Desde que Donald Trump ocupó la Casa Blanca, comenzó un período de recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos contra Cuba. Los días del deshielo que tuvieron lugar a finales de la administración Obama, desde el 17 de diciembre de 2014, fueron sustituidos por las férreas políticas que desenlaza sobre la mayor de Las Antillas el gobierno actual, quien a su vez se escuda tras la falsa argumentación de que esta oleada de agresiones va orientada únicamente al gobierno cubano, como si se pudiera desligar tan facilmente a un pueblo de su nación.
Ejemplo de ello es la aprobación del acápite del Título III que permite a los ciudadanos estadounidenses demandar a compañías nacionales o extranjeras por explotar o poseer antiguas propiedades que fueron nacionalizadas después del Triunfo de la Revolución.
Este mes el Departamento del Tesoro de Estados Unidos anunció nuevas sanciones económicas, las cuales incluyen medidas para evitar que Cuba tenga acceso a divisas.
A esto se suma que Trump extendió por un año más la vigencia de la ley que establece la base del bloqueo, la Ley de Comercio con el Enemigo.
Esta Ley le da la facultad al presidente de los Estados Unidos de aplicar sanciones económicas en tiempo de guerra o en periodos que su nación considere como de emergencia nacional a los países que identifique como enemigos. También prohíbe el comercio con sus adversarios a otras naciones.
La ley fue aprobada por el Congreso Federal del país norteño el 6 de octubre de 1917 y fue a la que recurrió John F. Kennedy para establecer el bloqueo contra Cuba. Es la tercera vez que Trump aprueba su prórroga desde que asumió el cargo.
La norma jurídica ha sido aplicada a países como Vietnam, República Popular Democrática de Corea y China. Actualmente solo tiene vigencia para Cuba, a pesar de que Estados Unidos no haya declarado una emergencia nacional con respecto a nuestra nación o un conflicto bélico.
Junto a Ley de Comercio con el Enemigo, permanecen otras que afianzan aún más el bloqueo económico y comercial: la Ley para la Asistencia Exterior (1961), la Ley para la Administración de las Exportaciones (1979), la Ley Torricelli (1992) y la ya mencionada Ley Helms-Burton (1996).
UNIDOS CONTRA EL BLOQUEO
El bloqueo es permanente, sostenido y genocida, y pretende desalentar, dividir y asfixiar al pueblo que no han podido rendir; así calificaba a la extraterritorial política de los Estados Unidos, el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en su comparecencia especial en la televisión cubana a propósito del situación coyuntural relacionada con la falta de combustibles que vive el país a causa de este cerco contra Cuba.
Estados Unidos insiste en una política ineficaz que solo prueba la resistencia al pueblo cubano. A nuestro reclamo contra este, también históricamente se ha unido la comunidad internacional.
En la presentación del proyecto de resolución “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba” el pasado año en la Asamblea de Naciones Unidas, la condena fue casi unánime: 189 votos a favor, en contraste a dos en contra, de Estados Unidos e Israel.
Incluso el propio pueblo estadounidense condena el bloqueo. Este mes II Conferencia Empresarial agrícola bilateral, en medio de las tensiones entre ambos países, empresarios estadounidenses ratificaron su denuncia a esta unilateral política.
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