Un país no se hace de un día para otro. Tampoco se cambia de un día para otro. La historia de Cuba se sustenta, precisamente, en centenares de años de lucha digna. A nosotros, los herederos de sangre mambisa, nos enseñaron a no dejarnos arrebatar lo que nos ganamos por derecho.
Malas noticias para quienes pensaron que el domingo quitaban y ponían una Cuba, como se quita o se pone un tuit en redes sociales.
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Desde el domingo, los teléfonos celulares no han dejado de sonar. Amigos, familiares y personas cercanas están preocupados ante imágenes que en la brevedad de sus años nunca habían visto. “Hay un influencer diciendo que viene la intervención militar”, “hay otra persona posteando en Twitter que tomaron la ciudad de Camagüey”, “hay imágenes de violencia, y para nada de supuestas protestas pacíficas”. Hay también una certeza: estamos en el clímax de una guerra mediática que comenzó hace mucho tiempo. Hay distorsión de la realidad, noticias falsas y un escenario construido detalladamente.
Sin embargo, la realidad vivida desde el lunes es otra, no solo en La Habana, sino en el resto de las provincias del país.
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Que los miedos que nos fabrican no nos quiten las ganas, la sonrisa y el sueño. Apelan a las emociones y al odio, porque saben que el sentimentalismo se nos da tan bien como la bravuconería. Apelan, desde la cobardía, a actuar bajo la irritación de la fatiga y el cansancio que ellos mismos han provocado. Sepan algo, nada ni nadie nos arrebatará la tranquilidad y la paz; sabremos defenderla con inteligencia y sin violencia.
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