viernes, 17 de mayo de 2024

Tempestades en Argentina

El tiempo se agota para los candidatos Massa y Milei, insertos en una campaña electoral en la que los dos reman en corrientes muy difíciles...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 03/11/2023
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PASO -Argentina 2021
Tal como están las actuales proyecciones, cualquier previsión sobre el futuro presidente de los argentinos hay que tomarla con pinzas, pues, hasta hoy, es imposible predecir el comportamiento último del electorado el próximo 19 de noviembre.

La situación política en Argentina, a menos de un mes del balotaje presidencial, es tan tempestuosa que en apenas 60 días de diferencia el candidato ultraliberal Javier Milei arrasó en las primarias como un huracán imparable, y luego, con un rebrote de altura, el peronista Sergio Massa lo dejó atrás, ganó la primera vuelta electoral, y le sacó ventaja al más controvertido de quienes, en algún momento, buscaron la posesión de la Casa Rosada.

 

De ahí que, tal como están las actuales proyecciones, cualquier previsión sobre el futuro presidente de los argentinos hay que tomarla con pinzas, pues, hasta hoy, es imposible predecir el comportamiento último del electorado el próximo 19 de noviembre.

 

Motivos hay. La Argentina de hoy es diferente a la del 2015 cuando el millonario empresario Mauricio Macri, candidato de la coalición derechista Cambiemos, ganó el balotaje por escasos 700 000 votos a Daniel Scioli, de Frente para la Victoria (FpV), vicepresidente de Néstor Kirchner y dos veces gobernador de la provincia de Buenos Aires.

 

Macri se ha ganado el apodo de camaleón de la política en su país. Para ganar las elecciones de 2015 hizo un giro hacia el peronismo kirchnerista tras la celebración de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) y prometió mantener los principales programas sociales y económicos de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner (quien salió de escena con un 50% de aprobación popular). El aspirante de Cambiemos quiso dar una imagen cercana al peronismo del matrimonio Kirchner, al extremo de inaugurar la primera estatua en honor del general Domingo Perón en la Ciudad de Buenos Aires.

 

Durante su campaña, consciente de que los electores ya se sentían lejos de la crisis económica, social y política del 2001 y que ya no funcionaba el tono duro del kirchnerismo, el que le permitió realizar las difíciles reformas que pusieron de nuevo de pie a Argentina. La mayoría de la gente olvidó que estuvieron al borde del abismo hasta el momento en que el fallecido presidente Kirchner tomó el mando, y luego le siguió su esposa Cristina, reelecta en el cargo.

 

Scioli, según observadores, no logró transmitir el discurso más tranquilo que se esperaba. Pero tampoco dio el alerta sobre Macri y el peligro del retroceso que significaría su gobierno –tal como ocurrió- ni desnudó al neoliberal favorito de Estados Unidos (EE.UU.) que se escondía tras el foco público, ni descubrió las infinitas contradicciones de ese giro retórico para poner de nuevo a la derecha en la primera magistratura.

 

Esta de ahora no es la Argentina de Macri, ni tampoco la del presidente saliente Alberto Fernández, exjefe de gabinete de Kirchner, quien encontró una nación endeudada por 45 000 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional destrozada por el neoliberalismo de Cambiemos, con un 40 % de la población en pobreza, cuando esa nación es una de las más ricas de América Latina.

 

Fernández, quien llevó como vicepresidenta a Cristina Fernández, afrontó una serie de situaciones difíciles tras el fatal paso de la pandemia de la Covid-19, entre ellas, y hasta la actualidad, una economía resquebrajada, por reducción en las exportaciones, una inflación en alza y la devaluación de la moneda nacional (peso). 

 

MASSA ENTRA EN ESCENA

 

Los desaciertos del exministro de Economía Martín Guzmán para aliviar la tensa relación originada por el pago de la deuda al FMI y otras medidas poco satisfactorias, hicieron que los Fernández se pusieran de acuerdo para nombrar en esa cartera al presidente de la Cámara de Diputados y exintendente del municipio Tigre, Sergio Massa, ahora aspirante por la alianza oficialista Unión por la Patria (UxP) a la presidencia.

 

A Massa le tocó uno de los momentos peores del gobierno de los Fernández. En apenas poco más de un año ha hecho malabares para evitar el colapso económico absoluto.

 

Cuando en agosto pasado se celebraron las PASO, el postulado de UxP ocupó el tercer lugar en la votación popular, lo que no constituyó una sorpresa para quienes vieron el declive del sureño país. ¿Quién ganó entonces?. Pues un casi desconocido político llamado Javier Milei, conocido como El Loco o El León (por su cabello mal peinado) un profesor que hace dos años fundó el partido La Libertad Avanza, diputado federal, al parecer inestable psicológicamente. Este candidato promete derrumbar el peronismo y todos sus programas sociales; injurió al papa Francisco llamándole diablo; y guardó su enorme motosierra –que distinguía su promesa de muerte a sus opositores- usando ahora un tono más conciliador y hasta respetuoso por momentos.

 

¿Qué pasó con Macri y Milei?. Durante las PASO, la postulada por Juntos por el Cambio (JxC), la exministra de Seguridad de Macri, Patricia Bullrich, ocupó el segundo lugar, pero en la primera ronda del pasado día 22 quedó en tercero, saliendo de la lid.

 

Macri es inteligente, y vive convencido que el futuro argentino será determinado por Milei, por lo que desde que ganó las primarias empezó a hacerle guiños, lo que enfureció a varios partidos integrantes de su alianza.

 

Empezó a dibujarse entonces otro escenario. Tanto miembros de JxC, en especial los de la Unión Cívica Radical se sintieron traicionados por Macri y Bullrich, y advirtieron que no cruzarán la línea de La Libertad Avanza.

 

También lo hicieron los partidarios de Milei, que no entienden cómo pudo vincularse a su enemiga, a quien ofendió públicamente y contra quien luchó hasta el último momento para enrolarse en el balotaje.

 

Por tanto, en este momento, hay un porcentaje alto de argentinos emanados de estos desprendimientos partidistas que, o le dan el voto a Massa, o lo dejan en blanco, o no asisten al proceso del próximo día 19.

 

El candidato libertario juró que romperá relaciones con varias naciones, entre ellas Brasil, su segundo socio comercial, y hasta con el Vaticano, prohibirá el aborto, acabará con el Estado y privatizará las empresas más importantes del llamado país del tango.

 

Ante el electorado argentino aparece Massa, quien ya llamó a un gobierno de unidad nacional, con lo que pretende atraer a todos los partidos políticos, en especial a los que se desgajaron de JxC y de La Libertad Avanza, amén de tratar de ganarse el voto de los indecisos y de los que no marcaron la boleta o ignoraron los colegios electorales.

 

En las últimas semanas, el ex intendente de Tigre dispuso una serie de medidas para aliviar la tensa situación económica que atraviesan los argentinos, pero no ha podido doblegar ni el valor del dólar ni la inflación.

 

Sin embargo, asegura que seguirá luchando por alcanzar la estabilidad del país. Mientras, en sus casi siempre disparatadas intervenciones, Milei no ha hecho alusión a esos graves problemas, lo que permite a Massa dirigirse a una mayoría de personas que vieron complejizarse sus vidas en los últimos cuatro años. Con sus palabras tranquilas, e inspirando serenidad, ganó la primera vuelta y muchos confían en que también lo hará en el balotaje

 

Massa es una figura que, además, infunde confianza, a pesar de los tropiezos que ha sufrido en su ministerio causados –y eso tampoco ha caído en el olvido- por la torpeza de Macri que casi al final de su mandato dejó la herencia de la gigantesca deuda con el FMI.

Pero nada está confirmado. Los analistas temen hacer predicciones dado los cambios vividos en apenas días cuando el finalista de primarias se colocó en la cima de la primera vuelta; en que juntan fuerzas enemigos acérrimos del campo de la ultraderecha;  en que la maquinaria electoral está a todo vapor en busca de mayor número de seguidores en una masa de 35 394 425 de votantes.

 

A su favor, el ministro de Economía tiene un fuerte bastión en la provincia de Buenos Aires, donde fue reelecto Axel Kicillof como gobernador. Ese territorio acumula el 40 % de los electores del país, por lo que se dice que quien gana Buenos Aires gana Argentina.

Veremos si esa predicción, que nunca ha fallado, vuelve a cumplirse.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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