viernes, 27 de septiembre de 2024

Palabras “cambiadas” por café

Salvador Ferrales, un productor de café en las montañas de la Sierra Maestra, conversa con Cubahora sobre el arte de cosechar la planta...

Dilbert Reyes Rodríguez en Exclusivo 24/03/2014
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Salvador Ferrales - Café
Salvador Ferrales debe los rendimientos extraordinarios a la disciplina en la atención al cafeto.

A juzgar por la salud y las pariciones de sus cafetos, las pocas palabras de Salvador Ferrales tienen que ver con la máxima popular de “hace más quien habla menos”, y no tanto con la típica introversión del guajiro “amarra’o” a la Sierra.

Cierto es que la finca —primero del abuelo, luego del padre y ahora de él y de su hermano José— le fijó las raíces a las lomas de Providencia, en el municipio granmense de Bartolomé Masó; pero no por eso recorta las palabras, sino que dice las necesarias y más francas, por las cuales vale la pena detener un instante la faena.

Por tal razón, para hablar con Salvador preferimos el cafetal, su mejor parcela, y según los rendimientos referencia en el país; porque si cada 1,34 hectáreas dedicadas al cultivo en Cuba diera la mitad de las 600 latas que él ha recogido en esa extensión, la producción nacional no sería una vergüenza. 

“El café no es cosa de sembrarlo y sentarse a verlo parir. Hay que cultivarlo bien, con el conocimiento de cafetalero viejo, sí, pero también aplicando la ciencia”, respondió con pausa pero determinante.

“Por ejemplo, yo no violo la poda, la regulación de sombra ni la limpia. Eso los productores lo saben, aunque no siempre lo hagan bien y a tiempo; pero no todos conocen los beneficios de la lombricultura, del estiércol, la conservación del suelo con barreras muertas y vivas.

“A lo mejor tampoco cuentan con un extensionista o una empresa que ayude de verdad en esto. Yo sí lo tengo, me dejo ayudar y aplico todo lo que mencioné. En Cuba el café no debiera ser un problema. El pago por lata antes era muy poco, es verdad, no valía la pena; pero hoy es estimulante para volver al surco y renovar los campos. Y ahora que dice que lo subirán más…”

UNA CUENTA RENTABLE

La conversación sobre un fenómeno repetido en esas montañas, donde varias familias se fueron a los llanos de Yara a cultivar arroz, “porque es más negocio”; nos llevó a un cálculo de simple aritmética que asombró a periodista y productor, y demostró la tesis de que una caballería de café, bien atendida, puede ser igual en beneficios a una de arroz.

Si en 1,34 hectáreas (para los cafetaleros un caró, del francés caroe: 0,1 caballería) Salvador ha logrado hasta 600 latas, todas de primera (pagadas a 50 pesos); entonces el rendimiento virtual de una caballería equivaldría a ¡6 000 latas!; nada más y nada menos que 300 mil pesos, con la ventaja añadida de trabajar sin el sol permanente a la espalda, ni el fango a media pierna que sí exige la gramínea llanera.

Tras la cuenta a cuatro manos, el campesino solo atinó a mover la cabeza y afirmar: “Así mismito es.”

En ese punto del diálogo, y atendiendo a la urgencia nacional de producir el grano suficiente para el consumo, sobrevino la pregunta que se volvió un boomerang contra el reportero: ¿por qué, si es así, usted no dedica más hectáreas al café, una caballería, por ejemplo?

Entonces el mismo hombre, parco al hablar, midió sus palabras y salió victorioso con un argumento rotundo, digno de su franqueza y más inteligente que el gancho de la gran cifra en dinero:

“No, no pienso extender el área del café. Yo creo que el campesino de la Sierra debe diversificar para garantizar él mismo la alimentación de la familia y aportar varios productos a los mercados. Debe tener cerdos, ovejos, vacas, viandas y los cultivos que pueda. Aquí tengo de todo eso y hasta siembro un pedazo de arroz; no es mucho, pero me alcanza para la casa.

“Si amplío el cafetal debo dedicarme por completo a él, y si quiero diversificar tengo que repartir el tiempo para atender esto y aquello, pero en excelentes condiciones todo. A lo mejor estoy equivocado, pero creo que pensar así resolvería los problemas de la montaña, y la Sierra aportaría más al país.

“Mire, si cada familia de la loma tuviera un caró de café parecido a este, tan solo dedicándole un rato del día a ese pedacito de tierra, ganaría el campesino y Cuba tendría mucho más de la cantidad que necesita.”

Salvador Ferrales concluyó su opinión con una disculpa que solo se explica en la modestia natural de esos lares; porque tanta franqueza no merece menos, sino el agradecimiento por sugerir, desde su ejemplo magnífico, una forma de saldar con éxito una urgencia nacional.   


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Dilbert Reyes Rodríguez


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