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sábado, 23 de noviembre de 2024

Los zapatos de Pilar 

Los niños de hoy no pueden leer esta historia sin conmoverse.  Es cierto que, desde los cristales de una tienda, puede saltar un lamento: ¡Oh, que caro están los zapatos de Pilar! Pero el amor sigue sin tener precio...

Julio Cesar Sánchez Guerra en Exclusivo 30/06/2024
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La Edad de Oro
Hay en La Edad de Oro, un cuento en verso, y uno de los mejores recuerdos guardados de la infancia. Es una historia que nos conduce al misterioso país de las lágrimas, como diría el Principito, y al mismo tiempo, es un golpe en la conciencia para mantener en estado de vigilia la piedad y la ternura.

Hay en La Edad de Oro, un cuento en verso, y uno de los mejores recuerdos guardados de la infancia. Es una historia que nos conduce al misterioso país de las lágrimas, como diría el Principito, y al mismo tiempo, es un golpe en la conciencia para mantener en estado de vigilia la piedad y la ternura.

Aunque el cuento es dedicado a María Mantilla, todos nos apoderamos de ese regalo de amor que se llama, Los zapaticos de rosa: “Hay sol bueno y mar de espuma, / y arena fina, y Pilar /quiere salir a estrenar       / su sombrerito de pluma…”Así comienza la historia, con el sol bueno, el beso del padre, la compañía de la madre y la promesa de traer arena fina.

Y se fueron por la calle del laurel, la madre toma un clavel, y Pilar un jazmín. “Ella va de todo juego”, y se distingue la alegría por encima de las flores. Nos deja entonces Martí, dos sentimientos contrarios: “la madre se echa a reír, / y un viejo se echa a llorar…” ¿Quién es el viejo que llora y por qué? No lo sabemos, algo nos anuncia que la narración es sencilla pero no simple, hay mucha sustancia oculta detrás de personas y gestos.       

 Pilar, suelta una pregunta que cuelga como si fuera ajena a esta historia: : -«¡Di, mamá! ¿Tú sabes qué cosa es reina?» Y se abre el espectáculo alegre de la playa, es la alegría de los que tienen dinero:  la francesa Florinda, Alberto, el militar; una rusa, una inglesa.

 En medio de este pedazo de playa, hay una escena extraña: “¡Y qué mala, Magdalena / con tantas cintas y lazos, / a la muñeca sin brazos /enterrándola en la arena!”

Magdalena es un personaje bíblico, una de las mujeres que siguen a Jesús de Nazareno, y de la que echan fuera, siete demonios. Ahora hay una niña “mala” con su demonio, tiene a una muñeca sin brazos y la entierra en la arena. Es que el niño nace con la potencia de romper, pero puede crecer y alimentar la piedad. ¡Ese es el dilema que había comprendido Martí!

Algo de este misterio metafísico, está presente en Charles Baudelaire y su ensayo “La moral del juguete”. Este autor nos dice que la mayoría de los niños quieren sobre todo ver el alma del juguete. Y nos deja el francés, esta dramática pregunta sobre la actuación de un niño que rompe un juguete: ¿Les invade una cólera supersticiosa contra esos menudos objetos que imitan la humanidad…? Magdalena sigue ahí, enterrando a la muñeca sin brazos, hasta que se libere y sea al fin buena…

Pero en la playa, donde están los señores y las señoras, el mar está tan serio y muy triste: “lo alegre es allá, al doblar, / en la barranca de todos…” Allá suenan mejor las olas, la arena es muy blanca y están las niñas solas. Y con permiso se va Pilar, a la barranca de todos.

Es en la barranca donde estalla el nudo de una historia; antes de contarla, nos deja Martí, la extrañeza del tiempo: “… y pasó el tiempo, y pasó / un águila por el mar…” Ante estos versos se escucha el silencio, se une el ritmo lento con el vuelo ágil de un ave. Y asoma la cabeza de una pregunta ¿Qué hace un águila sobre el mar, a dónde nos lleva su vuelo interminable?

Luego, la niña se vuelve, “un sombrerito callado”, y trabaja mucho para andar. La madre comprende que Pilar viene sin zapatos, y le lanza la  pregunta: - «¿Y los zapatos, Pilar, / los zapaticos de rosa?»        

 Entonces todos en la playa conocen del dolor de una familia: Es la historia de una niña pobre: «Yo tengo una niña enferma / que llora en el cuarto oscuro / y la traigo al aire puro, / a ver el sol, y a que duerma».     La niña sueña con el cielo, y oye un canto, la mano le abrasa y tiene los pies tan fríos….

Y Pilar se quita los zapatos y calzas los pies de la niña enferma. La madre conmovida, le pide a Pilar que se lo dé todo, y le da un beso, símbolo del amor más puro. En cuatro versos resume Martí, la parábola del buen samaritano: “Todo lo quiere saber / de la enferma la señora: / ¡No quiere saber que llora / de pobreza una mujer! La madre y Pilar, regresan a casa, van muy calladas, a pesar del bien que hicieron saben que no pueden remediar la injustica de los que viven en la barranca de todos…         

Los niños de hoy no pueden leer esta historia sin conmoverse.  Es cierto que, desde los cristales de una tienda, puede saltar un lamento: ¡Oh, que caro están los zapatos de Pilar! Pero el amor sigue sin tener precio. Y la muerte es un premio si hacemos el bien. Muy apretado se queda el corazón, cuando se despide la última estrofa: “…   Y dice una mariposa / que vio desde su rosal / guardados en un cristal / los zapaticos de rosa.

Mariposa de la vida y la muerte, mariposa que dice, y nos salva. Y no te olvides que Pilar, es la hermana que se le muere a Martí en un cuarto oscuro, lejos del mar, con los pies tan fríos.       


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Julio Cesar Sánchez Guerra

Pinero de corazón. Pilonero de nacimiento. Cubano 100 por ciento. También vengo de todas partes y hacia todas partes voy. Practicante ferviente de la fe martiana. Apasionado por la historia, la filosofía y la poesía.


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