En tiempos de la colonia española en Cuba, el primer sistema de abasto de agua en la capital lo constituía La Zanja Real, que estuvo en funciones desde 1592, durante 243 años. Fue ese el primer acueducto con el que contó La Habana, con una descarga de 70 000 metros cúbicos diarios, de los cuales a la población llegaban solo 20 000, a causa de los desvíos intermedios dedicados a regadíos.
Apuntan los historiadores que en la primera etapa de funcionamiento de La Zanja Real, el agua era “delgada y buena”, y aunque el bajo índice demográfico de la ciudad no había incidido en su contaminación en los primeros años, dos siglos más tarde ya la situación era otra y fue menester que las autoridades locales dictaran medidas prohibitivas del uso de la Zanja Real como baño público de personas y aseo de animales.
Luego de tanto tiempo en funcionamiento, sus aguas ya no podían satisfacer las necesidades de la capital, ni en cantidad ni en calidad, debido al crecimiento de la población y el desarrollo socioeconómico alcanzado. Por ello se pidió la aprobación para la edificación de una nueva obra.
Justo cuando concluyó la construcción del acueducto de Fernando VII, en 1835, La Zanja Real dejó de brindar sus servicios, que incluían además el uso de su fuerza para mover una sierra hidráulica, creada para el trabajo en las construcciones navales. Fue este nuevo acueducto el que tuvo la misión de conducir el agua del río La Chorrera, actualmente conocido como Almendares, hasta las zonas urbanas. La reducida capacidad de los estanques, la lenta velocidad del agua al pasar por los filtros y el enturbiamiento que sufrían en los períodos de crecidas, hicieron ineficiente al acueducto de Fernando VII, en lo concerniente a la calidad del líquido y a la cantidad, pues la descarga solo pudo elevarse a 5 300 metros cúbicos diarios, que solo llegaban a 2500 viviendas, de un total de 13 000.
Que saliera agua por el grifo era entonces todo un lujo, pues a mediados del siglo XIX, aún muchos de los 100 000 habitantes de la ciudad carecían de este servicio, a pesar de la existencia de estos dos acueductos, 895 aljibes y más de 2 000 pozos, según las estadísticas de 1846.
Para eliminar el problema de abasto de agua, emprendió la “cruzada” el Coronel de Ingenieros Francisco de Albear y Fernández de Lara, quien falleció el 23 de octubre de 1887. El proyecto diseñado por Albear proponía la conducción de las aguas de los manantiales de Vento hasta la ciudad.
La compleja construcción de esa obra se inició en 1861 y demoró 45 años en terminarse, más de lo esperado, debido a la situación económico-social existente. No obstante, “nunca es tarde si la dicha es buena” porque de los 102 000 metros cúbicos diarios que se necesitaban para abastecer a la ciudad, este acueducto tiene una capacidad total de más de 302 000.
Quedó inaugurado finalmente con el nombre de Albear, y es considerado la obra más importante de Cuba en el siglo XIX y una de las siete maravillas de la ingeniería cubana, con la cual podemos contar todos los habaneros en la actualidad, en plenitud de sus funciones.
GOTA A GOTA…EL AGUA SE BOTA
Tras el paso del tiempo, con su consiguiente deterioro, el acueducto de Albear ha debido someterse a obras de reparación y mantenimiento, la más reciente favorecida por el financiamiento del proyecto que el Fondo Kuwaití para el Desarrollo Económico Árabe otorgó para la rehabilitación de las redes de acueductos y alcantarillados de la ciudad.
Sin embargo, y a pesar de que el abasto de agua en la ciudad es una prioridad desde el siglo XVI y que la maestría constructiva de Albear está probada, actuar de manera ahorrativa con relación al preciado líquido nunca está de más. Este es el mensaje que transmite uno de los spots publicitarios de nuestra televisión, cuando hace llegar a todos los hogares cubanos esta “alerta hidráulica”
El panorama mundial, influenciado por la desertificación y, sobre todo, por los efectos del cambio climático, ofrece pronósticos preocupantes, en tanto los índices de sequía aumentan y Cuba, no ajena a ello, ya padece consecuencias directas traducidas en la aridez de los suelos, el bajo desarrollo de algunos cultivos, entre otras.
El programa de Medio Ambiente y Consumo, que lidera desde el 2003 la empresa Aguas de La Habana, es una de las iniciativas que pretende “hacer del agua un consumo sostenible”. Desde su inicio, el proyecto se orientó con propósitos prácticos-educativos y hacia la eliminación de los salideros de agua en las viviendas de la población del municipio Habana Vieja. A través del mismo, se ha desarrollado además una amplia labor de sensibilización y creación de conciencia en la comunidad con respecto a la importancia del agua y la necesidad de su uso eficiente y racional.
No es un secreto que el planeta está constituido en gran parte por agua, pero el 97,5 por ciento de ella es salada. La gran mayoría del agua dulce está atrapada en los casquetes polares, glaciares o capas subterráneas profundas, por lo que tenemos acceso fácil solo al 0,26 por ciento del agua dulce del planeta.
¿Basta con cerrar el grifo en nuestras casas para revertir la situación? No, no basta, pero sí ayuda, sobre todo cuando al pensar en Albear nos damos cuenta de que el agua, esa que nos llega, es un recurso agotable.
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