Cuba, un tranquil archipiélago, muy de moda en el ranking del turismo mundial según el barómetro de la Organización Mundial del Turismo, es acusada por el poderoso imperio del Norte de ser un lugar inseguro para sus ciudadanos y solo porque unos extraños ruidos no identificados supuestamente causaron problemas de salud a sus diplomáticos.
La declaración del Departamento de Estado de los Estados Unidos, de recomendar a los ciudadanos de ese país no viajar a Cuba porque podían correr el riesgo de ser víctimas de los misteriosos ataques que dicen haber sufrido al menos 24 diplomáticos y sus familiares que se encontraban en La Habana. Esta indicación cursada el 29 de septiembre del pasado año, se reactiva ahora.
La acusación que hace el gobierno de Trump a Cuba y que no ha podido ser demostrada al no existir evidencia alguna, ni por los expertos norteamericanos enviados a La Habana con este fin; parece extraída de algún libro de ciencia ficción y ha sido el pretexto político para llevar las relaciones bilaterales a un deterioro significativo.
No existieron “ataques” ni sónicos ni ultrasónicos contra sus diplomáticos, y sí pretextos bien articulados para crear conflictos, como antes fue El Maine, el Golfo de Tonkín o las supuestas armas químicas en Iraq. Los cerebros de perversa inteligencia tienen bien catalogado su arsenal de justificaciones y subterfugios para producir acciones intervencionistas en el mundo.
La retirada de los diplomáticos de ambas sedes en Washington y La Habana y la medida anunciada por el Departamento de Estado que entra en vigor este lunes 5 de marzo llamada eufemísticamente un “nuevo plan permanente de personal” por el que la embajada “continuará operando con el mínimo personal necesario para llevar a cabo las funciones diplomáticas y consulares centrales”, forman parte, sin duda alguna, de una maniobra política para enfriar las relaciones entre ambos países.
No han bastado para el poderoso enemigo casi 60 años de bloqueo y guerra no anunciada, amenazas y ataques terroristas. Ahora el pretexto que se utiliza es tratar de disuadir al ciudadano estadounidense de que Cuba no es un país seguro; y todo porque es innegable el posicionamiento del país como destino turístico y confiable, incluso, para poderosas cadenas hoteleras internacionales que operan en este sector. Esta excusa queda hecha añicos con los más de 4 millones de visitantes a la isla registrados en el pasado año, de ellos 620 000 fueron ciudadanos estadounidenses. En la reciente Feria Internacional de Turismo de Madrid, la más importante de Iberoamérica, le fue otorgado el reconocimiento a la Mayor de Las Antillas de “Destino Seguro”, por prestigiosas instituciones del Turismo Mundial.
A todo esto se suma las declaraciones del líder demócrata Patrick Leahy, Senador por Vermont y que realizó una reciente visita acompañado por otros congresistas, quien declaró que no se “arriesgaría a venir con su esposa de toda la vida y su nieta si Cuba no fuera un país seguro”.
Si aún no fueran sólidos estos argumentos, examinemos el reporte de U.S.-Cuba Trade and Economic Council, Inc. del 4 de enero de este año, en el que las tres grandes compañías de cruceros de EE.UU.: Norwegian Cruises Lines (NCL), Carnival y Royal Caribbean, que incluyen a Cuba en sus itinerarios; planean realizar 286 viajes hacia la Isla entre este 2018 y 2019, que dejarán más de 623 millones de dólares en ingresos a estas navieras, transportando unos 455 000 pasajeros.
¿Arriesgarían estos gigantes del crucerismo a sus pasajeros a viajar a un destino que no es seguro? Parece obvia la respuesta.
La inseguridad radica en su propia nación y eso lo sabe el presidente Trump. La reciente matanza en la escuela de la Enseñanza Media Stoneman Douglas de Parkland, en La Florida, ha movilizado a la opinión pública estadounidense y ha puesto tras las cuerdas al gobierno Federal y a los legisladores del Estado.
El presidente de EE.UU., defensor a ultranza del derecho a portar armas, es uno de los protectores de la Asociación Nacional del Rifle. En vez de decidir el control, opta por la peregrina idea de armar a los maestros. Vaya solución al problema… La Asociación Nacional del Rifle es uno de los actores más activos y controvertidos en uno de los temas de debate más espinosos del país: el control de armas.
La inseguridad reina en las calles de cualquier ciudad de los Estados Unidos, y el ruido que se puede escuchar es el de las descargas de sofisticados rifles de asalto asesinando inocentes. Pasear por La Habana histórica o por cualquier ciudad de Cuba a cualquier hora del día o la noche permitiría al visitante escuchar sonidos muy agradables de los acordes de cualquier canción de la música cubana, solo eso. Ciudades y calles protegidas por el calor humano y la hospitalidad de su gente.
Pero, parece que la tranquilidad y la seguridad de Cuba no están a tono con la política imperial. La última saga de este expediente ha entrado en vigor, veremos si el tiempo y las realidades logran quebrarla.
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