Robinson Pol no puede disimular su modestia. Confiesa no gustarle hablar de sí mismo, aunque su trayectoria como deportista, profesor, dirigente estudiantil y juvenil y ahora como internacionalista cubano en tierras venezolanas son motivos más que suficientes para reconocerlo. A sus méritos se une haber sido uno de los cuatro delegados al reciente Congreso de la Juventud Cubana en representación de los colaboradores cubanos que cumplen misión en Venezuela.
Tiene apenas 29 años de edad, es Licenciado en Cultura Física y su formación deportiva en la especialidad de boxeo la debe a los estudios cursados en la EIDE, la ESPA y su labor como entrenador en la Academia Provincial de su natal Camagüey. Durante los estudios universitarios fue miembro del Consejo Nacional de la Federación de Estudiantes Universitarios de Cuba (FEU) y antes de viajar a Venezuela, fue también durante un mandato delegado del Poder Popular de la Circunscripción donde residía.
“Fue un honor inmenso representar a la juventud cubana en el exterior, al personal que cumple misión en Venezuela y no solo a los de la misión deportiva. No imaginé que desde aquí iba a ser uno de los jóvenes seleccionados, es una organización que muy grande, contundente y decisiva en el proceso revolucionario”, me comentó al abordarlo en unas de las tantas actividades organizadas por Barrio Adentro Deportivo en el Distrito Capital de Caracas; esta vez se trataba de una competencia estadal de tablas gimnásticas protagonizadas por personas de las tercera edad.
Llegó a la tierra de Bolívar y Chávez hace ya más de dos años y casi a punto de concluir su misión ha tenido allí las más disímiles responsabilidades: profesor de Barrio Adentro en comunidades de extrema pobreza, cerros, urbanizaciones y escuelas bolivarianas – fundamentalmente en la especialidad de Boxeo-, entrenador de atletas de alto rendimiento, Coordinador de un Área de Salud Integral (ASIC), miembro de la Coordinación de la Misión Deportiva en la capital caraqueña y del Grupo de Trabajo Nacional que lidera la labor de los jóvenes colaboradores de todo el país.
“Ser joven y estar cumpliendo una tarea que nos dio la Revolución con esta edad, estar haciendo lo que hago, conocer las personas que conozco, ver la gratitud y el sentimiento que sienten los venezolanos cuando nuestros misioneros terminan su misión es una gran satisfacción. Hay una gran hermandad entre nuestros países y pueblos. Es verdad que es una sociedad diferente, el trabajo es diferente y es bastante complejo vivir en esta sociedad y traer hasta aquí nuestra experiencia humanitaria, de solidaridad, de unidad. Pero ellos han visto en nosotros un espejo en Latinoamérica y eso también nos impulsa a seguir”, comenta con orgullo.
Pol me recuerda entonces que más del 60 por ciento de los misioneros en Venezuela son jóvenes y que están en los lugares más intrincados, allí donde realmente aún existe pobreza, donde nunca pensaron ir a brindar servicios, algunos con muy poca experiencia profesional pero con una formación humanitaria que traen de Cuba y por eso se mantienen ahí, en la primera línea del deber, defendiendo los pueblos, la vida.
“Por eso a la magna cita juvenil de nuestro país llevamos las experiencias de la Revolución Bolivariana y el legado del Comandante Chávez y ratificamos lo dicho por nuestro General Presidente cuando ha dicho que seguiremos estando en Venezuela prestando servicios en cualquier condición. Este es nuestro Angola, nuestro aporte a la Revolución de una forma u otra, en este caso en el ámbito de la solidaridad, del intercambio entre ambos países. Lo que he hecho aquí es poner en práctica lo que he aprendido en Cuba, en cualquier escenario, en el gobierno local como delegado, como dirigente estudiantil. Es un compromiso también con mi familia, la demostración que ser joven en la Cuba, en la Latinoamérica de hoy es una responsabilidad bastante grande”, afirma con orgullo.
Cuando rememora su estancia en la República Bolivariana de Venezuela desde 2012, puede estar horas hablando. Son muchas las experiencias vividas, las enseñanzas, lo que le ha aportado: “Y estoy experimentando nuevas cosas, superándome también en lo profesional. En lo personal se ha reforzado mi visión de lo que es la verdadera solidaridad, mis conocimientos del pensamiento bolivariano, he aprendido mucho más de la historia latinoamericana y de lo que hizo Hugo Rafael Chávez Frías no solo en Venezuela, sino para Cuba y el mundo”, precisa.
Admite sin embargo, haber tenido que sacar fuerzas del dolor causado por la pérdida física del líder bolivariano, acompañando al pueblo venezolano en un momento así, aunque una de las alegrías más grandes de su vida fue conocerlo: “Tuve la oportunidad de verlo, de estar cerca de él y después llorar junto a este pueblo su muerte física y eso lo llevo por dentro como algo inolvidable, la tristeza profunda de quienes se han levantado a pesar de agresiones externas e internas. Eso también voy a trasladar a mi país: cómo un pueblo a pesar de la ausencia de su gran líder ha sabido levantarse por encima de ese dolor, trabajar, resistir y defender el legado del Comandante eterno, mientras se enfrentan a las más grandes amenazas apoyando a Nicolás Maduro, que está haciendo también tremenda labor gracias al apoyo de su pueblo”.
Robinson Pol estará muy pronto de regreso en la Patria, con su misión cumplida, pero más que todo, con la alegría de ser uno de los tantos jóvenes cubanos que entregaron lo mejor de sí por el bienestar de otros, por el mundo mejor que ayuda a construir para su pequeña hija, que en tierras cubanas lo espera y a la que seguramente dentro de unos año, le contará muchas de las historias vividas en el país hermano, del cual regresó siendo mejor profesional, mejor ser humano y mejor revolucionario.
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