Cada mañana es una oportunidad para repetir el ritual de tomar el artefacto de metal entre las manos, verter agua, polvo oscuro y poner al fuego. Un murmullo hirviente advierte que ya está listo. Es momento del café.
Muchos afirman que su día no comienza hasta beberlo, es un hábito muy arraigado, y aunque no falta quien se abstiene de consumirlo, las calles habaneras-y todas las ciudades del país- transmutan en escenarios que albergan vendedores ambulantes que ofrecen un café fuerte y aromático, a sabiendas de que la infusión protagoniza varios momentos en la jornada.
El café, ha trascendido los estímulos para convertirse en catalizador social; un motivo para reunirse y conversar, una pausa. Acompaña momentos emotivos de interacción humana, jornadas laborales y cada taza es un hilo conductor que une a personas de diferentes épocas y lugares, recordándonos que a veces, las mejores ideas nacen con una taza de café entre las manos.
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