Las repetidas imágenes, los pensamientos e ideología política del finado presidente Hugo Chávez Frías dan un particular entorno al inicio del gobierno de su sucesor, Nicolás Maduro, quien ganó las elecciones celebradas el pasado día 14, con el compromiso de consolidar y profundizar las conquistas revolucionarias, en medio del hostigamiento de la derecha local e internacional.
Maduro, de extracción obrera, revolucionario desde su temprana juventud, ocupó diversos cargos políticos en la Revolución Bolivariana y, durante los últimos seis años, se desempeñó como Ministro de Relaciones Exteriores, puesto en el que demostró su sapiencia y experiencia política, tanto a lo interno, como en el campo internacional.
El Comandante Supremo –como llaman los venezolanos ahora a su extinto líder- lo designó durante su última comparecencia pública en diciembre pasado como su sucesor político, y pidió a su pueblo que votara por él, si fuera necesaria la convocatoria a nuevas elecciones presidenciales. Chávez, quien fue reelecto como Presidente y Maduro su vice tres meses antes de aquella presentación, no resistió los embates de la enfermedad y murió el pasado 5 de marzo.
El escenario aparece ahora tal como el finado mandatario lo imaginó. En una reñida votación que le dio la victoria, el antiguo sindicalista ganó la Presidencia en una liza con el opositor derechista Henrique Capriles Radonski –también perdedor ante Chávez en la anterior lid-.
Para muchos, Maduro es el Presidente Heroico, pues debió hacer su campaña de apenas 10 días en medio del dolor por la pérdida de su mentor y amigo, los planes desestabilizadores de la derecha –guerra mediática y económica, atentados al sistema energético nacional- y otras fechorías. No obstante estos percances, recorrió los 23 estados de la nación.
A Maduro le corresponde, aún con vientos contrarrevolucionarios que soplan desde Estados Unidos alentando a Capriles Randoski, consolidar y profundizar la Revolución Bolivariana, basándose en el II Plan de la Patria, redactado de puño y letra por Chávez, pero que ahora adoptará nuevos mecanismos y formas de gestión para su puesta en práctica.
El II Plan de la Patria tiene cinco objetivos considerados históricos, los cuales en una acción democrática sin precedentes fueron discutidos en cada barrio venezolano. Su concreción en la etapa 2013-2019 consolidarán la independencia nacional, convertirán a Venezuela en una nación-potencia en lo económico, político y social, sin olvidar la contribución del país al desarrollo de una nueva geopolítica internacional. Así se planificó y se aprobó por el pueblo.
Entre los puntos de ese plan está el estudio a profundidad de las misiones sociales –una de las bases programáticas del chavismo- para mejorarlas, recuperarlas en algunos casos y poner en práctica otras –eran unas 35- . Se pretende intensificar la Gran Misión Vivienda, que en el 2019 deberá concluir tres millones de espacios habitacionales. Priorizada está también la lucha por lograr la pacificación en el país, azotado por la delincuencia y la marginalidad que deja miles de muertes por homicidio cada año.
Otro delicado asunto ahora en manos de Maduro es terminar con la corrupción –uno de los flagelos más criticados por el pueblo-, y la eliminación total de la pobreza.
¿Cómo logrará Maduro, que está formando su propio liderazgo ante el pueblo, (“Yo no soy Chávez, pero soy su hijo (político) ha repetido públicamente)- cumplir este legado histórico, en medio de las circunstancias internas, la crisis económica internacional, y la violencia fomentada por la oposición derechista?
En un viraje a los tradicionales métodos de trabajo gubernamentales, el primer presidente del chavismo ha dicho que hará un gobierno de calle, lo cual significa –según explicó- viajar en un autobús con su equipo ministerial por los 23 estados de la nación, pasar como mínimo una semana visitando cada pueblo para discutir con los vecinos los problemas de todo tipo que les aquejan, escucharlos y buscar soluciones conjuntas para ir resolviéndolos con un estilo práctico, in situ, en lo que devendrá un continuo movimiento de la dirección del país.
Otro asunto que se plantea es el fortalecimiento de la estatal petrolera PDVSA, -Venezuela es la quinta exportadora del crudo a nivel mundial-, pues Maduro ha puesto como otro de las prioridades de su mandato el fortalecimiento de la economía nacional, lastrada por la corrupción y un manejo desorganizado. Asimismo, ocupa un importante espacio un trabajo de seguimiento al plan de energía nacional, con el fin de evitar que la contrarrevolución pueda llegar a manejar ese importante sector.
“Voy a gobernar con mano dura” advirtió hace pocos días al referirse al tema de la eficiencia económica, que se ha desvirtuado en el país. “Cuando llegue a un lugar, será el pueblo quien señale al vago, al mal administrador, al corrupto”, los cuales, dijo, serán cortados de cabeza”, pues uno de sus propósitos es hacer del país una potencia económica, en la que juega un rol fundamental el tema agrario. “Eficiencia o nada”, destacó.
En estos momentos, el chavismo gobierna en 20 de los 23 Estados, luego de las elecciones del pasado 20 de diciembre, lo cual facilitará la gestión del Ejecutivo para que los planes se adapten y cumplan, de acuerdo con las características de cada territorio.
El Presidente está consciente de la necesidad de pacificar el país y ya habló públicamente de la Gran Misión “A Toda Vida Venezuela”, que comenzará con un estudio socio-económico barrial para tratar de sacar a los jóvenes de la pobreza y la marginalidad. Este proyecto involucra a la Policía Nacional Bolivariana y la creación de un sistema de protección de la población.
Maduro ha repetido en más de una ocasión que será “el Presidente de la paz”, no solo en lo que respecta a la abolición de la violencia urbana, sino en la posibilidad del diálogo con los sectores de la oposición, incluida la rancia derecha dirigida por Capriles Randoski, quien no se conforma con ser el perdedor que es.
Visto así, parece una avalancha de diversos problemas los que deberá afrontar el nuevo Mandatario. Para apoyarlo en sus empeños, ya hay una plataforma cívico-militar formada por el extinto Mandatario, en la que juega un papel fundamental la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, un pueblo de mayoría chavista y un equipo ministerial organizado. A su lado están también los poderes del Estado y la Asamblea Nacional, de mayoría revolucionaria.
De su mano firme, su inteligencia y el buen desempeño de su gestión dependen la definitiva derrota de la derecha venezolana y también que esta noble nación, que ayudó a fundar una nueva geopolítica latinoamericana sin la presencia de Estados Unidos, no retroceda a la época de los años 80 del pasado siglo, cuando el neoliberalismo entronizó allí los males que enfrentó el líder bolivariano primero y ahora él, su sucesor y continuador del Socialismo del siglo XXI.
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