Hace buen tiempo, en sucesivas entrevistas con Oliver Stone, las cuales llegaron a conformar una muy interesante serie televisiva, el presidente ruso, Vladímir Putin indicaba que las clases dominantes en los Estados Unidos se estiman elegidas para dominar el mundo, inculcan tan aberradas concepción a sus ciudadanos, y con todo ello ahondan la posibilidad de seguir errando en su política exterior y en la manera de abordar las nuevas realidades globales.
Y lo ocurrido este sábado catorce de abril con el ataque combinado de Washington, Londres y París a Siria bajo el pretexto de castigarle por el uso de armas químicas, sin confirmación objetiva alguna, otorga toda la razón al jefe del Kremlin.
Un primer elemento militar debe destacarse. A pesar del ridículo slogan de “misión cumplida” colocado por Donald Trump en sus ya acostumbrados twiters luego de la agresión, lo cierto es que la cortina defensiva de los múltiples armamentos antiaéreos y antimisiles desplegados en Siria neutralizaron a más de setenta de los ciento diez cohetes Made in USA lanzados por los atacantes, y desviaron de sus blancos a otra docena para hacerlos estallar en puntos no vulnerables. Algo así como lo más cercano a un rotundo fracaso bélico.
Mientras, en el Consejo de Seguridad de la ONU, el veto de la Casa Blanca, Gran Bretaña y París, no permitió la aprobación de una declaración presentada por Rusia que condenaba la arbitraria acción militar.
No obstante, los malhechores debieron escuchar no pocas intervenciones, incluidas las del Secretario General de Naciones Unidas, en la que se reiteró que ningún Estado tiene el derecho de agredir a otro, no importan los pretextos, toda vez que la integridad y la seguridad de cada nación es una prerrogativa inviolable en las relaciones internacionales.
Por tanto ni la vocera estadounidense Nikky Haley, ni sus colas británica y galo, convencieron al afirmar que atacar a Siria es un imperativo para “erradicar las armas químicas en bien de ese pueblo árabe y de toda la humanidad”…muy altruistas ellas y él, que no dicen ni media palabra, por ejemplo, de los cuantiosos arsenales atómicos sionistas mantenidos en secreto compartido por largos decenios.
Pero volviendo al tema sirio, lo cierto es que los factores que desenmascaran el complot que terminó en una aventura militar fallida resultan elementales para la mente menos aguzada y enterada.
El ataque, por ejemplo, se produjo en el mismo instante en que una comisión de la Organización para la eliminación de las Armas Químicas desembarcaba en Siria para investigar in situ la veracidad o no del presunto uso de armas químicas contra la población civil en la ciudad de Duma, liberada días atrás (luego del proclamado incidente tóxico) y cuya población se lanzó a la calle a vitorear a los soldados sirios y sus aliados de Rusia, Irán y el Hizbolá libanés…¿Locos entonces los que aplauden a sus pretendidos asesinos?
Más elementos: en medio del lanzamiento de los misiles y proyectiles estadounidenses, británicos y franceses, los remanentes terroristas en Siria iniciaron fallidas y coordinadas ofensivas militares en varios puntos del país.
A la vez, en Perú, en la retorcida Cumbre de las Américas, el señor Luís Almagro, jefe de la Organización de Estados Americanos, OEA, insistía en un ácido discurso, en desbarrar de Damasco y sus autoridades, en lo que no pocos confirman como parte de un pretendido “coro global” de apoyo al injerencismo bélico de Washington.
De todas formas, lo sucedido es grave…muy grave, porque confirma que hay fuerzas agresivas y prepotentes que se estiman por encima del resto del orbe, y por tanto no dudan ni dudarán en tratar de imponer sus caprichos sin reparar en aspectos legales, éticos, o simplemente lógicos y racionales.
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