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jueves, 3 de octubre de 2024

¿Gobernar al país en cuatro días?

Perfeccionamiento asociado a cambios, tergiversaciones y la esencia de lo que distingue la misión de legislar y representar al pueblo en el poder. Algunos temas en la mira...

Frank Agüero Gómez en Exclusivo 28/12/2015
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La Asamblea Nacional del Poder Popular reúne desde el día 26 de diciembre a los diputados de su VIII Legislatura para discutir acuciantes temas de la realidad cotidiana y la perspectiva del país para el año entrante.

Por su importancia para la institucionalidad de la Revolución, la Asamblea es objeto de taimadas críticas de los adversarios del sistema político cubano y de constantes reclamos del pueblo que con atención sigue sus deliberaciones.

Algunos creen, erróneamente, que los diputados asumen en cuatro días —hasta el 29 de diciembre— la compleja tarea de legislar, fiscalizar y conocer todo lo que compete realizar al máximo órgano del Estado.

El propósito de la convocatoria pública es pasar balance y resumir lo que se ha venido haciendo durante el año en cumplimiento de los propios acuerdos de la Asamblea, y examinar cómo se ha venido atendiendo a los principales planteamientos de la población en las asambleas de rendición de cuenta del delegado que todavía están desarrollándose.

En el marco de referencia del legislativo están las indicaciones para el perfeccionamiento del sistema del Poder Popular, derivadas de los Lineamientos económicos y sociales del país y de las recomendaciones al respecto de la Conferencia Nacional que siguió al VI Congreso del Partido, celebrada en 2012.

Por la propia extracción de hasta la mitad de los diputados, elegidos entre los delegados de circunscripción (célula inferior de la organización política de la sociedad cubana), gestionar y atender a los planteamientos que provienen de la población tiene importancia vital.

Estos representantes del pueblo no reciben salario ni cualquier mínima prebenda por la función pública que asumen, viven en la comunidad en la cual los eligieron, muchos son presidentes de Consejos Populares, asambleas municipales u órganos de gobierno a ese nivel y, en última instancia, tienen que enfrentar en el día a día los reclamos de sus propios vecinos o residentes en localidades cercanas. 

La otra mita de diputados está conformada por personalidades más o menos conocidas a nivel nacional, pero todas avaladas por méritos políticos, laborales, científicos, aportes a la educación, la ciencia o el mundo artístico y cultural.

Como los delegados de base, estos legisladores tampoco reciben remuneración adicional, y comparten sus tareas habituales con las propias del ejercicio de las funciones para las cuales fueron elegidos directamente por los ciudadanos.   

He ahí una diferencia sustancial entre el Parlamento cubano y la mayoría de sus similares, sello que proviene de la historia de las guerras cubanas cuando los representantes del pueblo armado no cobraban por sus funciones y muchos adquirieron altos cargos en el Ejército Libertador que venció a la España colonial.

Las funciones del máximo órgano de poder del Estado cubano están bien demarcadas en la Constitución de la República, y en sentido general le compete la elaboración y aprobación de las leyes, control del cumplimento de las obligaciones de los órganos del Gobierno y del propio Estado, entre ellos los presupuestos financieros y programa de desarrollo de la nación.

Los ministros, jefes de organismos centrales y altos dirigentes de entidades administrativas del país son llamados frecuentemente a rendir cuentas ante el pleno de la Asamblea Nacional y en las comisiones permanentes en que ésta se divide y sesionan todo el año. De esta forma, los diputados estudian y mantienen bajo su pupila todos los asuntos de la vida nacional y las relaciones internacionales, del país y de la propia institución con sus similares.

LO QUE NO SE DEBE CAMBIAR

Hasta aquí su estructura y funciones pueden homologarse a las de cualquier nación donde exista el régimen parlamentario, colindante o no con el presidencialista, fruto de las conquistas políticas que subvirtieron el orden feudal y el hasta entonces autoproclamado poder divino de los monarquías.

No se puede negar lo trascendente que esto tuvo y mantiene en la evolución de las ideas e instituciones de gobierno, progreso que tiende a complejizarse en la medida en que con los años han emergido nuevas fuerzas políticas y sectores sociales con intereses diametralmente opuestos a los tradicionales detentores del poder económico y financiero.

La lucha de clases y de intereses en los parlamentos, como se evidencia en nuestro propio continente, es tema de actualidad cotidiana, cuando no es extraño que fuerzas de derecha se alíen con otras reaccionarias, para ganar mayoría y desplazar a los partidos y alianzas más cercanos a las mayorías desposeídas, defensoras de políticas económicas y sociales que procuran políticas de justicia y equidad más justas.  

Se ha llegado en la modernidad hasta a aceptar el “golpe de estado parlamentario”, instrumento con el que han derrocado a gobiernos populares y democráticos e intentado derribar a otros que no se pliegan a las fuerzas retrógradas.

Partidarios de mantener desplazados a la mayoría del derecho a participar y decidir su propio destino, suelen apoderarse de conceptos atrayentes y aparentemente modernos, sin apellidos que definan su verdadera esencia, fingiendo con ello defender el empoderamiento de las grandes masas a las cuales han mantenido secularmente aisladas del ejercicio verdadero de la democracia.

Si algo hay que defender de cualquier tergiversación, en nuestro sistema de poder popular, es la posibilidad real de proponer, elegir, participar y si es necesario revocar a quienes equivoquen el rumbo o traicionen los principios éticos que acompañan el ejercicio de la soberanía popular. Principios todos asentados constitucionalmente y en la legislación que norma e instruye el funcionamiento de los órganos que lo integran.

Por mantener esa característica del sistema político cubano, abierto por otro lado a toda enmienda que sea necesario adoptar, se escriben tantas injurias y se pretende desde afuera ejercer presión para cambiar sus esencias.

Ello forma parte de la batalla que le siguen imponiendo a la nación cubana, como si hubiesen transcurrido en vano los decenios de enfrentamiento y aprendizaje que corroboran aquella simpática y profunda frase del Guerrillero Heroico: “Al imperialismo, ni un tantito así…”.


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Frank Agüero Gómez


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