes.
Resulta indignante el entramado de trampas urdidas para boicotear el acceso a los ventiladores pulmonares, por tratarse de la Compañía estadounidense VYAIRE MEDICAL INC, imprescindibles para el alivio del paciente con COVID-19 y de los kits diagnósticos de la firma VITRO GEN para la detección del coronavirus causante de la Neumonía Atípica (SARS), aún a través de terceros países.
- Consulte además: Bloqueo contra Cuba: contradicciones de una política fallida
Una significativa donación de mascarillas y kits diagnósticos que el empresario chino Jack Ma, fundador de Alibaba Group y la fundación que lleva su nombre, deseaba enviar a Cuba, fue impedido bajo el argumento de que la empresa transportista era propiedad de los Estados Unidos.
Sin duda alguna el bloqueo con sus políticas genocidas, ha comportado un inmenso reto, frente a un obstáculo, un boicot o una impedimenta para adquirir un medicamento, un equipo o un accesorio y cuando el cerco se recrudece, la ciencia cubana se levanta inmensa y creativa. Desde la aparición del Vidatox con el veneno del alacrán azul ante la imposibilidad de adquirir medicamentos contra el cáncer; la vacuna contra la Hepatitis C; el Heberprot-P, medicamento de probada eficacia contra la úlcera del pie diabético, han sido las alternativas propias empleadas.
Más recientemente, en el escenario de La COVID-19 cuando se cerraron las puertas a las vacunas del primer mundo la biotecnología y los investigadores de la ciencia produjeron cinco candidatos vacúnales anti-COVID-19: Soberana 01, Soberana 02, Soberana Plus, Mambisa y Abdala.
La empresa cubana de tecnología médica digital, Combiomed, ha producido el prototipo de ventilador pulmonar de altas prestaciones.
El bloqueo afecta todo el sistema de salud, la ejecución de importantes Programas, como el de Atención Materno Infantil, Atención al Paciente Grave, Programa Integral para el Control del Cáncer, así otros dirigidos a la prevención y el control de Enfermedades No Transmisibles, por citar a algunos.
A las pérdidas económicas se sumó la campaña para intentar desacreditar y obstaculizar la cooperación médica internacional que Cuba ofrece, sin embargo, no pudieron evitar la presencia de 57 brigadas del Contingente “Henry Reeve” en 40 países, con más de 4 900 profesionales de la salud.
Más que enumerar cifras del daño económico, el impacto real del bloqueo lo podemos encontrar en el sufrimiento, la desesperación y el stress que provoca en un familiar de un paciente y en él mismo, saber que no puede contar con el medicamento idóneo para la atención de su enfermedad y, en muchas ocasiones, en el preciso momento para salvar su vida, ninguna estadística podrá reflejar ese sentimiento. El valor humano lo sobrepasa.
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