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miércoles, 20 de noviembre de 2024

La ley Helms-Burton o el cuento de nunca acabar que nadie se cree

La administración de Obama trató de marcar un distanciamiento de la política de bloqueo contra Cuba. ¿Qué ocurrirá en 2017?...

José Armando Fernández Salazar en Exclusivo 16/03/2017
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Conferencia de prensa agricultores
De pronto, la política norteamericana hacia Cuba, en la que el bloqueo ocupa un gran peso, se estanca en la burocracia y los cuchicheos del Capitolio. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

El 12 de marzo de 1996 el entonces presidente de los Estados Unidos Bill Clinton firmó la ley Helms-Burton que blindaba legalmente el bloqueo contra Cuba e incrementaba la extraterritorialidad de dicha política. En varias de las fotos e imágenes que con bombo y platillo rememoran aquel suceso triste para las relaciones exteriores norteamericanas aparece la entonces Primera Dama Hillary Clinton.

Casi 20 años después esta señora fue la carta de triunfo del Partido Demócrata para ocupar el Despacho Oval, pero su posición respecto al bloqueo era completamente diferente. Entre marido y mujer nadie se debe meter y los votos matrimoniales hablan de acompañarse en las buenas y las malas, pero aquel plumazo de Bill llevó a un callejón sin salida a los miembros de su propio grupo político y pusieron en más de un aprieto a Hillary.

Al convertir esta política en ley la pelota pasó a manos del Congreso, el único facultado para derogarla, y desde hace varios años en manos republicanas y críticos a la estrategia de normalización y acercamiento que proponía Barack Obama. La Clinton se mostró abierta a continuarla y a llevar el tema a los debates legislativos, pero su oponente Donald Trump, a la postre el presidente 45 de los Estados Unidos, prefirió no hablar de ello y en algunos contados casos mostrarse ambiguo y contradictorio.

Para lanzar más humo sobre el tema, en septiembre de 2016, en el punto álgido de la carrera presidencial, los demócratas acusaban al millonario neoyorquino de haber violado el bloqueo, cuando en la década de 1990 contrató a una empresa asesora para explorar oportunidades de negocios en Cuba.

Trump se apresuró a desmentir los rumores y a todo el mundo aquello le sonó a jugarreta sucia del clan Clinton que atacaba a su adversario valiéndose de una política a la cual decían oponerse. Para no levantar más sospechas el ex presentador de reallity shows televisivos lanzó toda la andanada de blasfemias anticubanas que sus asesores le escribieron, esperando congraciarse con lo más recalcitrante de la emigración cubana.

Finalmente, Trump ganó la Florida sin la necesidad de este voto, nombró a su abogado Jason Greenblatt como representante especial de las negociaciones internacionales (dicen que fue uno de los que estuvo detrás de la exploración de negocios de los años 90) y ha confirmado que tiene el propósito de revisar la veintena de acuerdos que han firmado los gobiernos de Washington y La Habana desde el 17 de diciembre de 2014 y condicionar las futuras decisiones. ¿Prevalecerá el instinto empresarial o el cinismo del político?

Mientras tanto y con discreción, en el Congreso avanzan varios proyectos de ley que, si bien no proponen eliminar el bloqueo, pretenden vaciar su contenido o poner los primeros ladrillos para derribarlo. Al mismo tiempo, varias compañías aéreas tienen vuelos directos a Cuba, atracan cruceros en el puerto de La Habana y llega a costas norteñas el codiciado carbón vegetal cubano. Delegaciones de empresarios y funcionarios cruzan en uno y otro sentido el estrecho de la Florida y muchos se preguntan por qué renunciar a las oportunidades de negocios que ofrece la Mayor de Las Antillas.

De pronto, la política norteamericana hacia Cuba, en la que el bloqueo ocupa un gran peso, se estanca en la burocracia y los cuchicheos del Capitolio, prolongando la existencia de una reminiscencia anacrónica y obsoleta de la Guerra Fría, que lejos de cumplir sus objetivos ha aislado a la diplomacia estadounidense.

De no ser por aceptar poner su nombre en aquel proyecto de ley en 1996, probablemente los congresistas Jesse Helms y Dan Burton hubieran pasado desapercibidos por sus curules. Y quizás tampoco pudieron imaginar que su engendro fuera la causa de prejuicios para sus propios conciudadanos, perseguidos y multados por hacer negocios con Cuba, con sus derechos constitucionales vulnerados y la prohibición de acceder a productos de alta calidad y un mercado de 11 millones de personas con altos grados de profesionalización.

La Ley Helms-Burton viola flagrantemente las leyes y los derechos humanos del pueblo cubano, la Constitución de los Estados Unidos y varias normas jurídicas de ese país, numerosos actos del derecho internacional que regulan las relaciones políticas, económicas, comerciales y financieras entre los Estados, y atenta contra la libertad de comercio e inversión, por lo cual ha generado conflictos con los principales socios de Estados Unidos.

El impacto de esta medida en la economía cubana va más allá de los miles de millones de dólares que escapan de las arcas públicas del Estado cubano y tienen que ver con otros hechos, quizás no tan tangibles, como el atraso para acceder a tecnologías y conocimientos, la exclusión de organizaciones y mecanismos de comercio y cooperación internacional, el roo de marcas y la criminalización de las relaciones de negocios con la isla, lo cual ha ahuyentado la inversión extranjera y tercerizado los intercambios comerciales.

Cada año, en la Asamblea General de las Naciones Unidas el mundo entero condena el bloqueo. En 2016 el propio gobierno estadounidense, en una actitud sin precedentes, se abstuvo en las votaciones, con lo que la administración de Obama trataba de marcar un distanciamiento con esa política. ¿Qué ocurrirá en 2017? Es todo un misterio. Los diplomáticos estadounidenses quieren hacer creer que aparentemente la derogación de la Helms-Burton es un cuento de nunca acabar, pero ese cuento ya no se lo cree nadie.


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José Armando Fernández Salazar

Para mí no hay nada mejor que estar con los que quiero, riendo y escuchando a los Beatles


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