Cubahora posee la virtud que a mi juicio es más esencial en los tiempos que corren: la lealtad. Cuando unas puertas se cerraron y otras manos, injustamente, se dejaron de tender; fue vital que contara con la confianza, el amor y el respeto de los editores del medio de prensa. Más que un colaborador, he sido un amigo que a deshora me desvelo junto a ellos por la calidad de los productos comunicacionales, las líneas de mensaje y la concreción de una profesionalidad de la cual dependemos como periodistas creíbles y serios en un ecosistema mediático cada día más turbio. ¿Existe en Cuba una camaradería entre los que escribimos en las revistas y los periódicos al punto de darnos siempre la oportunidad de expresar nuestro fuero interno? En un universo ideal sí, pero en los interiores de los tantos dramas se sabe que no. Cubahora posee en cambio toda la limpieza del mundo y en ello le ha ido su esencia como plataforma.
En la revista se aprende a escribir mejor, se atraviesan procesos en los cuales el olfato del periodista adquiere competencias profesionales y se afinan los sentidos del buen articulismo. El estilo de estas páginas no solo es diáfano y apuesta por el debate, sino que no teme a la realidad contradictoria, humana, llena de las sombras que ya nos son consabidas. En Cubahora usted puede leer los temas más sorprendentes y tratados con la sobriedad y el buen tino de la pluma sensible. Hay una vocación martiana, una que se acerca a la vida con ese aliento de grandes cronistas. Son muchos años amaneciendo con Cuba, tomándole el pulso, se trata ya de generaciones de profesionales que llevaron a los espacios digitales todo lo aprendido y que a su vez asumieron su camino por esta publicación como una especie de aula. No hay que ponderar lo que de por sí está establecido y Cubahora posee el prestigio de los medios que bregan por la verdad, por la justicia y en aras de un mejoramiento del universo.
Cuando se escribe lo que se piensa y siente, todas las demás prácticas profesionales fluyen dentro de un periódico o revista. En ese parecer, uno se asume acogido por quienes dirigen y orientan. A la profesora Livia Reyes, que sigue ahí con su tono severo y a la vez sabio y maternal, le debemos todos los colaboradores. No solo porque ella nos construye un espacio como entes formadores de opinión, sino porque gracias a esa labor se lleva el periodismo en el alma y no se olvida uno jamás de todos los elementos que condicionaron nuestra elección profesional. Uno es periodista porque quiere cambiar el mundo, aunque parezca utópico y hasta absurdo. Pero si no se va con un ideal, se caerá en la vaciedad, en lo banal y lo mecánico. Y así es mejor y preferible el silencio. Livia lleva a Martí en su accionar y sabe acercarnos a un ejercicio basado en la savia del Maestro, uno que lejos de entibiar el deseo valiente, lo enerva.
Si mañana tuviera que irme de Cubahora, espero que sea porque ya no puedo sostenerme en este mundo y ha terminado mi existencia. Levantarme por la mañana con el primer bostezo y hallar en mis mensajes de WhatsApp las indicaciones de Arisdalia para la semana o para ese mismo día; son elementos de adrenalina que determinan que el medio palpita al ritmo de las necesidades profesionales de un entorno auténtico. Nada supera la sensación de estar construyendo algo nuevo o una verdad que tendrá un impacto en todo lo que conocemos. A eso se llega cuando se recibe el privilegio de estar entre las firmas de la revista. Con la humildad que caracteriza a esta plataforma, con los valores humanos; nada queda fuera de la lupa que analiza y que se adentra en los asuntos que nos atañen. Su equipo, rehecho muchas veces, ha nacido como solo se espera que lo haga el infinito. Y así crecen, se rearman, luchan por un país que tiene que salir de su crisis y volver a soñar.
Un medio de prensa es como un arma, pero que, en vez de matar, siembra paz y belleza. A eso hay que aspirar cada día, sin que nos importe en ocasiones cuan duro es escribir desde lo precario, lo endeble o lo oscuro. El periodismo cubano quizás tampoco está en su mejor momento. Poseemos muchas cuestiones que lastran la creación y que entorpecen el alma inmensa que llevamos dentro. Pero en la revista siempre hay espacio para la valentía. Otros que también como yo han visto el rostro fiero de la injusticia, fueron acogidos y tuvieron la oportunidad de enseñar aquello que nos fuera dado por el Creador o por lo más puro como esencia humana irrenunciable. Sin visiones que deriven en sesgos, sin extremismos que nos enceguezcan, hay que mirar hacia una obra que primero es bondadosa, sensible y luego periodística. Así es Cubahora, la primera revista digital de Cuba que quizás por esa savia novedosa posee siempre la sabiduría más presta, rauda y útil. En ese apuro que no descansa, pero que detenta la hondura para proponer un pensamiento y una acción; nos va el concepto de vida. Se late junto a los editores, se les acompaña, se les da la mano. Porque todo gesto bueno tiene que retribuirse. Y, por si fuera poco, cada 28 de enero, el renacer posee además la luz del Maestro como insignia. Nada podrá jamás superar tales privilegios.
Ahora, cuando ya son varios los años que llevo caminando junto a la revista, tengo el deber de otorgarle estas breves líneas, en las cuales no quedará atrapado jamás todo el caudal de admiración y de goce ético que este ejercicio me produce. Habrá que comenzar de nuevo siempre, habrá simplemente que amanecer.
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