Historias cimarronas

Alamar VI. Siete de marzo, 2021. Es domingo. Frente al televisor, pegadas a Arte Siete, Gabriela, Belsis y Daniela observan Hidden Figures. La calma nos invade con su viento de primavera, que no entiende de muerte, pandemias o luchas feministas. Hay un silencio suave. Dicen que mañana tendremos cake, que mañana las mujeres no trabajamos y los hombres asumirán todas las tareas. La iniciativa bastante tierna, se agradece, pero nos miramos varias veces sin entender demasiado por qué festejar un día, que cuando menos debería ser de reflexión.

¿Cuánto queda por luchar para que todas las mujeres vivan libres de violencias machistas, sin enfrentar trabas a su desarrollo personal y profesional? Y cuando digo mujer no solo pienso en la mujer cis, blanca, heterosexual, de clase media-alta, sino también en las mujeres trans, las lesbianas, las negras y mestizas, las mujeres rurales, las olvidadas que tienen mayores retos para acceder a las oportunidades porque sobre su piel se conjugan discriminación por raza, clase, identidad de género u orientación sexo-afectiva, entre otras.

Sobre ellas pienso hoy, las que no aparecen en la televisión, ni en los videoclips, ni en la publicidad. Mujeres cuyo destino está marcado por el trabajo de cuidadoras, de sostén de la familia, a costa, muchas veces, de sus propios anhelos. Mujeres que quizás no tengan tiempo de pensar en fechas o flores, porque asumen  el reto cotidiano de multiplicar panes y peces, y atender las necesidades de otros, en tareas no remuneradas y menospreciadas por el patriarcado.

Hoy sería un día ideal para celebrar, sí, tantos derechos alcanzados por las feministas de todo el mundo, incluidas aquellas cubanas que lucharon por el sufragio hasta obtenerlo en 1934 y, por supuesto, las que consiguieron impulsar la revolución dentro de la Revolución, pero también para asumir que nos toca impulsar los cambios todavía necesarios.

Unidas por varias inquietudes, marcadas, en esencia, por la necesidad de eliminar las opresiones asociadas al patriarcado, un grupo de amigas se unió en Telegram. Sentían que algo faltaba, no podían esperar al ocho de marzo a recibir las típicas felicitaciones y postales sin tomar acción. No podían ser cada vez más conscientes de las injusticias sin hacer nada al respecto o al menos sin hacer todo lo posible en la lucha por la tan añorada equidad e igualdad de género.

De ese grupo, donde hay bioquímicas, diseñadoras, filósofas, escritoras, periodistas, comunicadoras, psicólogas, ingenieras, educadoras populares, estudiantes universitarias, surgió la iniciativa Cimarronas, con el propósito de buscar toda la libertad, como lo hacían antes las esclavas y los esclavos al lanzarse al monte.

En las últimas semanas crearon una página en Facebook y un canal en Telegram. Estudiaron y escribieron  sobre las grandes mujeres que nos han aligerado el camino, compartieron poesía, concursos para incentivar fotografías no prejuiciadas, contaron micro-crónicas de sororidad y auto-cuidado, prepararon plegables y tiras con información útil y de corte educativo para aprender y ayudar a otras mujeres (y hombres) a deconstruir los imaginarios machistas que todavía nos atan. Su objetivo inicial es que el ocho de marzo no sea un día para reproducir estereotipos de mujeres como flores, sino de lucha y búsqueda por la equidad, pero su batalla no termina ahí. Se trata de quitarnos los esquemas aprendidos, de estudiar no solo para entender, sino para subvertir y transformar el orden patriarcal y crear de manera individual y en colectivo, nuestras propias historias de cimarronaje.

Publicado en la página en Facebook de Cimarronas