“La lucha por la paz significa también la lucha por la independencia de los pueblos, significa la lucha por la libertad de las colonias, significa la lucha por el desarrollo de los países más pobres, significa la lucha por liberar a los pueblos de la explotación y el dominio imperialista”.
El 19 de marzo de 1962, Fidel Castro en un discurso de agradecimiento en el teatro Chaplin, en La Habana, al serle conferido el Premio Lenin de la Paz, desde su oratoria hacía un llamado a la trascendencia de la paz para los pueblos y la calificó como esa milenaria aspiración de la humanidad. Una aspiración nacida con el surgimiento de las guerras; guerras sustentadas bajo la explotación.
Hoy cuando el mundo celebra el Día Internacional de la Paz, el pensamiento del líder histórico de la Revolución cubana conserva plena vigencia y se alza cual estandarte ante las aspiraciones globales de fortalecer de los ideales de justicia, entre los pueblos, entre los hombres.
Aspiraciones que muy pronto –entendió- deberían concretarse para América Latina y el Caribe y para cuyo propósito no vio otra salida que la integración.
“Los países latinoamericanos y caribeños tenemos varias alternativas para garantizar una integración colectiva regional que preserve la independencia, soberanía e identidad de las naciones”. Entonces la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) era una alternativa política y económica que recién comenzaba.
Este 2019, se cumplieron cinco años de la proclamación de América Latina y el Caribe como zona de paz, uno de los acuerdos más simbólicos adoptados por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), mecanismo intergubernamental que desde el 2010 vela por la integración y desarrollo de los países de la región.
Durante la celebración de la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños (Celac) en La Habana, Cuba, el 29 de enero de 2014, 33 países miembros del organismo anunciaron su renuncia al uso de la fuerza para resolver disputas con sus vecinos.
"Proclamo solemnemente a América Latina y el Caribe como zona de paz", dijo el entonces presidente cubano, Raúl Castro, en un plenario en presencia de 30 jefes de Estado de los países del bloque.
En aquel momento las naciones presentes asumían "el compromiso permanente con la solución pacífica de controversias a fin de desterrar para siempre el uso de y la amenaza de la fuerza en la región".
Sin embargo, dos años antes, y luego de varios golpes sufridos y de múltiples líderes asesinados, las FARC decidieron sentarse a negociar la paz en el 2012 con el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos. Un hito trascendental para la historia política del continente. Otro viejo anhelo del Fidel parecía al fin tomar sentido.
Con el apoyo de Noruega, Cuba, Venezuela y Chile, emisarios de las FARC y del Gobierno pusieron sobre la mesa de diálogos puntos clave como la dejación de las armas, la reparación y el reconocimiento de las víctimas, la reincorporación de los exguerrilleros a la vida civil y un sistema de justicia transicional originalmente pactado para juzgar a todos los que participaron en el conflicto.
En el 2016 los diálogos llegaron a un mutuo acuerdo entre las partes. Para suscribir los acuerdos, se invitó a los colombianos a votar en un plebiscito para avalar o no la paz con las FARC. Con el 50,21 % el 'No' le ganó al 'Sí', que alcanzó el 49,79%.
El resultado abocó al Gobierno de Santos y a la cúpula de las FARC a reformular ciertos puntos de los acuerdos. Finalmente, y por mandato constitucional se dio paso a la firma histórica de la paz.
El 20 de julio de 2018 marcó un hito en la historia legislativa de Colombia al recibir en el Congreso a ochos de los diez exlíderes de las FARC designados para el Senado y la Cámara de Representantes.
Pero el destino jugó otra mala pasada en detrimento del bienestar de los hombres en la tierra. El 18 de enero de 2019, el Presidente de Colombia Iván Duque Márquez, informó públicamente su decisión de concluir la Mesa de Diálogos de Paz entre el gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la cual se venía realizando en La Habana, Cuba, al activar las órdenes de captura contra los miembros de la Delegación de Paz de esa organización guerrillera, lo cual puso ante un imposible las negociaciones de paz.
Hasta entonces, “Cuba había honrado los deberes que le corresponden como Garante y Sede Alternativa de los Diálogos de Paz entre el Gobierno colombiano y el ELN, a solicitud de ambos. Cuba asumió dicha responsabilidad como un gesto de buena voluntad a fin de tratar de que dicho proceso no se frustrara, lo que se corresponde con lo establecido en la Proclama de la América Latina y el Caribe como Zona de Paz, suscrita por los Jefes de Estado y Gobierno de nuestra región”.
Nuestro país se ha desempeñado en este proceso en el más estricto respeto al consentimiento y acuerdos específicos alcanzados entre el Gobierno de Colombia y el ELN a partir de solicitudes oficiales recibidas de estos. Ha actuado en estricto apego a su condición de Garante y Sede Alternativa, de forma imparcial, responsable, profesional y discreta, en el interés de una solución política al conflicto en Colombia para alcanzar la paz que anhela su pueblo.
Declaraciones muy recientes ratifican el compromiso de La República de Cuba y el Reino de Noruega, Países Garantes de la Mesa de Conversaciones entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), con la paz de Colombia y expresan su profunda preocupación por el reinicio de la lucha armada por parte de algunos miembros de las FARC-EP.
La confianza que las partes en conflicto depositaron y depositan en Cuba como sede y garante de las negociaciones es el resultado de tres décadas de esfuerzos del gobierno cubano en busca de la paz en el país suramericano, sacudido por la violencia política desde hace más de sesenta años.
La tranquilidad y seguridad que brinda Cuba y su capital para las representaciones extranjeras es la más genuina garantía para la paz que propone esta nación .
Hace algunos años una colega entre líneas avizoraba “Solo creando ejes de esperanza, como ocurre ahora en América Latina, donde las grandes transformaciones políticas, económicas y sociales pueden alejar las guerras y fomentar la paz, la Humanidad, que tanto la requiere, podrá conocer los próximos siglos, si es que logra sobrevivir a la hecatombe que tratan de imponer los grandes centros de poder político y económicos del planeta”. Cuanta certeza.
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