Donald Trump está en campaña permanente. Por eso, decir que inició oficialmente la semana pasada su campaña para la reelección es casi innecesario. No obstante, el lugar que escogió para ese lanzamiento nos puede revelar algunas pistas sobre lo que se avecina.
El evento se realizó en Orlando, Florida, un Estado preferido por Trump, donde ha pasado más de 100 días desde que es presidente.
Allí, en un discurso que fue más de lo mismo, dedicó un espacio para mencionar a Cuba. “En América Latina, nuestro país se enfrenta una vez más a los corruptos regímenes comunistas y socialistas y apoyamos al pueblo de Cuba y Venezuela en su lucha justa por la libertad”, dijo.
Poco después, durante una entrevista con Telemundo, volvió sobre el tema. Según dijo al periodista José Díaz-Balart (hermano de Mario y Lincoln Díaz-Balart), se siente confiado de ganar el voto latino en 2020, porque ha sido “muy severo con Cuba”.
“Me encanta la gente cubana de Miami y de otros lugares”, afirmó. “He sido muy muy severo con Cuba. Nadie ha sido como yo con Cuba. Vamos a resolver el problema de Cuba como se debe, no como hizo Obama que fue un desastre que yo revoqué. Vamos a encargarnos de Cuba, Venezuela”.
¿Por qué escogió Florida para lanzar oficialmente su campaña? ¿Por qué la obsesión con Cuba y Venezuela? Además de los imperativos propios de la política exterior estadounidense y los intereses que la mueven, el discurso de Trump hay que leerlo también en clave electoral.
Por un lado, la crítica a esos dos países sirve a sus propósitos de demonizar el socialismo, en un escenario donde Bernie Sanders, uno de los favoritos aspirantes demócratas, defiende lo que él llama “socialismo-democrático”.
Por otra parte, sus asesores parecen haber calculado —quizás erróneamente—, que un discurso “duro” hacia Cuba y Venezuela le garantizará la victoria en un Estado decisivo para reelegirse.
“Yo llamaría a Florida una victoria obligatoria”, opinó Susie Wiles, quien dirigió la campaña de 2016 de Trump en Florida y ahora también lo aconseja para su reelección, según el sitio web Politico . “Sí, es matemáticamente posible ganar la presidencia sin Florida. Pero seguro que es mucho más fácil si ganas aquí”.
“Florida es un Estado único por muchas razones, y la variada población latina es una de ellas”, dijo por su parte el gerente de la campaña de Trump, Brad Parscale. “Es el lugar perfecto para lanzar pronto nuestra coalición latina”.
EL PROCESO ELECTORAL
¿Qué hace a Florida tan especial? Uno de los rasgos distintivos de las elecciones presidenciales en Estados Unidos es la existencia del Colegio Electoral. Se trata de un colegio de electores denominados compromisarios (representantes de los electores primarios) seleccionados en cada Estado, cuyos sufragios son los que definen el resultado.
El número de compromisarios (o de votos electorales) por cada Estado es igual al total de representantes y senadores que le corresponden en el Congreso Federal. Todo el procedimiento está regulado por la Constitución de 1787.
El candidato que obtenga la mayor parte de los votos emitidos en un Estado recibe la totalidad de los puestos correspondientes en el colegio. Las excepciones son Nebraska y Maine, donde es posible el reparto de los compromisarios entre los candidatos.
Este sistema implica que los resultados finales no necesariamente se corresponden con el voto popular. Fue lo que sucedió en las elecciones de 2016, cuando Hillary Clinton perdió ante Trump a pesar de haber ganado casi 3 millones más de votos populares.
Pero ese no es un episodio único en la historia. En los comicios de 1888 el presidente Grover Cleveland obtuvo el 48,6 % del voto popular, contra el 47,8 % de su contrincante republicano Benjamin Harrison. No obstante, Harrison ganó la presidencia, pues se llevó 233 votos electorales, contra 168 de su adversario.
Otra característica importante de las elecciones presidenciales en Estados Unidos es que los estados tienen comportamientos diferentes. La mayoría tiene definido, desde etapas tempranas del proceso, por cuál candidato y partido se decidirán.
Sin embargo, hay un grupo menor donde ninguno de los contendientes suele tener una clara ventaja en la intención de votos. Son los llamados battleground states (estados campos de batalla); purple states (estados púrpuras; para diferenciarlos de los “rojos”, republicanos o “azules”, demócratas), o swing states (estados pendulares).
En el caso de Florida, a partir de los años 90 se convirtió en un swing state. Desde entonces, los resultados en elecciones presidenciales, además de oscilar entre los dos partidos fundamentales, han registrado diferencias pequeñas entre ambos.
En ese sentido, estudios demuestran que la importancia del proceso electoral presidencial en el Sunshine State ha manifestado una tendencia sostenida al incremento a partir de la combinación de dos factores: el crecimiento de su colegio electoral y la reducción de los márgenes en los resultados.
Especial atención merecen las elecciones de 2000, cuando Florida alcanzó la cúspide de su fama como teatro de lucha, al resultar decisivo en la victoria del candidato republicano George W. Bush sobre el demócrata Albert Gore. Recordemos que los en ese momento 25 electores de su colegio correspondieron al primero, tras obtener una ventaja prácticamente insignificante, de apenas unos centenares de votos (2 912 790 vs. 2 912 253). En medio de un espectáculo que incluyó acusaciones de fraude y recuentos manuales ordenados por las instancias judiciales, la Corte Suprema ordenó detener el recuento.
Los censos, que se realizan cada 10 años han reportado un aumento de los distritos congresionales (y por consiguiente de los compromisarios). El último, realizado en 2010, fijó esta cifra en 27, lo que, sumado a los dos senadores, llevó el colegio a 29 miembros, solo superado por California (55) y Texas (38) e igualado con Nueva York, con la particularidad de que esos tres estados son considerados sólidos. Por lo tanto, Florida es el swing state donde se disputa el mayor número de votos electorales.
En 2016 Trump ganó allí, con el 49 % de los votos, frente al 47 % de Hillary Clinton. Ahora busca repetir esa victoria, y una de sus estrategias para lograrlo es seducir a la parte del electorado y los donantes que esperan políticas más agresivas contra Cuba y Venezuela.
Faltan casi 17 meses para que los estadounidenses decidan en las urnas si quieren premiar con un segundo mandato a su actual presidente; pero la competencia ya está en pleno desarrollo. En ese contexto, a medida que avance la campaña electoral y Florida adquiera cada vez más protagonismo, es probable que veamos aumentar la hostilidad contra Cuba.
Javier Hernández Fernández
3/10/20 15:27
Biden es el balazo que le hace ya falta a Trump para una despedida
Javier Hernández Fernández
29/6/20 22:39
Trump es rehen político de Miami.
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