Por: Pedro Jorge Velázquez (tomado de su perfil de Facebook)
Hay cosas que merecen actos de repudio. El Bloqueo merece actos de repudio. Las agresiones que se han hecho contra Cuba y han tenido consecuencias merecen actos de repudio. El imperio merece actos de repudio.
El repudio, como respuesta emocional ante la agresión, no puede controlarse en un pueblo que ve y siente. Esos que creen que el pueblo quedará inmóvil ante las ideas colonizadoras, no nos conocen. La gente en Cuba tiene derecho a responder a quienes nos atacan y tiene derecho a repudiar sus ideas. Pero el repudio no puede ser suministrado de forma tosca y desmedida, el repudio no tiene en sí una estética si no se la agregamos y ahí es donde debe estar la distinción: el repudio debe ser siempre un recurso ético, como la propia Revolución es.
¿Saily merece rechazo por sus ideas, por su egolatría, por su insensibilidad? Ok. ¿Cómo proyectamos ese repudio con ética? ¿Qué formas de repudio usamos? La Sentada de Los Pañuelos Rojos fue, y quizás me atreva a hablar en nombre otros y otras, un acto de repudio: de repudio a la invasión, de repudio al fundamentalismo, de repudio a la corrupción y a la obsecuencia, de repudio al machismo, al racismo, al maltrato animal, al daño ambiental. Un gran acto de repudio al capitalismo y a todas sus formas de segregación. Eso fue. Pero ese repudio tenía un componente ético y moral, como el chaleco de Fidel.
Tampoco intento creer que todos debemos responder de la misma forma, pero sí podemos crecer de la misma forma. Las ideas de Saily merecen rechazo popular por su carácter entreguista. Pero Saily no merece repudio por ser una persona delgada como para gritarle "lagartija", Saily no merece repudio por ser mujer como para gritarle "perra". Saily no merece que en su casa se escuchen esas ofensas descargadas de nuestras ideas. Saily se merece una respuesta mucho más integral, mucho más orgánica, mucho más revolucionaria.
Me hubiese encantado que la respuesta a Saily hubiese sido llenarle el frente de su casa de rosas blancas y cantarle: "yo vengo a ofrecer mi corazón". Me hubiese encantado escuchar a algunas de esas mujeres trabajadoras recordándole a Saily las garantías y libertades que la Revolución trajo y protege en beneficio de las mayorías.
Me hubiese encantado que le recordaran, con esas banderas de la FMC detrás, las garantías que como mujer ella tiene en la Cuba revolucionaria; y también que esas garantías no existen en el capitalismo al que ella quiere llevarnos. Me hubiese gustado una batalla de ideas, no de ofensas. Me hubiese encantado escuchar frases de Martí y del Che y de Fidel en vez de gritos ofensivos. Me hubiese encantado oír un coro del concepto Revolución.
Desde el plano simbólico y mediático en el que tanto peleamos muchos de nosotros por defender nuestro proyecto, en ese plano, Saily terminó poniendo sábanas blancas, besando a su madre y diciendo que aquello no le preocupaba. Terminó como una santa –aunque no lo sea– y fuimos nosotros quienes le regalamos esa posibilidad.
Escribo esto porque creo en nuestra superación. La unidad no puede ser en torno a lo mal hecho. Sé bien que en Miami se miran con un microscopio los "actos de repudio" popular en Cuba y quieren ponerle esa etiqueta a toda respuesta, cuando es allá donde más injustos actos de repudio se hacen a los artistas cubanos, a los deportistas, a los médicos internacionalistas, a nuestras vacunas, a nuestros dirigentes que son mucho más populares y asequibles que los de ellos, a nuestras tradiciones, a nuestra cultura. El Bloqueo es el mayor acto de repudio al pueblo cubano y Miami es el epicentro de los actos de repudios; sin embargo quieren venir a darnos lecciones de moral con la cara fresca. No les creemos. Pero sí creemos en que nosotros debemos ser mejores que ellos, mejores siempre que nuestros enemigos. Sí, puedo. Sí, podemos.
Todo acto de repudio debe ser suministrado con dosis de belleza y humanismo, porque el amor, por sí mismo, es un acto de repudio al odio. Cuando Fidel dijo en aquel sepelio de las víctimas de Barbados "no podemos decir que el dolor se comparte, el dolor se multiplica (...) Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla" estaba haciendo un acto de repudio, pero de repudio ético. Cuando el Che Guevara miraba desconsolado el cortejo fúnebre de las víctimas de La Coubre, su mirada, su estampa, era un acto de repudio y esa acto, captado por Korda, se convirtió en la imagen más icónica del repudio diario a la explotación del imperio.
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