domingo, 22 de septiembre de 2024

Oportunidad, más allá de las rejas

Jóvenes que cometieron delitos cumplen sanción penal pero reciben el apoyo institucional necesario para labrarse un futuro mejor...

Ana María Domínguez Cruz en Exclusivo 20/04/2013
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prisiones jóvenes
Los jóvenes merecen especial atención, destaca el mayor José Gómez Ferrera.

Desempaquetaba las bolsas y revisaba que no se le hubiera quedado nada. No sería la primera vez, me dice Magalys."Es tanta la ansiedad y el deseo de ver a mi hijo que casi siempre se me queda algo por traerle". 

Estamos en el salón de visita familiar del Centro de Jóvenes por conducta San Francisco de Paula, donde su hijo de 24 años cumple una sanción de un quinquenio por delito económico. Es la séptima vez que viene a verlo a este lugar y Magalys no demora en responder, desde su mirada materna, cómo lo encuentra.

“Imagínate, José Carlos estuvo en el Combinado del Este un año y ocho meses y aunque sé que allí también le ofrecen posibilidades de estudio y de trabajo, se vive encerrado de verdad. Él me contaba algunas cosas feas, y sé que hubo otras que nunca me dijo, por eso me tranquiliza saber que por su buena conducta, terminará de cumplir su pena aquí, donde todo parece un poco más abierto”.

No se equivoca Magalys, pues el centro, fundado en octubre del año 2000, bajo la premisa de Fidel de convertir las prisiones en escuelas, parece más bien un campamento. Los muchachos mayores de 18 años y menores de 27 están allí si mantienen buena conducta en el cumplimiento de su sanción.

“Me equivoqué”, interrumpe José Carlos la conversación que sostenía con su madre. “A cualquiera pudo haberle pasado si tiene a la mano tantos productos en un almacén y tantas necesidades en la casa. O tal vez no, realmente podía haberle pasado a cualquiera que como yo se dejara llevar por lo que otros le decían y olvidara lo que “los puros” le enseñaron.

“Por pensar en una vida mejor, en que no hubiera huevo casi todos los días a la hora de comer o en un pantalón y unos zapatos de marca, me dejé llevar y ahora asumo las consecuencias. No tengo intenciones de echar a perder más años de mi vida. Cumplo con lo que me corresponde y con el mejor comportamiento que pueda, porque cuando salga quiero empezar una vida nueva”.

Algo ha ganado ya y lo sé porque sus ojos le brillan cuando me dice que obtuvo el preuniversitario y lo primero que hará cuando sea libre es arreglarle la cocina a su mamá.

“Compraremos los materiales en el rastro, como hace todo el mundo, y seré yo quien la arregle porque el curso de albañilería lo pasé para poder ganarme la vida de manera decente y no darle dolores de cabeza a ella, que no se lo merece. Estoy ahora en el de electricidad y después seguro me apunto en carpintería, porque el tiempo hay que aprovecharlo”.

Los jóvenes merecen especial atención, destaca el mayor José Gómez Ferrera, director del centro, quien nos acompañó en este recorrido para conocer de primera mano la realidad que allí se vive. “No nos perdonaríamos el hecho de que estuvieran aquí, perdiendo tiempo, sin estudiar, ganar en conocimientos para su vida futura, porque nuestro objetivo es que estos muchachos se reinserten a la sociedad y que no sean los antecedentes penales un obstáculo para trazarse un camino”.

Ellos tienen aspiraciones y aprovechan las oportunidades … El mayor Gómez Ferrara nos explica que 64 por ciento de los internos está vinculado al estudio mientras el 68 por ciento, a los oficios.  Y reafirma: “tienen derecho a ser tratados como ciudadanos, iguales a ti y a mí, y merecen las atenciones médicas, estomatológicas, alimentarias, laborales y docentes como todos en este país y sobre todo, la que los hace sentirse parte de la sociedad, sin rechazo ni reproches”.

Por su parte, José Carlos añade:  “Yo agradezco la posibilidad de cumplir mi sanción en un lugar así, sin el temor de que me pase algo o recibiendo un mal trato del personal militar”. “Lo que se ve en las películas y en los seriales debe pasar en algún lugar del mundo, por suerte, no aquí. Y entre nosotros, por suerte, no hay problemas…Aquí todos tenemos el deseo de portarnos bien para que la condena no sea otra”.

La conversación con José Carlos no sería muy diferente que la pudiera haber tenido con los otros 168 muchachos que viven actualmente en el Centro de Jóvenes por conducta San Francisco de Paula. Lo vimos  jugando pelota, recibiendo la visita de sus familiares, novias y esposas; estudiando Computación en los laboratorios y sometiéndose a los exámenes de sangre que realizan con frecuencia en el centro para evaluar su estado de salud.

“El error lo pagamos con nuestra libertad, que es lo más grande que se puede tener, más que el dinero, la ropa, la casa, un carro…Pero es bueno saber que el tiempo que estamos presos podemos aprovecharlo en aprender, en conocer otras herramientas que nos sirvan para el futuro, en ser bien tratados..eso nos sirve también para reflexionar,  para pensar, para decirle a 'los viejos' cuando vengan que estén tranquilos, que esto solo pasa una vez, que después ya no tendrán de qué preocuparse porque uno sabe cuándo te dan la mano para ayudarte. No la puedes rechazar ni desaprovechar, depende de nosotros”, afirma José Carlos, a quien despedimos con el convencimiento de que estará bien, en el centro y fuera de él, porque es un muchacho al que el Sistema Penitenciario Cubano, no le dio la espalda.


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Ana María Domínguez Cruz

"Una periodista cubana en mi tercera década de vida, dispuesta a deslizar mis dedos por el teclado".


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