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lunes, 25 de noviembre de 2024

La visita número 81 del Papa viajero

La anunciada visita de Benedicto XVI a Cuba, como parte de un periplo que incluye a México, es apreciado como continuidad del histórico viaje de Juan Pablo II, primer Papa que estuvo en la Mayor de las Antillas...

Frank Agüero Gómez en Exclusivo 13/03/2012
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Juan PabloII Y Fidel
El Papa Juan Pablo II y el líder cubano Fidel Castro

“Les estoy agradecido por su cordial hospitalidad, sobre todo por haber podido compartir con ustedes intensos momentos de oración y de reflexión”, expresó Juan Pablo II al concluir el 25 de enero de 1998 su visita de Estado y pastoral a la República de Cuba.

Inmediatamente subió la escalerilla del avión que lo regresaría a Roma, y ya asomado a la cabina, se volvió e hizo gestos demostrativos de que llevaba en su corazón el recuerdo del pueblo, autoridades estatales y religiosas que le habían brindado inolvidable acogida.

Casi al pie de la nave, como en tantos otros momentos desde su llegada a La Habana en la tarde del 21 de enero, el Presidente Fidel Castro, atento y cortés, despidió emocionado al máximo representante de la Iglesia católica, con quien había conversado por primera vez dos años antes durante su estancia en el Vaticano y le había reiterado formalmente los deseos de que conociese a Cuba.

Terminaba la visita 81 del también llamado Sucesor de Pedro, en un intenso periplo de 106 viajes que lo llevó a más de 200 países desde que dejó de ser conocido como Karol Jozef Wojtila, su verdadero nombre, para adoptar el de Juan Pablo II, en un período de 27 años hasta su fallecimiento en abril de 2005, a la edad de 84 años.

Aún le recuerdan como el Papa viajero. Hombres y mujeres de todos los continentes lo vieron y conocieron de su prédica, en no pocos países en más de una ocasión. Estados Unidos, 5 veces; México, 5; Brasil, 4 y Guatemala, 2, figuraron entre los más frecuentados en el llamado nuevo mundo.

Con él, Cuba tuvo el honor de recibir por primera vez en su historia la visita de un Papa.

Pasaron muchas cosas en quinientos seis años desde que la cruz católica desembarcó por primera vez en la Isla y los conquistadores impusieron con ella una nueva fe. Entre ellas el cambio de colonia a nación, la presencia imperial que sustituyó a la derrotada corona española y tres cruentas guerras de liberación que culminaron en la independencia total del país y el inicio de un derrotero de justicia, paz, desarrollo y colaboración con el mundo.

Las bíblicas prédicas conducentes a conciliar la dignidad personal, la justicia social y la paz entre los humanos encontraron cauce en las aspiraciones del pueblo cubano, estimulado por la obra de la primera revolución socialista en el continente americano. Martiana y marxista, deseosa también de coincidir con respeto y complementación con la noble fe de creyentes y no creyentes empeñados en construir juntos el posible paraíso terrenal.

Con toda franqueza, el Presidente cubano agradeció el honor de la deferencia del Santo Padre de conocer la Isla injustamente satanizada y propagar en todo el país el mensaje de la doctrina de la iglesia:

“Por el honor de su visita, por todas sus expresiones de afecto a los cubanos, por todas sus palabras, aun aquellas con las que pueda estar en desacuerdo, en nombre de todo el pueblo de Cuba, Santidad, le doy las gracias”.

CINCO INOLVIDABLES DÍAS

Juan Pablo II confesó en su despedida que se llevaba de Cuba un recuerdo imborrable de su pueblo y una gran confianza en el futuro del país caribeño.
Sus palabras eran expresión de una estela de afecto y simpatía recíproca entre huésped y anfitriones, que virtualmente fue la mayoría de la población.

El Papa Wojtyla estuvo acompañado de grandes multitudes en sus múltiples contactos con la población de la Isla, en la que se unieron personas sin filiación religiosa y creyentes de diversas religiones, altas personalidades de la jerarquía católica y de otras iglesias y denominaciones, dirigentes gubernamentales, estatales y partidistas; personalidades del mundo de la cultura y de la ciencia.

Fidel Castro, en su condición de jefe de Estado y Gobierno, lo esperó y despidió en el aeropuerto internacional José Martí y lo recibió en privado en el Palacio de la Revolución durante una visita de cortesía del Jefe del Estado Vaticano.

También lo acompañó en el encuentro con personalidades del mundo de la cultura, y estuvo en primera fila durante la misa en la Plaza de la Revolución, concentración de cientos de miles de fieles de todo el país y población capitalina.

A esta asistieron numerosos visitantes extranjeros, entre ellos el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez y el teólogo brasileño Frei Betto.

Juan Pablo II, acorde con su estilo misionero, definió un tema central en cada una de las cuatro misas que ofició, que abarcaron a las parroquias del país en los territorios central, oriental y occidental.

Para la de Santa Clara, dedicó su homilía al tema de la Familia; en la de Camagüey, a la Juventud y en la de Santiago de Cuba, a la Patria.

La voz del Sumo Pontífice de la iglesia católica se escuchó clara y en idioma español en grandes espacios especialmente acondicionados de las grandes ciudades del país. En la emblemática Plaza de la Revolución José Martí, dedicó sus reflexiones al papel de los laicos en la Iglesia. Todas las ceremonias fueron trasmitidas en vivo por las cadenas de radio y televisión nacionales y trasladas al exterior por decenas de difusoras acreditadas especialmente para la ocasión.

Durante un encuentro denominado con el mundo del dolor, en el Santuario de El Rincón, en las cercanías de la capital, brindó su aliento a los pacientes, religiosos y religiosas, y a los trabajadores de la salud consagrados a la humanitaria labor de prolongar la vida humana con todos los recursos de la medicina a su alcance.

“Ahí verán al verdadero Juan Pablo, gozoso de compartir con los que sufren el dolor y la cercanía de la muerte”, advirtió a un grupo de periodistas cubanos el siquiatra español Joaquín Navarro Valls, por muchos años vocero del Vaticano.

Conforme también a su trayectoria en defensa del ecumenismo, Juan Pablo II participó en La Habana en celebraciones litúrgicas de sacerdotes, laicos, religiosos y religiosas y se reunió tanto con los miembros de la Conferencia de obispos, con los representantes de las iglesias evangélicas y de la comunidad hebrea de Cuba.

MENSAJES DE CRÍTICA Y ESPERANZA

En los años finales del siglo XX en que el Papa visitó a la irredenta Isla, el imperio del norte y sus amanuenses soñaban con el inminente desmerengue del Estado socialista cubano, casi solitario en un tempestuoso mar de neoliberalismo, y resistiendo duras pruebas de penurias materiales y frecuentes tempestades.

El máximo representante de la iglesia católica comprobó la certeza de las palabras con que lo despidió el Presidente cubano, al decirle:

“Cuba, Santidad, se enfrenta hoy a la más poderosa potencia de la historia como un nuevo David, mil veces más pequeño, que con la misma onda de los tiempos bíblicos, lucha para sobrevivir contra un gigantesco Goliat de la era nuclear que trata de impedir nuestro desarrollo y rendirnos por enfermedad y por hambre. Si no se hubiese escrito entonces aquella historia, habría tenido que escribirse hoy.

Este crimen monstruoso no se pude pasar por alto ni admite excusas.”

En las distintas homilías se escucharon en español frases fuertes pronunciadas por Juan Pablo II, condenatorias del aislamiento forzoso a que las autoridades norteamericanas someten al pueblo cubano.

“En nuestros días ninguna nación puede vivir sola. Por eso, el pueblo cubano no puede verse privado de los vínculos con los otros pueblos, que son necesarios para el desarrollo económico, social y cultural, especialmente cuando el aislamiento provocado repercute de manera indiscriminada en la población, acrecentando las dificultades de los más débiles en aspectos básicos como la alimentación, la sanidad o la educación. Todos pueden y deben dar pasos concretos para un cambio en este sentido”

Su condena explícita al bloqueo contra Cuba, que calificó como “medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del país, injustas y éticamente inaceptables”, aún tiene resonancia en la comunidad internacional, pese a que la revelación por esos días del escándalo sexual del Presidente Bill Clinton obnubiló que las palabras de Juan Pablo II pudiesen ser valoradas por la opinión pública norteamericana a través de los grandes monopolios de prensa.

Richard Nuccio, un ex asesor del presidente Clinton para temas cubanos, confesó días después a un columnista allegado a la Casa Blanca: ''La CIA volvió a trabajar otra vez. El arreglo para hacer coincidir las dos historias fue un severo golpe contra la campaña de relaciones públicas de Fidel Castro''.

Complot imperial o casualidad, aún queda por revelar. “Pero la verdad es que la coincidencia entre la visita de Juan Pablo II y las noticias sobre las aventuras sexuales de Clinton anuló la posibilidad de que el bloqueo contra Cuba llegara a la portada de los principales diarios de Estados Unidos, a raíz de las declaraciones del Papa en La Habana”, sostuvo la agencia internacional IPS.

A muchos agradó escuchar del máximo representante de la Iglesia católica su explícita crítica al neoliberalismo, por esos años propagado con ardor por los defensores del sistema capitalista.

''Se imponen a las naciones, como condiciones para recibir nuevas ayudas, programas económicos insostenibles'' y se constata ''el enriquecimiento exagerado de unos pocos a costa del empobrecimiento creciente de muchos'', denunció.

Profundas e interesantes reflexiones de plena actualidad hizo en Camagüey sobre el papel de los jóvenes en la sociedad y la prevalencia de valores morales y éticos en las nuevas generaciones.

''No dejen para mañana el construir una sociedad nueva, donde los sueños más nobles no se frustren y donde ustedes puedan ser los protagonistas de su historia'', instó.

''La felicidad se alcanza desde el sacrificio. No busquen fuera lo que pueden encontrar dentro. No esperen de los otros lo que ustedes son capaces y están llamados a ser y a hacer'', les dijo el Pontífice.

Convencido de la misión espiritual de la Iglesia y de la necesaria conjunción de sus esfuerzos con los demás entes religiosos, civiles, estatales y gubernamentales, les aconsejó:

''Busquen estos espacios de forma insistente, no con el fin de alcanzar un poder - lo cual es ajeno a su misión -, sino para acrecentar su capacidad de servicio''.

En este empeño ''procuren la sana cooperación de las demás confesiones cristianas'' y ''un diálogo franco con las instituciones del Estado…”

Juan Pablo II, las autoridades estatales y eclesiales católicas, el pueblo cubano salieron airosos de las cuantiosas intrigas y falsas expectativas que durante meses se tejieron en el exterior, presagiando incidentes y desenlaces violentos que pusiesen en aprietos a los anfitriones y a las autoridades locales.

Al culminar su peregrinaje por la Mayor de las Antillas, no pocos observaron que la visita a Cuba sería recordada muchos años después por el Sumo Pontífice de la Iglesia católica como una jornada inolvidable, de estrechamiento de vínculos entre la institución religiosa con las autoridades cubanas, caracterizada por la disciplina, orden y respeto del pueblo hacia la excelsa figura

La ligera llovizna que cayó en La Habana, durante la despedida del Papa, presagiaba período de siembra y prometedora cosecha en las relaciones entre el Vaticano, las autoridades eclesiales y el Estado cubano.

La anunciada visita de Benedicto XVl a Cuba, en los próximos días, promete continuar los caminos del entendimiento y la cooperación en beneficio del pueblo cubano emprendidos hace 14 años por Juan Pablo II.


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Frank Agüero Gómez

Se han publicado 1 comentarios


Ariel
 14/3/12 0:03

Recuerdo mi asistencia a la misa, en mi familia no se comulga pero la novedad de que "el papa" estuviera en Cuba nos hizo a mi mamá y a mi ir a la misa!

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