lunes, 23 de septiembre de 2024

Mi país en una botella

Para quien sale por primera vez de Cuba, y se despide en la puerta de casa de un par de hermanos vestidos de uniforme rojo y azul, resulta ciertamente difícil asomarse a un semáforo en el que un pequeño de apenas 120 cm te vende el periódico del día para sobrevivir...

Rosana Berjaga Méndez en Exclusivo 12/06/2013
5 comentarios
Niños
Para estos niños, el universo es solo lo que transcurre entre la escuela y el barrio. (Rosana Berjaga Méndez / Cubahora)

Por estos días, unos amigos se encuentran fuera de Cuba. Después de un largo viaje en avión, finalmente pudieron comunicarse con nosotros. Sus primeras palabras –luego de declarar su insatisfacción con la diferencia en los horarios de comida- fueron “tristeza irremediable”. Según dijeron, transitar las calles mexicanas puede resultar un tremendo reto a la sensibilidad.

Más allá del discurso de cuánto necesitan los niños el amparo de un hogar seguro, estos amigos encontraron en las aceras la prueba irrefutable de la carestía cada vez mayor de esos sitios de bienestar. Para quien sale por primera vez de Cuba, y se despide en la puerta de casa de un par de hermanos vestidos de uniforme rojo y azul, resulta ciertamente difícil asomarse a un semáforo en el que un pequeño de apenas 120 centímetros te vende el periódico del día. Surge siempre la duda de si tendrá la experticia suficiente como para leer el titular que pregona.

Algunos de estos niños se convertirán quizá en la noticia de crónica roja del día siguiente. Mientras que otro ocupará su lugar, bendiciendo sin pensarlo la vacante. A veces es solo cuestión de sobrevivir. Yo también coincido en que la tristeza es irremediable.

Unos cuantos quilómetros más acá, me da tiempo a sentarme en la azotea y mirar mi barrio desde arriba. Patrullando la cuadra, pasa una turba de chiquillos cuya única preocupación en estos días es parecerse a la figura estrella de algún equipo de fútbol o de béisbol.

Muchos andan descalzos por elección, por el simple placer de sentir el pavimento bajo los pies, mientras la pelota se les acerca irrefrenable. Otros no dejan de hablar del fin de curso, de la cercanía de las vacaciones. Pese a la proliferación de nuevos negocios familiares, ninguno está preocupado por el trabajo. Para ellos, el universo es solo lo que transcurre entre la escuela y el barrio. El mundo ahora es patear el balón y cerrar los ojos para sentir las ovaciones de un estadio imaginario. Creo que mi infancia también fue así: emborronar papeles y subvertir los roles sociales con trompos y papalotes.

Hace poco pedí a Rachel, una de estas niñas de mi barrio, que intentara enseñarle su país a un amigo que nunca lo hubiera conocido. Estuvo mirando el papel por largo rato, intentando salirse de las guerras internacionales y su preocupación por el devenir del planeta. Finalmente me dijo que le contaría sobre sus vacaciones, sobre sus lugares preferidos, que eso también era Cuba y que a todos los niños les gustan las vacaciones.

Recordé que alguna vez quise tener un amigo fuera de esta Isla, que en unas líneas me transportara a través de océanos hasta un sitio cualquiera con una realidad diferente a la mía.

Lo cierto es que me cansé de lanzar botellas a los ríos, creyendo que un azar del destino atendería mi reclamo y las llevaría a mar abierto y luego, a alguna orilla lejana. Si hubiera sabido a ciencia cierta que el mundo podía ser tan desigual para otros, quizá todas mis cartas hubieran hablado de las vacaciones en un país como el mío.

Querido amigo:

Me gustó mucho tu carta. Por ella supe que tu país, como el mío, está libre de guerras. Me comentaste también de tu escuela, que debías pagarla porque la mayoría de las escuelas son privadas y hay muy pocas públicas. Eso me dio tristeza, por lo que quiero que en esta carta puedas conocer un poco mi país.

Para mí, la ciudad más linda de Cuba es Cienfuegos. Yo he ido siete veces y me ha encantado. Me gusta porque es un lugar muy tranquilo, donde no hay mucho tránsito y casi todo el mundo anda en bicicleta. Tengo mucha familia allí, que me espera cada verano para ir a la playa o recorrer la ciudad; y cerca de la casa de mi tía hay dos playas a las que siempre voy: La laguna del cura y Playa Alegre. A pesar del nombre, Playa Alegre es un sitio al que casi nunca va nadie. Creo que por eso me gusta tanto.

Yo soy habanera, pero disfruto mucho pasar las vacaciones en Cienfuegos. Tengo muchas ganas de que finalmente lleguen, para poder divertirme con mis primos y amigos. Pero antes debo estudiar mucho, eso es lo que me dice mi mamá. Ya se acercan las pruebas finales del curso y tengo que esforzarme más.

Lengua Española es el próximo examen y en Matemática saqué la calificación máxima. Si sigo estudiando como hasta ahora, llegaré  a la secundaria con mucho orgullo. Porque había olvidado decirte que este es mi último año en la Primaria y que muy pronto seré alumna de Secundaria Básica. Cambiaré de enseñanza, de uniforme (que ahora es rojo y pronto será amarillo) y conoceré otras personas. Espero que me guste mi profesor nuevo, el que tengo ahora no es divertido, aunque sabe mucho y da buenas clases.

Me emociona cambiar de escuela, pero en los recreos extrañaré a mi mejor amiga. Ella todavía está en quinto grado y tendrá que esperar un año más para empezar la secundaria.

Desde que me dijiste que viajarías pronto a Cuba, no dejo de pensar en cuáles lugares te gustarían de mi Isla. Si vienes en las vacaciones, prometo llevarte conmigo a Cienfuegos para que conozcas su hermoso malecón, su paseo del Prado. La Habana también te gustará mucho, pues pienso mostrarte la Casa del Chocolate, que es mi lugar favorito.

Si no puedes venir en vacaciones, no importa, porque aquí sí hay muchas escuelas que no cuestan nada y estoy segura de que todos te recibiremos con mucho cariño. Ahora me despedido, ya mis amigos vinieron a buscarme para jugar voleibol en la cuadra. Hoy estoy segura de que mi equipo no perderá.

Un beso. Te quiere desde Cuba

 Rachel


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Rosana Berjaga Méndez

Periodista, con el cine en las venas y los niños en el corazón.

Se han publicado 5 comentarios


nureya
 13/6/13 14:55

fue bien emocionante leer el articulo, yo pude apreciar esto y conste que lo hice en Venezuela, un país que se empeña en cambiar su historia, pero todavia hay niños en la calle, que limpian cristales o venden cosas, por eso defiendo tanto mi isla, porque aqui la niñez está segura, a pesar de esacaseses, de que el slaario no alcance, de las guaguas llenas, a pesar de todo, aqui los niños viven seguros.

Consuelo Barrios desde FB
 12/6/13 18:10

ciertamente es muy difícil, a mi me paso y nada es comparado con nuestra infancia en cuba.

Juan Miguel Castellano Torres desde FB
 12/6/13 18:09

sabes que es mas dificil salir todos los dias y ver un nino de no mas de 8 anos que te espere a la salida de hospital para que le regales un pan o 5 miticais (un medio) para comprarlo algunos me dicen n seas tonto yo no puedo y tengo que hacerlo tengo uno de dos en cuba y lo veo reflejado en su carita desnutrida que dolor

Nani Sanpedro desde FB
 12/6/13 18:09

Bellos nuestros niños sempre uunidos y alegres

Sabina Fitze desde FB
 12/6/13 18:08

que viva cuba y su revolucion

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