lunes, 23 de septiembre de 2024

Aprendiendo a ser cubano

Souleyman Oumar Abakoura Colina, ese es su nombre completo. Acaba de cumplir 21 años, y aunque vive en Cuba desde los 13, aún le cuesta entender qué significa cuando a alguien le da la punzada del guajiro o se le queman los frijoles...

Eileen Sosin Martínez en Exclusivo 12/07/2013
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Pesquería en la Habana 00
Llegué a La Habana de pronto, casi ni pude despedirme.

Souleyman Oumar Abakoura Colina, ese es su nombre completo. Acaba de cumplir 21 años, y aunque vive aquí desde los 13, aún le cuesta entender qué significa cuando a alguien le da la punzada del guajiro o se le queman los frijoles. Llegó casi de fly, y todavía no sabe bien cómo funciona un juego de pelota.

“La decisión fue muy repentina, porque ni yo sabía que iba a venir para acá. Un día mi mamá, que es cubana, me dijo que los papeles habían llegado, y ya. Nos fuimos de pronto, casi ni pude despedirme. Fue muy duro, saber que iba a dejar el país donde nací, mis raíces, mis amistades… Me dio mucha nostalgia”.

La línea del Ecuador atraviesa Gabón, allá en la lejana África. El calor se parece al de Cuba, aunque aquí es más húmedo. “En el aeropuerto todo era muy bonito, recuerdo que me gustaba. Veía muchos bustos de Martí y le pregunté a mí mamá quién era ese que estaba por todos lados. Entonces ella me contó que era el Héroe Nacional del país”. Souleyman también nació un 28 de enero.  

No por gusto sus amigos lo llamaban “el francés”. Cuando llegó solo sabía decir “buenos días”, “gracias”, “cómo está usted”… las comunes primeras frases de cualquier principiante en otro idioma. “Las personas me preguntaban: ‘pero, ¿por qué tú no hablas, tú eres guajiro?... porque tú tienes un hablado así, diferente a los demás’. Tuve que contarles que había nacido en África, eso fue más o menos lo que pude explicar en español. Pero la gente no me creía y me decían: ‘tú tienes más pinta de ser oriental’ ”.

La calle era el lugar perfecto para aprender, para saber, por ejemplo, que aquí un autobús se llama guagua. Aunque jugando fútbol hizo algunas amistades, tenía toda una vida de estreno, donde incluso la familia era nueva. “No conocía ni a mis tías, que son las que viven conmigo. Sin embargo, ellas actuaron muy bien, porque fue como si me conocieran desde hacía tiempo”.

Después se complicó el inning. “El primer día de escuela fue… uff, un fiasco. Cuando dijeron: ‘queremos presentarles un compañero nuevo de aula’, me paré, y todo el mundo me miró (como si fuera una película) como diciendo: ‘¿este de dónde salió?’ Y cuando me preguntaron mi nombre… ¡peor todavía!”.  

Estudiar Español, Matemática, otra Historia, fue una verdadera faena, superada gracias a dedicados profesores. El hip hop le gustaba mucho desde antes, sobre todo el baile, y una cosa llevó a la otra. “Aprendí a bailar casino, aunque no muy bien. Tampoco le metí mucho empeño, en realidad no me gusta tanto, pero se sobreentiende que quien baile aquí debe saber al menos eso”.

¿Lo que más le gusta de vivir en Cuba? “Sobre todo las amistades, y que las personas se ayudan mucho. Si no tienes sal, te asomas, le gritas al vecino y te la resuelve. Los cubanos se comunican mucho, viven muy en conjunto, creo que esa es una de las virtudes que tienen. También hay muchas facilidades, lo mismo para el estudio, que las medicinas. Allá todo es muy caro”.

“Y lo que menos me gusta es que hay pocos lugares de diversión, por eso se concentra mucha gente. Ah, y las colas, tampoco me gusta que donde quiera que vaya hay cola”.

Alguna que otra vez se ha vuelto a sentir desubicado, extranjero, añorando aquellos lugares y amigos. Mientras, aquí ya tiene su espacio: una novia, otros amigos, un trabajo, hasta un perro. Aun así, se acerca el esperado regreso.

“No sé si será por mucho tiempo, pero quedarme y no venir a Cuba sería una locura, porque he dejado un 50 por ciento aquí y el otro allá. Estoy como dividido, y tengo que vivir con las dos partes”.

Ha de volver, seguro, porque todavía tiene asignaturas pendientes para ser cubano “de verdad”. “Me falta mucha ‘maldad’ por aprender.


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Eileen Sosin Martínez


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